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Bullrich asume de nuevo a los codazos por espacio y presupuesto

La flamante ex ministra de Trabajo se propone convertir su nueva ocupación, el Ministerio de Seguridad Social y Agencia Social, en el antiguo sueño de un superministerio que concentre 2200 millones. Para ello tendrá que vencer más de una resistencia de sus colegas.

Por Laura Vales

El funcionamiento de la Agencia Social, con Patricia Bullrich a su mando, tiene pendiente de definición dos cuestiones centrales: el presupuesto que se destinará al área y los alcances de su estructura. El tema de los fondos es el que concentra los principales tironeos; Bullrich reclama comandar un organismo con un piso de 2200 millones de pesos anuales, a los que quiere sumar los recursos de la Anses. En cuanto a su estructura, la idea de la ministra es traspasar a la Agencia buena parte de las funciones que hasta ahora estaban en manos de Desarrollo Social, que sufriría así un fuerte recorte de sus atribuciones, y algunas de las de Trabajo, básicamente en lo vinculado a los planes de empleo.
El proyecto reflota la vieja idea, nunca concretada, de unificar los múltiples programas de asistencia aprovechando la estructura de la Anses, que se encargará de confeccionar un padrón único de beneficiarios.
Como criterio principal, Bullrich plantea que la función de la Agencia debe ser la de reemplazar los programas de asistencia parciales y focalizados por el de una prestación de carácter universal: su propuesta es que todas las familias con ingresos menores a mil pesos mensuales reciban una asignación de 30 pesos por hijo, y que todos los mayores de 75 años sin jubilación cobren un seguro de 100.
La ministra sostiene que con un esquema de esta naturaleza la ventaja principal es dotar de transparencia al sistema. “Las políticas focalizadas pueden prestarse a prácticas clientelísticas, por eso vamos hacia un sistema donde la asignación sea independiente a la llegada que una persona tenga con los políticos”, explicó ayer.
En realidad, el tema es eje de una vieja discusión; los técnicos del área suelen apuntar que si en los programas focalizados el riesgo es el de una distribución arbitraria (porque hay pocos recursos para repartir entre muchos necesitados), los de carácter universal tienen el problema de que la asistencia termina siendo ficticia, por falta de recursos.
Desde el nuevo Ministerio de Seguridad Social y Agencia Social, Bullrich pulseará también por llevarse el paquete de fondos de los actuales planes de empleo, que desaparecerían progresivamente. La intención, según lo que se debatió este fin de semana en el Gobierno, es mantener en funcionamiento sólo aquellos programas destinados a generar puestos de trabajo estables, los de capacitación y algunos microemprendimientos, mientras que todos los planes asignados con un criterio asistencial serían reformulados y volcados al nuevo esquema.
Tanto la asignación por hijo como el seguro para los mayores de 75 años, se cobrarán a través de una tarjeta de débito, que será recargada mensualmente. La bancarización tiene entre sus objetivos desfinanciar a los movimientos piqueteros, cuyos integrantes destinan una cuota similar a la sindical (en general de dos pesos) para los gastos de organización, como el alquiler de micros para las marchas o la compra de alimentos para los cortes de rutas de varios días.
La creación de la Agencia vuelve borroso el perfil del Ministerio de Desarrollo Social, donde la semana pasada asumió el radical Daniel Sartor. Ayer se especulaba con que el área quedaría centrada en la asistencia alimentaria y de las situaciones de emergencia, como las generadas con cada inundación. Por ahora, tampoco está claro cómo se definirá la pelea por los fondos con Economía, donde todo indica que el plan que Bullrich define como una “enorme transferencia de ingresos a los sectores bajos y medios” se topará con la pared del déficit cero.

 

 

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