Por
Maximiliano Montenegro
Hay
un dato que gobernadores y banqueros privados guardan con la mayor reserva:
la porción de la coparticipación de impuestos que los bancos
mantienen embargada a las provincias para el pago de intereses de sus
créditos. Según la última planilla oficial con esa
información, a la que accedió Página/12, en 14 provincias,
de cada peso que deben recibir de la Nación en concepto de impuestos
coparticipados más de 60 centavos son transferidos automáticamente
a la caja de los bancos. Dichos fondos ni siquiera pasan por la provincia,
sino que, gracias al marco legal que los protege, son ingresados a los
bancos mucho antes de que el mandatario en cuestión sepa cuánto
dinero dispone para pagar los sueldos. En algunos casos, como Río
Negro, Jujuy, Formosa y Tucumán, por cada peso, menos de 7 centavos
llegan a las arcas provinciales, porque el resto lo debitan en tiempo
real, de sus cuentas en el Banco Nación, las entidades acreedoras.
Semejante dependencia del sistema financiero revela dos cosas. Por un
lado, la posición de debilidad en que se encuentra la mayoría
de las provincias para negociar individualmente una refinanciación.
Por el otro, que la deuda provincial se ha convertido, al igual que la
nacional, en un problema que requiere una solución política.
Con la recaudación tributaria en picada, los gobernadores sólo
pueden garantizar su pago a costa de postergar salarios y gastos esenciales
a cargo de las provincias, como educación, salud y planes sociales.
De los 25 mil millones de dólares de la deuda provincial, unos
8000 millones de dólares fueron contraídos con un selecto
club de bancos que operan en la plaza local, entre los que sobresalen
el Galicia, el Río y el Francés, en ese orden. Dichos préstamos,
aunque rinden tasas de interés que esta semana superaron el 25
por ciento anual, son de cobro inmediato y relativamente bajo riesgo para
las entidades crediticias, porque están garantizados con los recursos
de la coparticipación de impuestos. La coparticipación no
es otra cosa que la parte de los impuestos nacionales que recauda la AFIP
en las provincias y que luego la Nación debe reenviarles a las
administraciones del interior.
El mecanismo de pago, mucho más rápido y efectivo que los
sistemas de pago fácil, hace tiempo que fue bautizado,
por algunos gobernadores, cobro fácil. Es el siguiente:
a medida que ingresan en la AFIP los recursos, la parte correspondiente
a la coparticipación es depositada en la cuenta que cada provincia
posee en el Banco Nación. De esa misma cuenta son debitados automáticamente
los fondos para cubrir los vencimientos mensuales de cada banco con la
provincia. Recién después, la provincia percibe los ingresos
fiscales provenientes de la coparticipación.
El sistema es mucho más seguro para el acreedor que los cobros
por débito automático de las tarjetas de crédito,
ya que en este caso puede ocurrir que el deudor ya no tenga fondos en
su cuenta. En cambio, en el caso de los créditos garantizados por
la coparticipación esto no es posible: antes de otorgar el préstamo,
el banco se cerciora que la provincia no tenga el 100 por ciento de la
recaudación coparticipada afectada al pago de otras deudas. Justamente,
el bajo riesgo de incobrabilidad y las altas tasas es lo que hizo a este
nicho de mercado tan atractivo para los grandes bancos locales
desde mediados de los noventa, los que abrieron unidades especiales de
negocios dedicadas a hacer lobby y asistir personalmente a gobernadores
y funcionarios provinciales del área económica.
Hay quienes, incluso, consideran este sistema más confiable para
el acreedor que los préstamos a la Nación, ya que los poseedores
de títulos públicos nacionales dependen de la decisión
del gobierno nacional de pagarlos a su vencimiento. Por eso es que Cavallo
propició sin éxito, en más de una oportunidad, garantizar
los bonos públicos con la recaudación impositiva futura;
una forma de decirle al acreedor que cobrarán antes que los maestros,
los jubilados o los policías, algo que de hecho sucede en las provincias.
Por lo menos 13 provincias ya tienen la mayor parte de la coparticipación
embargada por los bancos. La mínima afectación de la coparticipación
de Buenos Aires se debe a que sólo una décima parte de la
deuda provincial (unos 520 millones) fue contraída con bancos privados,
mientras que el resto corresponde a títulos públicos y créditos
de organismos internacionales, con diversos tipos de garantías.
Sea como fuere, el mayor drama lo viven las provincias chicas altamente
endeudadas. No sólo porque ya hipotecaron entre el 60 y casi el
100 por ciento de la coparticipación en favor de los bancos, sino
porque además en estas jurisdicciones los recursos tributarios
propios sólo cubren una porción menor de los gastos del
Estado.
En
algo haycrecimiento
Según
el último informe oficial, la deuda de las provincias creció
un 55 por ciento en los últimos tres años y medio. Así,
pasó de 16.126 millones de pesos en diciembre de 1997 a alrededor
de 25 mil millones en junio pasado: un aumento de casi 9 mil millones
de pesos. En relación con los ingresos fiscales anuales de
las administraciones del interior, la deuda pasó del 55 por
ciento al 77 por ciento; un salto considerable, pero todavía
razonable si se la compara con la deuda de la Nación,
que representa más del 200 por ciento de su recaudación
anual. La provincia con mayor deuda es Buenos Aires, con poco más
de 5 mil millones, de los cuales unos 3600 millones son títulos
públicos y otros 900 millones, préstamos de organismos
internacionales. Notablemente, la segunda provincia con mayor deuda
es Chaco: 1383 millones, que no guarda ninguna relación con
su capacidad de repago. La tercera es Córdoba, con 1328 millones.
Y la cuarta, Formosa, con una deuda de 1158 millones. |
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