El
general retirado afroamericano Colin Powell, que en el pintoresco
Gabinete de George W. Bush ocupa aproximadamente el rol del negro
pulcro y simpático que las viejas series norteamericanas
nunca fallaban en incluir para curarse en salud de cualquier sospecha
de racismo, dijo en estos días que esperaba que la campaña
contra Afganistán fuera breve, y que todo estuviera terminado
para antes de Ramadán el mes santo de los musulmanes,
que comienza en noviembre. Decir esto y decir que desea que no haya
ninguna guerra es aproximadamente lo mismo, porque faltan pocos
días para Ramadán y la coalición entre Estados
Unidos, Rusia y la Alianza del Norte no sólo no ha logrado
aún los simbólicos pero significativos pasos de la
toma de la estratégica ciudad de Mawaz-i-Sharif y de la capital
Kabul sino que enfrentan a un inminente y formidable General Invierno
que hará de la busca y destrucción de las bases terroristas
de la organización al-Qaida de Osama bin Laden en el laberinto
de montañas del país una tarea que demandará
meses, si no años. Por eso salió el otro día
el supervicepresidente Dick Cheney a tratar de poner paños
fríos en la opinión pública norteamericana
y advertirle que la captura de Osama bin Laden, vivo o muerto,
como la había prometido en pleno estilo western el presidente
George W. Bush al comienzo de la represalia, sería probablemente
imposible.
Pero entre bajar los decibeles de las expectativas y recomendar
irse al mazo no hay ya una funcional división de roles entre
el jefe de la diplomacia y el máximo representante de la
línea dura, sino una clara diferencia política. Una
anécdota subrayará la tendencia. En una de las últimas
reuniones de alto nivel del gobierno norteamericano antes de la
ofensiva norteamericana contra Irak en la guerra del Golfo en 1991,
Powell, que en ese entonces era el jefe de las FF.AA. norteamericanas,
seguía insistiendo en la necesidad de negociar con Saddam
Hussein. Entonces, Cheney, quien en ese momento era secretario de
Defensa, lo llevó aparte y le dijo: Colin, tú
estás hablando de estrategia. Yo soy el que se ocupa de estrategia.
Tú también estás hablando de política.
Y Jim Baker (entonces secretario de Estado) es el que se ocupa de
política.
Es difícil saber qué pasará ahora, pero es
seguro que las vacilaciones de Powell aluden a su obsesión
por mantener el mayor grado de apoyo árabe posible. Pero
perderá, porque EE.UU. siempre elegirá a Israel como
socio estratégico en medio de un patchwork de Estados que
son polvorines inestables e irrepresentativos.
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