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Por Cecilia Hopkins
Veintisiete años después de su estreno, Héctor Bidonde
y Carlos Moreno vuelven a interpretar El pupilo quiere ser tutor, obra
sin palabras del austríaco Peter Handke, dirigidos como entonces,
por Oscar Lito Cruz. En realidad, ésta es la segunda vez que el
mismo equipo repone la pieza, ya que la había reestrenado en 1977.
Escrita hace 32 años por el autor austríaco el mismo
de Insultos al público y Kaspar, la obra consiste en una
larga serie de acciones ejecutadas sin solución de continuidad
por dos personajes, casi todas ellas cotidianas y aparentemente intrascendentes,
como preparar café, leer o cortarse las uñas. La diferencia
que existe entre pupilo (asumido aquí por Moreno) y tutor (interpretado
por Bidonde), la asimetría que caracteriza la relación que
mantienen, está dada por la velocidad o el tamaño que le
imprime cada uno a lo que hace. Como es de esperar, la ampulosidad y la
contundencia caracterizan los comportamientos del tutor y los movimientos
restringidos y cautelosos figuran entre las opciones a las que puede aspirar
el pupilo, aun cuando intente parecerse lo más posible a su mentor.
En realidad, la desigualdad que existe entre los personajes salta a la
vista desde la apariencia física: alto, robusto y de mirada desafiante,
el personaje de Bidonde parece estar a punto de fagocitar a este pupilo
de aspecto esmirriado.
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