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COMENZO EL DESFILE DE LOS TESTIGOS EN EL EXPEDIENTE DE LA AMIA
Dos personas que vieron la Trafic

Uno es encargado de un edificio. Otra una vecina. Los dos estaban cerca el día del atentado. Sus relatos del día del horror.

Por Adriana Meyer

Dos testigos aseguraron que vieron una camioneta Trafic segundos antes de la explosión que destruyó la sede de la AMIA. El encargado Carlos Heidenreich y la ex vecina de la zona María Nicolasa Romero sobrevivieron al ataque y ayer ratificaron ante el Tribunal Oral Federal 3 que poco antes de las 9.53 del lunes 18 de julio de 1994 vieron tal vehículo en cercanías de las calles Tucumán y Pasteur. Si bien estos dichos avalan la hipótesis judicial según la cual el edificio fue volado con un “coche bomba” cargado con 300 kilos de explosivos, tanto los fiscales como los querellantes de la DAIA sostuvieron ante Página/12 que sus expectativas no están centradas en los testigos porque “la existencia de la Trafic será acreditada por los peritajes y por los pedazos de camioneta que fueron encontrados en los cuerpos de las víctimas”. Quizás por eso sorprendió la vehemencia con que los defensores de los acusados trataron de invalidar esos testimonios, sugiriendo incluso que fueron “armados” o “inducidos”.
La nueva etapa del juicio oral comenzó con el testimonio de Carlos Rigoberto Heidenreich que trabajaba, y lo hace aún hoy, como encargado del edificio de Pasteur 724, en la cuadra siguiente a la AMIA. La mañana del 18 de julio este portero barría la vereda y se paró a conversar con la vecina Ludmila Birukov. “Yo tenía que ir a la administración de Pasteur 732, y antes de doblar por Viamonte miré y vi una camioneta Trafic que venía”, relató. Cuando se disponía a tocar el timbre en aquel edificio ocurrió la explosión. “Volé para adentro, caí parado como un gato, pensé que había sido un terremoto”, recordó. Heidenreich se incorporó reiteradas veces para señalar lugares exactos en una maqueta y en un plano.
El encargado generó dudas cuando contó que el viernes anterior al atentado vio a un hombre “que parecía árabe pero estaba vestido como brasileño” mirando hacia la AMIA desde enfrente de su edificio. También aseguró que no había hablado con ningún periodista, salvo con “uno que parecía de afuera” con quien comentó el hallazgo de un cráneo humano en su terraza. El relato figura en el libro Cortinas de humo, escrito por Jorge Lanata y Joe Goldman pero Heidenreich no lo había mencionado al declarar ante el juez Juan José Galeano. Ayer agregó que los restos humanos fueron recogidos por bomberos “con un balde y una palita”, pero no se llevaron otros elementos de la explosión que él barrió de la terraza.
Su testimonio despertó suspicacias entre los abogados de los 20 acusados y de Memoria Activa porque declaró ante Galeano recién en agosto de 1998 y ayer aseguró en dos oportunidades no haber dicho lo que consta en las actas de su primera presentación. Para invalidar sus dichos le preguntaron desde cuándo usa anteojos, dado que en la audiencia usó dos pares, y cómo fue contactado para acudir al juzgado. Heidenreich relató que lo buscó “un muchacho de la Brigada Antiterrorista, muy educado y correcto” que lo convenció de ir al juzgado. Ante una pregunta del Tribunal el encargado negó haber sido amenazado y que sus dichos hallan sido inducidos por algún integrante de una fuerza de seguridad o inteligencia.
Mientras los defensores se esforzaban en encontrar contradicciones, Heidenreich pidió retirarse para ir a trabajar. El juez Guillermo Gordo le respondió que “estará el tiempo que sea necesario y se le dará la certificación”. Según la abogada de la DAIA, Marta Nercellas, la energía puesta por los defensores en atacar un testimonio “de relativa importancia” apunta a “asustar a los próximos testigos”. El defensor Víctor Valle pidió que quede constancia de la reticencia de Heidenreich pero aún así el encargado pudo abandonar sin problema la audiencia.
Luego siguió la declaración de Ludmila Birukov, la vecina que confirmó que habló con el encargado y recordó que luego paseó a su perro por la calle Pasteur, pero aseguró que sólo “sentí la explosión, no vi nada”, ya que cuando se produjo el estallido “había alzado a mi pichicho porque iba a orinar en un lugar indebido”. A su turno, la enfermera María NicolasaRomero, de vistosa campera de cuero roja, aseguró que “reconocería” al conductor de la Trafic “beige” que venía por Tucumán, manejada por un chofer de “pelo cortito tipo militar, tez morena y ojos grandes”. Romero indicó que “el impacto me dejó como sorda y sentía que todo me caía en la espalda”, pero no pudo explicar por qué llevó a su hijo al jardín de infantes pese a lo que había ocurrido.

 

 

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