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OPINION

Brasil, la dolarización y Papá Noel

Por Andrés Ferrari*

Chiste brasileño: dos argentinos en el exterior quieren entrar a una fiesta.
–¿Les decimos que somos argentinos?
–No, a ver si todavía nos dejan entrar.

Nada pinta mejor a los dolarizadores argentinos que un párrafo publicado en Ambito Financiero el 11 de octubre. Dice: “El brasileño no juega contra su propia moneda y eso lo lleva hasta la falta de lógica: hoy, con una devaluación vertiginosa, los restaurantes prefieren el real y no aceptan dólares. Menos aún entienden la dolarización, que les parece una traición a la patria”.
Para curar el supuesto descalabro económico, Cavallo propuso a los vecinos adoptar una solución fácil y mágica: la convertibilidad. Sin embargo, nunca se produjo el caos que Domingo Cavallo viene anunciando desde enero de 1999, cuando Brasil devaluó. Por eso, ahora, la amenaza velada es que, o Brasil adopta la convertibilidad, o la Argentina dolariza y le da el golpe final al Mercosur. El problema es que la “racionalidad” de matar al Mercosur llevaría a que la Argentina perdiera su principal mercado porque, pese al devaluado real la Argentina tiene superávit comercial con Brasil.
La Unión Industrial Argentina, que con “racionalidad” apoyó el uno a uno, se queja de la devaluación del real. Pero la UIA, igual que la Sociedad Rural o Carbap, tiene su mercado en el “ilógico” Brasil. Tal vez ahora, inclusive, algunos dirigentes de la UIA hasta comprendan por qué la economía brasileña creció un 5,3 por ciento desde la devaluación mientras la producción argentina seguía destruyéndose. O por qué los Estados Unidos importaron un 12,23 por ciento más de productos brasileños, cifra que supera por el doble a los números argentinos. ¿Y el ALCA? No representa otra cosa que el interés norteamericano por el mercado brasileño, más que por el argentino. Si el mercado argentino fuera verdaderamente interesante los Estados Unidos hubieran dudado un segundo antes de condenar por dumping a los humildísimos productores argentinos de miel, que hasta ahora les vendían la modesta suma de 50 millones de dólares por año. Y no hubieran invocado falsas razones sanitarias para cerrar el ingreso de limones tucumanos, sanísimos de acuerdo con las propias autoridades sanitarias norteamericanas.
Brasil, en contraste, es un sostén de la economía argentina. Es el país con el que hemos tenido el mayor superávit comercial entre 1995 y 2000: 5400 millones de dólares, contra un déficit de 15 mil millones con la Unión Europea y de 17 mil en el comercio con los Estados Unidos, siempre en el período 1995-2000.
La combinación del uno a uno y el déficit comercial con los Estados Unidos, en cambio, significa dos cosas:
u gastar mediante el aumento de la deuda externa (eso, cuando aún nos prestaban);
u o, sin aumento de la deuda, elegir el déficit cero, o sea eternizar la opción en favor de la fórmula “más ajuste y más recesión”.
La devaluación sería explosiva. La dolarización equivaldría a una recesión permanente, agravada más aún porque se perderían el Mercosur y el mercado brasileño. Pero optar por el “ni-ni” supondría mantener la indefinición que surge de convivir con ambas: aguantarse un poquito y explotar un poquito. Y, por supuesto, más desocupación, hambre, huelgas, marchas, protestas y violencia.
Brasil no es ningún paraíso. Pero los brasileños, que persisten en ser una nación, aún luchan por mejorar su suerte colectivamente. Quizás lo hacen detrás de un mito. Pero quizás por ser y pretender ser nación entienden mejor que nuestros brujos cómo funciona el sistema capitalista globalizado.
A los argentinos nos queda una opción. Volver a la lucha a la que Brasil no renunció, o continuar calificando de “mito” a la nación y de “ilógica”a la pretensión de tener moneda propia. En la práctica, continuar exportando dólares. Y hacerlo de cualquier manera. Ahora vendrá el zarpazo a los fondos de las AFJP. Después, la dolarización, con lo cual las reservas, al no haber convertibilidad, ya serán “innecesarias”.
Entretanto, los “ilógicos” brasileños continuarán con la irracionalidad de rechazar los dólares y exigir reales en sus restoranes. O, como dijo en Buenos Aires Delfim Netto, no Lula, cuando le preguntaron por la dolarización: “Si usted cree que Papá Noel existe y atiende en Washington, ¡tudo bem!”.

* Economista. Director académico del Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de San Martín. Coordinador de la página web “Mafaldaresiste”.


 

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