Por
Fernando Cibeira
Estas
reformas y designaciones apuntan a la acción social del Gobierno,
así trató de explicar el presidente Fernando de la Rúa
los nombramientos de los tres nuevos ministros que juraron ayer. Con Hernán
Lombardi en Turismo, Cultura y Deportes; José Dumón en Trabajo
y Patricia Bullrich en Seguridad Social consiguieron llenar de entusiastas
amigos y colaboradores el Salón Blanco de la Casa Rosada, pero
no pudieron despejar la sensación de desprolijidad de toda la movida.
Los ministros no sabían bien qué funciones tendrá
cada cartera y, en algún caso, ni siquiera conocían el domicilio
de su nueva oficina. Para más, en Gobierno dicen que esto no termina
acá y que habrá más modificaciones que todavía
se discuten en Jefatura de Gabinete. Cuando todo finalice, se supone,
el Presidente habrá dado su respuesta a la derrota electoral con
un gabinete homogéneo en el que los ministros no discutirán
entre ellos.
El Presidente dijo tener confianza en que con el nuevo esquema
de gabinete el Gobierno va a mejorar la atención de las necesidades
sociales, que son urgencias impostergables. En realidad, el perfil
de las designaciones más social queda reducido a la
Agencia que promete manejar Bullrich desde comienzos del año que
viene. Dumón sólo seguirá manejando los planes Trabajar
en la medida que consiga retenerlos de la absorción que imagina
Bullrich. En tanto que Lombardi, más que social, imaginó
para su nueva y heterogénea cartera una justificación de
tipo reactivador. El turismo y la cultura son herramientas productivas
alternativas, sostuvo.
La jura de ministros es uno de los actos distintivos de este Gobierno.
En dos años ha habido montones, con pocas diferencias entre una
y otra -por regla es una ceremonia muy breve, por ahí un
poco más de trajes en alguna, algo más de alegría
partidaria en otras. La de ayer estuvo entre las bullangueras, sobre todo
gracias a Lombardi que llevó hinchada propia, un escaloncito por
debajo en los aplausos quedaron Bullrich y Dumón.
Lo curioso a esta altura es que tanto entusiasmo y saludos de los amigos
se diluya tan pronto. A veces, en cuestión de días. Un ejemplo
cercano es el del casi flamante ministro de Desarrollo Social, Daniel
Sartor, quien juró el miércoles pasado en una cartera que
ayer se daba a entender que tenía los días contados. Converger,
era el eufemismo que repetía Bullrich para explicar qué
sucedería con el ministerio de Sartor una vez que se creara la
Agencia Social, que estará bajo el mando de la ministra. Luego
de la convergencia, a Sartor le quedarían funciones
casi residuales, con lo que eran varios en el acto de ayer que se preguntaban
las razones de la apurada designación de la semana pasada que ahora
quedó envuelta en un gran interrogante.
No fue la única ida y venida de De la Rúa en los últimos
días. Para empezar, luego de las elecciones se estableció
que lo primero que haría el Gobierno sería acordar con los
gobernadores, luego anunciar las medidas y que el cambio de gabinete quedaría
como corolario del proceso poselectoral. Los contratiempos que encontró
en el camino llevaron al Presidente a actuar exactamente al revés,
con el agregado que los cambios de gabinete al parecer todavía
no terminaron.
El vocero Juan Pablo Baylac prometió más modificaciones,
ahora en Salud, Educación y Justicia. Salud es el más misterioso:
hay quienes llegan a decir que dejaría de existir o que también
podría unificarse. En cuanto a la fusión entre Educación
y Justicia Andrés Delich decía ayer no tener información
alguna. Otro de los cambios cantados, el de Rafael Pascual en reemplazo
de Ramón Mestre en el Ministerio del Interior, quedaría
para diciembre, cuando el presidente de la Cámara de Diputados
finaliza su mandato.
La arquitectura final del gabinete la sigue planeando Chrystian Colombo
junto a Marcos Makón, aunque con el desastre en los mercados, anoche,
enOlivos, las urgencias pasaban por otro lado. Para colmo, se comenta
que Makón está pensando en renunciar.
El nuevo organigrama tiene dificultades aún en el plano edilicio.
Bullrich creía que su nuevo despacho estaría en el lugar
que ocupaba la antigua secretaría PyMes o en el edificio de la
Jefatura de Gabinete. Lombardi, se suponía, continuaría
en el mismo lugar que hasta ahora. Para agregar las dos nuevas carteras,
De la Rúa se valió de un decreto de octubre que le permitió
modificar la Ley de Ministerios, que estableció un tope de diez.
Ayer, los ministerios quedaron en doce, mañana no se sabe.
Los nuevos ministros se quedaron saludando hasta que apagaron las luces
y salieron del caluroso salón, cuando ya no quedaba casi nadie.
Lombardi y Bullrich se abrazaron y se dijeron cosas al oído. Los
dos están enrolados en el grupo sushi de amigos de Antonio de la
Rúa, que también conservó para Darío Lopérfido
la secretaría de Cultura. Dumón, más alejado, recibió
cariños de viejos correligionarios. También una carta de
felicitaciones de Raúl Alfonsín en la que auguraba mucho
trabajo en su nuevo cargo. Trabajar a lo vasco, bromeó
el ex presidente, quien nombró a Dumón ministro de Educación
en las postrimerías de su gobierno, poco antes de entregar anticipadamente
el poder.
LA
HUELGA DE 100 MINEROS EN RIO TURBIO LLEVA DIECINUEVE DIAS
Paro
800 metros debajo de la tierra
Cien
personas encerradas en una mina de carbón, a 800 metros de profundidad
y a 6 kilómetros de la entrada. No es el argumento de una película
de cine catástrofe. Es la medida de protesta que realizan desde
el 11 de este mes los mineros de Río Turbio, en Santa Cruz, en
reclamo de la incorporación al convenio colectivo de 250 trabajadores,
y por la mejora de sus condiciones laborales. Nuestros compañeros
cortaron toda comunicación con el exterior. Todo se pone cada vez
más denso, dijo Héctor Wanzo, secretario general de
ATE-Río Turbio.
La mina tiene más de 70 kilómetros de galerías; en
una de ellas, muy lejos de la boca de entrada, se encuentran los trabajadores,
sólo iluminados por las luces que llevan en sus cascos. Por cuestiones
de seguridad, no pueden usar faroles. Así sobrellevan desde principios
de mes la protesta, en medio de las galerías sostenidas por una
suerte de arcos. Están en medio de la oscuridad absoluta,
más allá de las luces de los cascos, dice Wanzo. Y
explica que la comida se la hacen llegar los familiares, sobre todo
sus mujeres, con lo que juntan ellas y con lo que les dan los habitantes
de la cuenca. Con este método, logran acercarle arroz o algún
pedazo de carne a los mineros.
Para ellos la vida no sólo es difícil por el trabajo en
sí; cobran en promedio 700 pesos por mes, pero la comida sale mucho
más cara que en la Capital Federal. Por ejemplo, el kilo de carne
sale 7 pesos. Claro que pueden optar por carne enfriada, más barata
pero muchas veces con un extraño color azul que hace que la dejen
de lado.
Los mineros, entre los que hay muchos catamarqueños, riojanos y
jujeños, se mantienen en las galerías subterráneas,
esquivando los lugares con el aire viciado por el gas que desprende el
carbón. Cuando por el polvo o por las gases el aire es irrespirable,
se trasladan a otra galería. Y también lo hacen cuando baja
la temperatura, revela Wanzo. Lo más grave empresa
retiró al personal de seguridad de la mina, que es la que controla
el nivel de gas, agrega.
La mina también lleva la sombra de la muerte en sus entrañas;
el mayor peligro e el de un derrumbes, pero también están
las emanaciones de gases y la manipulación de explosivos. Y accidentes
como el que le costó la vida en 1996 a Oscar Reinoso. Formaba
parte de un grupo de muchachos nuevos, y para hacerles ganar tiempo, la
empresa los hizo trasladar en una cinta transportadora, sin ninguna indicación,
rememora Wanzo. Al llegar al final de la cinta, el compañero
no supo qué hacer, y terminó cayéndose hacia donde
estaba el rodillo gigantesco que hace girar a la cinta. Esa horrible
muerte todavía está impune.
El reclamo central de los trabajadores es que se incorporen al convenio
colectivo a los mineros que cobran un básico de 300 pesos, pero
que si trabajan a destajo, llegan a los 600. Como les pagan una
miseria, tienen que trabajar muchísimo para alcanzar un sueldo
más o menos. Eso, dentro de una mina, es un riesgo enorme,
explica Wanzo. La mayoría de los huelguistas pertenecen a esta
franja de trabajadores.
La otra demanda es la de mayores medidas de higiene y de seguridad. El
concesionario recibió más de 300 millones de pesos en subsidios,
y no los reinvirtió en la mina, ni mejoró las condiciones
laborales. Como el contrato vence en el 2004, está esperando a
que llegue esa fecha e irse, sin reinvertir nada, denuncia Wanzo.
Río Turbio: extremo sudoeste de Santa Cruz y a escasos 30 kilómetros
de Chile. Cien mineros, en medio de la oscuridad, buscan aunque más
no sea algo de luz.
Informe: Alejandro Cánepa.
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