Por Pedro Lipcovich
No me voy a dormir temprano,
viejo, y no jodas más porque los especialistas están conmigo,
dirá el adolescente y tendrá razón. Según
una investigación de la National Sleep Foundation de Estados Unidos,
el reloj biológico de muchos teens los predispone a dormirse después
de las 11 de la noche o más tarde; como, por lo demás, necesitan
nueve horas de sueño, la solución es ¡entrar más
tarde al colegio! Un legislador norteamericano solicitó que se
retrasara la hora de iniciación de clases, medida que ya empezó
a adoptarse en varios estados de Brasil. En la Argentina, empezar
las clases a las 8 de la mañana es una estupidez cronobiológica,
según un especialista de la UBA. Página/12 averiguó
también qué hacen los padres cuando los chicos, por fin,
se van a dormir: según las implacables estadísticas de la
American Sleep, más de un tercio de los adultos no llega a tener
una relación sexual por semana y esta limitación se correlaciona
significativamente con las dificultades para dormir.
Nuestra investigación mostró que los cambios durante
la pubertad afectan el reloj biológico del adolescente, de modo
que muchos de ellos no están fisiológicamente dispuestos
a dormirse hasta las 11 de la noche o más tarde, explicó
Mary Carskadon, directora del Laboratorio del Sueño de la Brown
University, en Providence, y jefa del Consejo de Pediatría de la
National Sleep Foundation de Estados Unidos.
A eso se agrega que en promedio, los adolescentes necesitan unas
nueve horas de sueño, pero muchos estudiantes duermen menos de
siete, en parte a causa de que tienen que levantarse muy temprano para
ir al colegio. Como resultado, muchos sufren problemas de somnolencia
durante el día, según la especialista.
Así las cosas, la legisladora Zoe Lofgren propuso en la Cámara
de Representantes que los colegios sincronicen sus relojes con los
relojes corporales de los estudiantes, de modo que los adolescentes estén
en el colegio durante sus horas de mayor alerta y puedan lograr su mayor
potencial académico. El proyecto procura alentar a
los distritos escolares para que hagan comenzar más tarde los horarios
de clases, sin acortar la jornada escolar, e incluye ayuda federal
para cubrir los costos que demande el cambio.
Según los últimos informes de la American Sleep Foundation,
el 21 por ciento de los jóvenes de 10 a 18 años se va a
la cama a las 11 de la noche o más tarde durante la semana escolar;
el 51 por ciento se acuesta después de las diez. Si bien, previsiblemente,
los adolescentes mayores son los que se acuestan más tarde, el
35 por ciento de los de 10 a 12 años no se va a la cama antes de
las 10. Según el testimonio de los padres, con el 36 por ciento
de los chicos hay dificultades para que se vayan a dormir muchas
dificultades, en el 12 por ciento, y el 38 por ciento tiene
problemas para levantarse muchas dificultades en el
11 por ciento.
El hecho es que 23 de cada cien adolescentes se quedaron dormidos
en clase en alguna oportunidad durante el último año
y el 60 por ciento del total de niños y adolescentes menores
de 18 manifestó señales habituales de somnolencia durante
el día, de acuerdo con la investigación de la National
Sleep Foundation.
En la Argentina, empezar las clases en los colegios secundarios
a las 8 de la mañana es una estupidez cronobiológica:
así de categórico fue ante este diario Daniel Cardinali,
profesor titular de Fisiología en la UBA, investigador superior
del Conicet y vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana del Sueño.
Sucede que el reloj biológico de los adolescentes tiene un
especial retardo de fase explicó Cardinali. Hay que
decir que, en la especie humana, el reloj interno tiene un ciclo de más
de 24 horas: quiere decir que un individuo en absoluto aislamiento del
medio ambiente tendería a dormirse un poco más tarde cada
día. No se sabe la razón de este desfasaje (en otras especies,
al revés, el ciclo dura menos de 24 horas). Y sucede que en los
adolescentes el ciclo dura más aún: puede llegar a 26 horas.
¿Por qué? No se sabe: una hipótesis lo atribuye
a que a esa edad el núcleo supraquiasmático,
que en el cerebro regula el reloj biológico, tiene más neuronas,
las cuales irán muriendo a lo largo de la vida.
Y a ese factor biológico, ineludible, se agrega otro que podría
llamarse fisiología de Internet. Está demostrado que
una luz de suficiente intensidad, percibida durante la noche, hace que,
en las noches subsiguientes, la llegada del sueño tienda a atrasarse;
y la luminosidad del monitor de la computadora produce precisamente ese
efecto en el reloj biológico. Entonces, el chateo o
la navegación nocturna por Internet, tan frecuente en los chicos,
es una segunda causa de retardo de fase, destacó Cardinali.
La preocupación por el horario de las clases, lejos de ser una
sofisticación de países hiperdesarrollados, ya dio frutos
en Brasil. Durante años, el Grupo de Cronobiología
de la Universidad de San Pablo recomendó que se modificara el horario
de comienzo de las clases y finalmente consiguió que, en varios
estados de ese país, el comienzo se retrasara una hora. Se le otorgó
suficiente importancia al tema, aun como para enfrentar las dificultades
que el cambio generó en las escuelas de doble turno. El cambio
incluyó a las escuelas primarias, ya que el problema se manifiesta
en chicos a partir de los diez años, contó el especialista
de la UBA.
A menos sexo, mayor
somnolencia
Por P. L.
Quienes tienen sexo menos de una vez en la semana tienen un 25
por ciento más de probabilidades de padecer somnolencia diurna
que quienes lo disfrutan dos o tres veces por semana. Así
lo registró en Estados Unidos la última encuesta de
la National Sleep Foundation. El 38 por ciento de los entrevistados
admitieron que tenían relaciones con frecuencia inferior
a la semanal y el 52 por ciento tiene menos relaciones que hace
cinco años. Y, a menos sexo, menos sueño: el 47 por
ciento de los menos favorecidos tiene problemas relacionados con
el sueño.
¿La falta de sexo los deja insomnes o la falta de sueño
les quita las ganas? La falta de sueño lleva a problemas
de orden sexual, que en los varones pueden manifestarse como impotencia
y se vinculan no sólo con la cantidad sino también
con la calidad del sueño, destacó Norberto Kriguer,
secretario de la Sociedad Argentina de Medicina del Sueño.
O bien: Es como el problema del huevo y la gallina observó
el psicoanalista Sergio Rodríguez, director de la revista
Psyché Navegante: la falta de relaciones sexuales puede
producir problemas de sueño, ya que el sexo es un importante
vehículo de descarga de energía. También es
cierto que una persona puede padecer obsesiones que, a la vez, le
hagan difícil dormir y le quiten libido para las relaciones
sexuales.
En todo caso, el estudio de la American Sleep Foundation observa
que tanto como el 12 por ciento de los adultos casados duerme con
un chico: de éstos, el 81 por ciento admite tener problemas
vinculados con el sueño. Más en general, los adultos
con hijos sufren más de insomnio que los que no los tienen:
58 por ciento contra 46 por ciento.
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Durmiendo en el trabajo
Por P.L.
Un sillón es suficiente. Las empresas que han instituido
un horario para la siesta de sus empleados disponen un ambiente
tranquilo con sillones cómodos; no hacen falta camas o cuchetas,
precisa Margarita Blanco, presidenta de la Sociedad Latinoamericana
del Sueño. Las compañías han tomado esa decisión
porque se verificó que establecer un lapso de 20 o
30 minutos adicionales al almuerzo mejora el rendimiento durante
el resto de la jornada laboral.
La siesta atiende al hecho de que aproximadamente entre las
dos y las cuatro de la tarde, se haya almorzado o no, hay un tiempo
de una hora y media a dos horas de decaimiento del alerta atencional,
una caída de la tensión fisiológica,
destacó Blanco. El descanso debe durar 20 o 30 minutos y
no hace falta que la persona duerma; alcanza con que repose
en somnolencia. La siesta no debe durar más de ese
tiempo para que no afecte el reposo nocturno. En la
Argentina, todavía por lo menos en Buenos Aires,
no hay siesta y ni siquiera almuerzo, y por eso todo el mundo
anda chiflado, sintetizó la especialista.
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