Por
James Meek
Desde Ganikhel, Afganistán
El
hombre estaba sentado en medio de la roña, descalzo, en sucias
ropas grises y con un casco dorado. El sol del mediodía era feroz,
pero Mezhzakhan temblaba incontrolablemente. Había estado temblando
durante 20 horas, desde el mismo momento en que el reloj se detuvo en
su casa, cuando cayó la bomba norteamericana y mató a su
esposa. Mezhzakhan nunca había conocido a un norteamericano, solamente
había visto a sus aviones como puntos en el cielo. Pero había
escuchado por la radio, como el resto de este serpenteante villorrio en
las praderas, que estaban de su parte, y contra los talibanes. Ahora,
con su esposa Koko Gol enterrada ayer, con sus dos hijos, su madre y su
hermano heridos en el hospital, estaba en shock, desolado e inconsolable.
Interrogado sobre si sentía hostilidad hacia Estados Unidos, repuso:
¿Y cómo no? Mi esposa está muerta. Los norteamericanos
destruyeron nuestra familia. ¿Qué tengo que hacer? Deberían
bombardear al enemigo, no a nosotros.
Si el reloj que aún cuelga en la pared de su arruinada casa de
familia se detuvo en el momento exacto en que impactó la bomba,
fue a las 4.29 PM. Koko Gol, de 30 años, estaba en la casa tejiendo
ropa para el casamiento de su cuñado dentro de dos días,
cuando murió. Su marido estaba a pocos metros de distancia, ocupándose
de las ovejas. Escuché la explosión y corrí
hacia la casa dijo Mezhzakhan. Corrí hacia la casa
y vi a todos bajo las paredes de barro cocido, bajo el techo colapsado.
Empezamos a sacar a nuestros muertos y heridos. Entre los heridos
estaban el hijo de cinco años, y la hija de dos años y medio
de Mezhzakhan. Tuvieron que soportar un viaje en auto de unos 90 minutos
a lo que más se parece a un hospital en regla en la zona, por caminos
no pavimentados que trepan el valle de Panjshir. Las estimaciones sobre
el número de heridos diferían, pero este diario pudo saber
que en la casa vivían 11 personas, provenientes de dos familias,
ambas desplazadas de pueblos cercanos.
La única bomba redujo la parte central de la casa a montículos
de cascotes y polvo. Entre las ruinas había un fragmento retorcido
de metal de la carcaza de la bomba y una aleta giratoria de la cola de
la bomba, la señal delatora de que provino de una aeronave norteamericana
y de que fue guiada hacia su blanco por satélite o por láser.
Era, en otras palabras, lo que se llama un arma de precisión.
Algunas de las habitaciones todavía estaban medio enteras, mostrando
todos los signos de gente que está tratando de construirse un refugio
entre la pobreza y la guerra: un fragmento de género verde tenfifo
entre la brutal partición de polvo en lugar de yeso, el reloj,
una fotografía del hermano de Mezhzakhan en Irán con una
remera de los San Francisco 49.
El cadáver de Koko Gol, enmarcado en flores, fue llevado al lugar
de su entierro en el cementerio del villorrio. Su tumba es un pozo de
tierra de 1,8 metro, marcado en cada extremo por estacas talladas de modo
rudimentario, coronado por una barricada de ramas de árboles torcidas
cubiertas de piedras para evitar el paso de los animales. Después
que la enterraron, Kamaruddin, un anciano del lugar, habló a un
grupo de campesinos prematuramente envejecidos sentados con las piernas
cruzadas sobre el polvo. Las mujeres eran apenas visibles, escondiendo
sus rostros en las sombras del perímetro. Sus palabras, dirigidas
a una audiencia comprometidamente antitalibana en un área bajo
firme control de la Alianza del Norte. supuestamente amistosa hacia Estados
Unidos, son algo que va a sonar mal en Occidente. Ha sido asesinada
una mujer. Tenía deseos en su vida, pero debemos pensar en Alá,
y del modo en que estamos subordinados a su voluntad dijo.
Los norteamericanos vienen acá, tiran sus bombas en Afganistán
y matan gente inocente... No podemos perdonar esto, aunque nosotros mismos
somos culpables. Nosotros fuimos los que los invitamos aquí.
Entre los campesinos había desconcierto y confusión en vez
de rabia contra Estados Unidos, así como advertencias de que la
tolerancia teníalímites. Nosotros apoyamos a Estados
Unidos, porque está contra el terrorismo; ha comenzado a luchar,
pero no vamos a perdonar estos errores si ocurren de nuevo dijo
Naim Saffi, un comandante militar local. Creemos que este bombardeo
fue intencional, porque las armas de los norteamericanos son muy precisas.
La línea del frente está muy lejos de nosotros, y ellos
habían prometido que no iban a bombardear civiles.
Ayer Ganikhel era un lugar pacífico, sombreado por sauces y árboles
de moras, con patos flotando en los arroyos, hombres arando la tierra
con animales, como se hacía cuando el mundo era un gran Afganistán,
y niños polvorientos riéndose y correteando entre los complejos
habitacionales de barro cocido, donde las casas a menudo se confunden
unas con otras. Sin embargo, y pese a las palabras de Saffi, el lugar
no queda tan lejos de la línea del frente visto desde el cielo:
son 4,8 kilómetros. Fue apenas un mes atrás que los campesinos
volvieron aquí luego de un largo período de duelos de artillería
entre los talibanes y las fuerzas de la Alianza del Norte.
Tal vez lo más deprimente para los no afganos tratando de imaginarse
un acuerdo postalibán, Ganikhel es un modelo del tipo de armonía
étnica que el país en su conjunto ha encontrado tan difícil
crear: a grandes rasgos la mitad es de la etnia Tajik, dominante en el
norte, y la otra mitad de la etnia pashtún, dominante en el sur.
Dentro de esto, los norteamericanos tiraron una bomba. Las áreas
de la Alianza del Norte bullen de rumores de que los especialistas de
Estados Unidos están en la zona, guiando cada bomba al blanco elegido
y en ajustada coordinación con los comandantes locales. Pero nunca
coordinaron nada con Mezhzakhan y Koko Gol.
Ciertamente, no hay coordinación. Trabajan sin ninguna coordinación
-dice Emamjan, un comandante mujaidín local de pie entre las ruinas,
tan confundido como cualquiera. Debería haber comunicaciones
entre nosotros y ellos, pero depende de los que están arriba. Ellos
responden por nosotros. Son los que tienen los vínculos con los
norteamericanos. Y ése no es nuestro asunto.
De
The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Claves
-
EE.UU. atacó ayer por error a sus aliados en Afganistán,
matando a una mujer.
- La CIA empieza a pensar cómo destruir a Bin Laden. Todo indica
que sus posibilidades son mínimas.
- En Israel, el ejército se retiró de Belén,
pese a un nuevo atentado en Hadera que dejó cinco israelíes
muertos.
- En Pakistán, presuntos militantes islámicos mataron
a 18 católicos en una iglesia.
- En Filipinas, presuntos militantes del grupo binladenista Abu Sayyaf
mataron a 10 personas .
- En noviembre empiezan Ramadán, mes sagrado de los musulmanes,
y el temible invierno afgano. |
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