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LA DOCENTE SUFRIO UN ATAQUE SEXUAL Y MURIO ESTRANGULADA
Revelaciones de un crimen brutal

Según la autopsia, la maestra fue asesinada el mismo fin de semana en que desapareció, en el club GEBA, donde había llevado a su hijito. Encuentran su celular en poder del único detenido.

Por Mariana Carbajal

María Fabiana Gandiaga murió por estrangulamiento el mismo fin de semana que desapareció del club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), luego de sufrir un ataque sexual. Intentó defenderse, pero fue golpeada en la cabeza. Su cuerpo –encontrado una semana después, en la noche del sábado, en un sótano del club– presentaba signos de violencia en la zona genital y lesiones por haber sido arrastrada. Los datos se desprenden de la autopsia realizada ayer, a cuyos resultados accedió Página/12. El único detenido en la causa, un empleado de limpieza de GEBA, declarará hoy ante el juez de instrucción Alberto Seijas. Su situación es comprometida: ayer en su casa la policía encontró el teléfono celular de la mujer.
Los investigadores de Delitos Complejos de la Policía Federal no descartan que más de una persona esté involucrada en el asesinato. No obstante, fuentes cercanas al Cuerpo Médico Forense que realizó la autopsia señalaron a este diario que por la contextura corporal de la mujer –no muy grande, pesaba 55 kilos– el crimen podría tener un solo autor.
El cadáver de María Fabiana, una docente de 37 años, fue encontrado con la parte inferior sin ropas, el sábado a las 23.10, en la sede ubicada en Bartolomé Mitre 1149, el mismo lugar donde se la vio por última vez, siete días antes. Estaba en un hueco de un sótano, donde hay un tablero de luz y al que se llega por una escalera pequeña. Se trata de un lugar de difícil acceso. La cabeza y el torso de la mujer estaban cubiertos por una bolsa negra. El hallazgo fue realizado por efectivos de Delitos Complejos, que trabajaron con perros. “Quien lo puso ahí conocía bien el edificio”, opinó uno de los investigadores.
El único detenido se llama Fernando, pero su apellido no trascendió. Tiene alrededor de 25 años y es empleado de una empresa de limpieza cuyo nombre sería “Buen Servicio”, contratada por GEBA para el aseo del club, según pudo saber este diario. Fernando no llevaría más de dos meses trabajando en el club. Durante un allanamiento en su casa de Bosques, partido de Florencio Varela, la Policía Federal encontró ayer el celular que María Fabiana tenía en el momento de desaparecer. En el marco de la pesquisa, también se allanó otra vivienda en Berazategui. Lo que tratan de determinar los investigadores es si el hombre encontró el teléfono durante su trabajo y no tiene nada que ver con el crimen, o si se lo quedó después de matar a la mujer.
De acuerdo con el estado de descomposición del cuerpo, los forenses encabezados por el médico Osvaldo Curci determinaron que la muerte se produjo al menos una semana atrás, es decir, el mismo sábado que desapareció. Desde las 16.30 de ese día, cuando le dijo a una amiga que iba a salir de la sede para comprar una gaseosa, no se supo más de ella (ver aparte). Las “lesiones de arrastre” que presenta el cadáver hacen suponer que el ataque se produjo en un lugar –podría ser el baño de damas, donde ayer se detectaron manchas de sangre que se están analizando para ver si coinciden con la de la víctima– y luego fue dejada en el sótano. Antes de ser asesinada, María Fabiana sufrió un ataque sexual. No se pudo establecer si fue violada, pero tenía marcas de uñas en la parte interna de los muslos, como si el agresor hubiera tratado de abrirle las piernas. “Se nota que ha luchado para defenderse del ataque sexual y de la maniobra de estrangulamiento”, detalló una fuente que presenció la autopsia. En su lucha con el asesino, la mujer recibió golpes en la parte posterior de la cabeza. Aunque no le produjeron fracturas, los golpes le llegaron hasta el hueso. María Fabiana murió por asfixia por estrangulamiento, sin lazo, aparentemente con el brazo o las manos.
Los investigadores están tratando de encontrar otros rastros del o los atacantes que permitan identificarlo: pelos en el sótano, semen en el cuerpo de la mujer y piel debajo de sus uñas. Con un estudio de ADN sepuede establecer si cualquiera de estos elementos pertenecen al detenido, por el momento único sospechoso.
El sábado a la noche no fue la primera vez que la Policía rastrillaba el edificio del club. Ya lo había hecho el martes y el jueves. Por eso resulta llamativo que el cuerpo no hubiera sido encontrado antes. Incluso, el marido de la víctima, Andrés Cabana, recorrió las instalaciones en la madrugada del domingo 21 –horas después de la desaparición– y según pudo saber este diario, llegó hasta la entrada del sótano con un sereno de la institución, pero inspeccionó el lugar desde arriba –sin descender la escalera–, desde donde el hueco en el que apareció el cadáver no se percibe.
En el caso interviene el juez de instrucción Alberto Seijas. Se espera que hoy le tome declaración al único detenido. En diálogo con Página/12, socios de GEBA que pertenecen a la oposición a la actual comisión directiva presidida por Jorge Conte –padre de Javier, medalla de oro en yachting, en Sydney– cuestionaron la falta de seguridad en el club: según denunciaron hace poco menos de un mes, se eliminó el servicio de vigilancia privada que había en las diversas sedes de la institución.

“Voy a comprar una gaseosa”
“Me voy a comprar una gaseosa. Si empieza el nene, filmalo que yo ya vuelvo”, le dijo María Fabiana Gandiaga a una amiga antes de dejarle la filmadora y abandonar la tribuna del club GEBA, adonde había ido para ver a su hijo Julián, de 6 años, participar en una competencia de taekwondo. Eran las 16.30 del sábado 20. Julián luchó a las cinco de la tarde, pero su mamá no lo vio. Desde el momento en que le anunció a su amiga que salía unos minutos, a María Fabiana no se la volvió a ver con vida.
Ni ella ni su hijo eran socios de GEBA. Habían concurrido a ese club circunstancialmente, por el campeonato de taekwondo. Julián practicaba el deporte en el Club Social y Deportivo de Floresta. María Fabiana iba a cumplir 37 años el viernes último. Estaba casada con Andrés Cabana, un empleado de una gerenciadora médica, de 37 años, con quien tuvo a Julián, el único hijo del matrimonio.
El marido se enteró de la desaparición de su mujer por un llamado del profesor de gimnasia de Julián. Según contó Cabana, entre las 12.30 y las 15.30 de aquel sábado el matrimonio habló varias veces por teléfonos celulares. “Le pudo haber pasado cualquier cosa, pero seguro desapareció por la fuerza o tuvo algún trastorno”, había declarado en un primer momento el esposo, convencido de que su esposa no lo había abandonado.

 

 

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