Chiste
brasileño: dos argentinos en el exterior quieren entrar a una
fiesta.
¿Les decimos que somos argentinos?
No, a ver si todavía nos dejan entrar.
Nada
pinta mejor a los dolarizadores argentinos que un párrafo
publicado en Ambito Financiero el 11 de octubre. Dice: El
brasileño no juega contra su propia moneda y eso lo lleva
hasta la falta de lógica: hoy, con una devaluación
vertiginosa, los restaurantes prefieren el real y no aceptan dólares.
Menos aún entienden la dolarización, que les parece
una traición a la patria.
Para curar el supuesto descalabro económico, Cavallo propuso
a los vecinos adoptar una solución fácil y mágica:
la convertibilidad. Sin embargo, nunca se produjo el caos que Domingo
Cavallo viene anunciando desde enero de 1999, cuando Brasil devaluó.
Por eso, ahora, la amenaza velada es que, o Brasil adopta la convertibilidad,
o la Argentina dolariza y le da el golpe final al Mercosur. El problema
es que la racionalidad de matar al Mercosur llevaría
a que la Argentina perdiera su principal mercado porque, pese al
devaluado real la Argentina tiene superávit comercial con
Brasil.
La Unión Industrial Argentina, que con racionalidad
apoyó el uno a uno, se queja de la devaluación del
real. Pero la UIA, igual que la Sociedad Rural o Carbap, tiene su
mercado en el ilógico Brasil. Tal vez ahora,
inclusive, algunos dirigentes de la UIA hasta comprendan por qué
la economía brasileña creció un 5,3 por ciento
desde la devaluación mientras la producción argentina
seguía destruyéndose. O por qué los Estados
Unidos importaron un 12,23 por ciento más de productos brasileños,
cifra que supera por el doble a los números argentinos. ¿Y
el ALCA? No representa otra cosa que el interés norteamericano
por el mercado brasileño, más que por el argentino.
Si el mercado argentino fuera verdaderamente interesante los Estados
Unidos hubieran dudado un segundo antes de condenar por dumping
a los humildísimos productores argentinos de miel, que hasta
ahora les vendían la modesta suma de 50 millones de dólares
por año. Y no hubieran invocado falsas razones sanitarias
para cerrar el ingreso de limones tucumanos, sanísimos de
acuerdo con las propias autoridades sanitarias norteamericanas.
Brasil, en contraste, es un sostén de la economía
argentina. Es el país con el que hemos tenido el mayor superávit
comercial entre 1995 y 2000: 5400 millones de dólares, contra
un déficit de 15 mil millones con la Unión Europea
y de 17 mil en el comercio con los Estados Unidos, siempre en el
período 1995-2000.
La combinación del uno a uno y el déficit comercial
con los Estados Unidos, en cambio, significa dos cosas:
u gastar mediante el aumento de la deuda externa (eso, cuando aún
nos prestaban);
u o, sin aumento de la deuda, elegir el déficit cero, o sea
eternizar la opción en favor de la fórmula más
ajuste y más recesión.
La devaluación sería explosiva. La dolarización
equivaldría a una recesión permanente, agravada más
aún porque se perderían el Mercosur y el mercado brasileño.
Pero optar por el ni-ni supondría mantener la
indefinición que surge de convivir con ambas: aguantarse
un poquito y explotar un poquito. Y, por supuesto, más desocupación,
hambre, huelgas, marchas, protestas y violencia.
Brasil no es ningún paraíso. Pero los brasileños,
que persisten en ser una nación, aún luchan por mejorar
su suerte colectivamente. Quizás lo hacen detrás de
un mito. Pero quizás por ser y pretender ser nación
entienden mejor que nuestros brujos cómo funciona el sistema
capitalista globalizado.
A los argentinos nos queda una opción. Volver a la lucha
a la que Brasil no renunció, o continuar calificando de mito
a la nación y de ilógicaa la pretensión
de tener moneda propia. En la práctica, continuar exportando
dólares. Y hacerlo de cualquier manera. Ahora vendrá
el zarpazo a los fondos de las AFJP. Después, la dolarización,
con lo cual las reservas, al no haber convertibilidad, ya serán
innecesarias.
Entretanto, los ilógicos brasileños continuarán
con la irracionalidad de rechazar los dólares y exigir reales
en sus restoranes. O, como dijo en Buenos Aires Delfim Netto, no
Lula, cuando le preguntaron por la dolarización: Si
usted cree que Papá Noel existe y atiende en Washington,
¡tudo bem!.
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Economista. Director académico del Instituto de Estudios
Brasileños de la Universidad de San Martín. Coordinador
de la página web Mafaldaresiste.
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