Por Mariana Carbajal
Tenga cuidado, no confíe
en los negocios cerrados con un apretón de manos. La advertencia
es la primera de una serie de recomendaciones dirigidas a ejecutivos extranjeros
que emprendan un viaje de negocios a Buenos Aires y se publica en el portal
de Internet de The Economist. La revista internacional de política
y economía ofrece a los inversores foráneos una guía
de business etiquette por ciudades y la que se refiere a Buenos Aires
no tiene desperdicio. Es una sabrosa radiografía de los ejecutivos
locales, según la mirada externa: agresivos a la hora de negociar,
elegantes y obsesionados por la imagen y las conexiones sociales. La
imagen es altamente valorada. Sus contactos apreciarán si los invita
a almorzar a los restaurantes más in, sugiere el manual,
que aconseja no llegar a Buenos Aires en enero porque los máximos
ejecutivos estarán veraneando en sus casas de Punta del Este. Consultados
por Página/12, cinco ejecutivos extranjeros revelaron sus impresiones
sobre la forma de hacer negocios de sus colegas porteños, pero
con la condición del anonimato, para evitar problemas con sus clientes.
Pueden ofenderse, se excusó uno de ellos.
La guía ofrece tips para los extranjeros que se acercan
a la city porteña en plan de negocios. Allí se advierte,
por ejemplo, sobre las costumbres locales a la hora de saludarse y se
menciona como una curiosidad que los hombres cuando se hacen amigos o
al establecer contactos informales de negocios pueden, a veces, besarse
en la mejilla.
Al francés Thierry Jadot, ex gerente de marketing de Peugeot, la
forma de saludarse no es lo que más le llamó la atención
de los ejecutivos porteños cuando tres años y medio atrás
desembarcó en Buenos Aires para reposicionar la marca de automóviles.
Me impresiona su capacidad de adaptación ante una inflación
alta, un cambio de moneda, la salida de patacones... En Europa, los ejecutivos
que pasaron por América latina son muy valorados por su capacidad
de adaptación y su nivel de creatividad, después de haber
tenido que enfrentar los vaivenes de las economías locales,
cuenta a este diario. De los cinco ejecutivos extranjeros entrevistados,
Jadot, de 37 años, es el único que acepta que se mencione
su nombre. Los demás prefieren el anonimato. Muy diplomáticos,
no quieren ofender con sus opiniones a ninguno de sus contactos locales.
Jadot también es el único de los cinco consultados que se
atreve a hablar de corrupción sin medias palabras ni evasivas.
La corrupción me choca. Hay siempre interlocutores o gente
que quiere cobrar por ponerte en contacto con otras personas. En Francia
hay corrupción, pero no a este nivel, diferencia. Desde hace
seis meses, Jadot es director de Estudios de Comunicación, una
firma dedicada a la imagen corporativa de un grupo franco-español
líder en el sector en Europa.
En la sección Business etiquette de Economist.com se
destaca la importancia que los ejecutivos porteños les otorgan
a las conexiones sociales. Los contactos son cruciales,
se enfatiza (ver aparte). Los ejecutivos entrevistados coinciden. Otra
seña distintiva es la búsqueda de una relación de
confianza con el cliente, que se consigue copas y cenas de por medio.
Es importante establecer la relación de confianza con el
cliente. Si bien prima la razón de negocios, si tienen dos propuestas
similares van a escoger la de la persona que les cayó más
simpática, así se gasten 50.000 dólares más
(en un contrato de cientos de millones). En Estados Unidos si te podés
ahorrar un dólar, te lo ahorrás, aunque no te caiga bien,
comparó un banquero peruano que trabaja en Nueva York en un banco
de primera línea y suele tener contacto con empresas del sector
petrolero local. Como contrapartida, destacó la agresividad de
los argentinos a la hora de cerrar negocios. Siempre me llamó
la atención. Llegan a tener discusiones bastante acaloradas con
sus clientes. Refutar a un cliente con bastante pasión no es usual
en Estados Unidos, agregó.
La elegancia y la impuntualidad son otras marcas registradas. Si
uno no usa traje, no es visto como una persona seria, señala
el mismo banquero. En la oficina de Manhattan, describe, la moda del pantalón
caqui y la camisa arremangada que impusieron las puntocom llegó
a los bancos y ya es norma entre banqueros. En Buenos Aires yo no
me aparecería vestido así, señala. El
argentino es muy cuidadoso de su aspecto exterior. Si tiene una reunión
a las seis de la tarde, a pesar de que está trabajando desde la
mañana, va a llegar con su mayor elegancia. Si tiene que cambiarse
la camisa dos veces al día, lo va a hacer. Siempre va a estar impecable.
El parecer es muy importante acá. El problema es que siempre llegan
tarde. Si la reunión es la a las cinco, llama a las cinco menos
cuarto para avisar que viene retrasado, describe un banquero francés.
Los italianos se sorprenden de la falta de puntualidad: las 8 de
la mañana nunca son las 8 de la mañana, coincide un
experto en relaciones públicas, con amplia experiencia con operadores
económicos argentinos.
Dificultad para rechazar una propuesta, por no parecer antipáticos;
hablar de la realidad nacional, el riesgo país y la familia, antes
de llegar al grano en una reunión; intentar impresionar a su interlocutor
con sus contactos a nivel gubernamental y con la profundidad
de sus pensamientos son otras de las señas características
de los hombres de negocios de Buenos Aires. Te dan un sí
de cortesía. Cuando te dicen: Sí, sí, lo vemos...,
es que la respuesta es no, igual que en Roma, indica el italiano.
Al banquero francés le exaspera no sólo la falta de disciplina
respecto del horario, también el tiempo que se pierde
en una reunión hablando de temas fuera de agenda. Se
habla de la economía, de la política, de lo que dijo un
amigo que tiene llegada con alguien de muy alto nivel. El encuentro empezó
a las seis y media y son las 10 de la noche y seguimos ahí y cada
uno quiere enfatizar lo que sabe, impresionar sobre lo que saben él
y sus contactos. Al principio lo encontraba divertido, pero ahora me resulta
ineficiente, se queja el banquero. Con un año en la Argentina,
un ejecutivo de origen sajón de una empresa petrolera inglesa coincide:
En Europa, cuando a uno le preguntan qué piensa, responde:
Me gusta o no me gusta, y nada más. Acá, en
cambio, les gusta el diálogo, pero más escucharse a sí
mismos.
Lo que hay que saber
y no se debe olvidar
Por M. C.
No se olvide, advierte a los empresarios extranjeros
la guía sobre Buenos Aires que se puede consultar en www.economist.com:
Los eventos de
polo dominan el mes de noviembre. El Abierto de Argentina se realiza
en el estadio de Palermo y abundan los parties con champagne.
No se sorprenda si la
mención de Evita o de la palabra tango provoca un cansado
suspiro. Sus contactos empresarios probablemente consideren que
ésas son obsesiones de las clases trabajadoras (aunque son
tolerantes con la curiosidad del turista).
El pequeño diccionario ilustrado del ejecutivo local advierte
que la actitud argentina puede ser bastante agresiva cuando
se trata de negocios. Tenga cuidado, no confíe
en un negocio cerrado con un apretón de manos. Es mejor confiar
en un contrato firmado, aconseja. Más adelante destaca
la gran importancia que les dan los porteños
a las conexiones sociales. Incluso, dice, la misma característica
puede extenderse a la contratación de personal: Un
ejecutivo puede, por ejemplo, al contratar una secretaria, no tomar
en cuenta la capacidad que tenga si tiene buenas conexiones familiares.
También alerta:
Los argentinos
tienden a comenzar y terminar de trabajar tarde. Aunque las reuniones
de negocios pueden a veces empezar a las 8.30 de la mañana,
es común no encontrar a nadie en la oficina antes de las
10.
La vestimenta de
estilo es la norma; ésta no es una cultura de jeans y remera.
Las mujeres tienden a vestirse de forma muy femenina; los tacos
altos y las polleras cortas son aceptables.
La apariencia es
altamente reconocida. Sus contactos apreciarán si los invita
almorzar a los restaurantes más in y quedarán muy
impresionado por su conocimiento local.
La guía recomienda evitar el mes de enero. Es el peor
mes para llegar a Buenos Aires por negocios, ya que toda la ciudad
cierra por el verano argentino y muchos de los que toman
las decisiones estarán en sus casas de Punta del Este.
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