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OPINION

El poder de lo negativo

Por James Neilson

Según la lógica foránea, Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo y el “modelo” que encarnan están por ser depositados en el basural de la historia. Puesto que virtualmente nadie, ni siquiera los contadores del FMI, soñaría con respaldarlos, tendrán que caer. ¿Correcto? En absoluto. Ocurre que la lógica criolla es distinta de las variantes rígidas y ortodoxas que se emplean en otras partes. Por haberse transformado la Argentina en un país de opositores en guerra contra la falta de crédito, la idea de que sea factible un gobierno de “unidad nacional” que logre conservar el apoyo de la mayoría luego de haber anunciado las primeras medidas es de por sí absurda. Fuera derechista o izquierdista, moderado o vesánico, cristiano o musulmán, un nuevo gobierno pronto se vería obligado a luchar contra el noventa por ciento o más de la población porque no le sería posible apaciguar a más que una pequeña fracción de quienes reclamarían que honrara todos los compromisos solemnes que fueron firmados en tiempos en que aún se creía que pase lo que pasare siempre habría plata para ir tirando algunos meses más.
Con escasas excepciones, los políticos más connotados entienden muy bien que lo peor que podría sucederles sería que De la Rúa tomara en serio sus ruegos y renunciara o que, después de consultar con un panel de sabios de la talla de Raúl Alfonsín, Eduardo Duhalde, Hugo Moyano más alguno que otro obispo, emprendiera la construcción de un novedoso “modelo” presuntamente consensuado. Entonces, todos salvo los irremediablemente pegados a la criatura proclamarían que ellos no tuvieron nada que ver con ella, que una vez más De la Rúa se ha vendido a los mercados o a una camarilla de fanáticos antiargentinos o a lo que fuera. Reaccionarían así porque a esta altura lo que quieren todos salvo los ladrones es que “la gente” se dé cuenta de que no hay nadie en este mundo que se sienta más apenado por el estado del país, aspiración que ya no rinde tantos dividendos como antes, pero que se resisten a abandonar porque en tal caso tendrían que pensar en qué hacer Hasta que finalmente decidan, les es necesario que algunos desafortunados sean considerados los grandes culpables de casi todo. Puesto que mientras siga esta fase al parecer terminal de “la crisis”, no hay nadie lo bastante megalómano como para ofrecerse a reemplazar a De la Rúa o a Cavallo, el dúo seguirá disfrutando de una base de sustentación que quizás sea negativa pero que, como aquellos colchones electromagnéticos sobre los cuales ruedan ciertos trenes ultrarrápidos, les permitirá continuar flotando hasta que el país llegue a la próxima estación.


 

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