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OPINION

Intrigas en Washington

Por Claudio Uriarte

El general retirado afroamericano Colin Powell, que en el pintoresco Gabinete de George W. Bush ocupa aproximadamente el rol del negro pulcro y simpático que las viejas series norteamericanas nunca fallaban en incluir para curarse en salud de cualquier sospecha de racismo, dijo en estos días que esperaba que la campaña contra Afganistán fuera breve, y que todo estuviera terminado para antes de Ramadán –el mes santo de los musulmanes–, que comienza en noviembre. Decir esto y decir que desea que no haya ninguna guerra es aproximadamente lo mismo, porque faltan pocos días para Ramadán y la coalición entre Estados Unidos, Rusia y la Alianza del Norte no sólo no ha logrado aún los simbólicos pero significativos pasos de la toma de la estratégica ciudad de Mawaz-i-Sharif y de la capital Kabul sino que enfrentan a un inminente y formidable General Invierno que hará de la busca y destrucción de las bases terroristas de la organización al-Qaida de Osama bin Laden en el laberinto de montañas del país una tarea que demandará meses, si no años. Por eso salió el otro día el supervicepresidente Dick Cheney a tratar de poner paños fríos en la opinión pública norteamericana y advertirle que la captura de “Osama bin Laden, vivo o muerto”, como la había prometido en pleno estilo western el presidente George W. Bush al comienzo de la represalia, sería probablemente imposible.
Pero entre bajar los decibeles de las expectativas y recomendar irse al mazo no hay ya una funcional división de roles entre el jefe de la diplomacia y el máximo representante de la línea dura, sino una clara diferencia política. Una anécdota subrayará la tendencia. En una de las últimas reuniones de alto nivel del gobierno norteamericano antes de la ofensiva norteamericana contra Irak en la guerra del Golfo en 1991, Powell, que en ese entonces era el jefe de las FF.AA. norteamericanas, seguía insistiendo en la necesidad de negociar con Saddam Hussein. Entonces, Cheney, quien en ese momento era secretario de Defensa, lo llevó aparte y le dijo: “Colin, tú estás hablando de estrategia. Yo soy el que se ocupa de estrategia. Tú también estás hablando de política. Y Jim Baker (entonces secretario de Estado) es el que se ocupa de política”.
Es difícil saber qué pasará ahora, pero es seguro que las vacilaciones de Powell aluden a su obsesión por mantener el mayor grado de apoyo árabe posible. Pero perderá, porque EE.UU. siempre elegirá a Israel como socio estratégico en medio de un patchwork de Estados que son polvorines inestables e irrepresentativos.


 

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