Por
Julián Gorodischer
Un
maratón de frases que se repiten (Es sólo un juego,
dice la más popular), o de torturas, o de compañía
para solitarios ofrece el continuado de realities en el cable. Cada semana,
otro canal decide competir con una nueva perla del género fetiche
y, entonces, incluye en la grilla una variación del encierro simple.
Las opciones son sofisticadas: una excursión paranormal en el flamante
Scream Test (por USA Networks), un viaje en barco a bordo
del Love Cruise (por Fox) o una tarde en la mansión
del Reality Reality (por el Canal 19 de Multicanal). Espectadores
verdugos eligen a dedo al perdedor, y el duelo por la víctima continúa
hasta que se descubre un nuevo intercambio de parejas en El Bar
2, o su correlato en el segundo Gran Hermano: la guerra
de almohadas.
Lunes,
22.00. Lisa, una entre los participantes encerrados en el Love Cruise,
besa a Michael en la boca, y después hace lo mismo con Anthony,
su compañero de camarote. Eres una loca, le dicen las
otras chicas, y Lisa se acompleja: Soy demasiado ingenua; no me
di cuenta. El repudio se pone en marcha y, hasta que la manden a
la Isla del Exilio, sus compañeros seguirán
complotando. Demuestran que el género más globalizado que
se recuerde recubre al complot de culpa y penalizaciones sólo en
su versión local; lo libera, en los Estados Unidos, al mejor estilo
de un culebrón de ricos y famosos. De hecho, el cruce de parejas
de Love Cruise recuerda a los usos del romance que narraban
series como Dallas o Dinastía: de cómo
utilizarlo para quedarse con el dinero (un pozo de 200 mil dólares).
A la rompecorazones, esta vez, no le dio resultado. Michael determinó,
en el Consejo de Hombres, que había que sacarla del medio...,
y ella arma las valijas.
Miércoles, 8.30. En la mansión de San Isidro nadie puede
dejar de hablar de Gisella Barreto. El Reality Reality moraliza,
y no deja con cabeza a las malas personas. La pescaron enviando al mundo
exterior una carta ilegal, en la cual pedía ayuda a una amiga para
ganar los 50 mil. Escribió: Llamá vos y toda tu gente
para echar a estos villeros. Descubierta, Barreto ordena, impávida,
desde el quincho: Estoy lista para irme, vengan a buscarme.
Ya no hay otro tema de conversación que no sea la conducta del
villano. No se puede decir villero así como así,
se queja María Pía. El debate, en Reality...,
excede el sistema de nominaciones y exclusiones.
¿Cómo subimos el rating?, se preguntan los actores,
alertados de los dos puntos en las mediciones, que garantizan una muerte
segura en el corto plazo. Pero nadie quiere improvisar sobre la actuación
de la Gise, según propone la producción, por temor a un
juicio de la correntina, que es capaz de cualquier cosa. Yo no me
como una demanda, dice Fabián Mazzei. Jessica Schultz corta
el tedio que reina en el living mal decorado: Estoy harta de ser
un conejillo....
Jueves,
16.30. USA Network anuncia dos estrenos para esa misma noche que, finalmente,
se postergan hasta el jueves próximo. En sus avances queda en claro
que Blind Date (a las 20) y Scream Test (a las
21) acercan la tendencia que llegó después del encierro
a secas: con la intimidad develada ya no basta. Un locutor, que quiere
hacerlo parecer serio, alega una función social para
la cita a ciegas de Blind..., que se televisa a lo largo de
todo un día de esplendor (la expectativa) y derrota (el resultado).
Pero después, los globitos de comic que se añaden a la imagen
(¿Qué estará pensando Mary?) convierten
el encuentro para solos y solas en un sketch con claque incluida en el
estudio.
En Scream Test, en cambio, alguien pasará la noche
en un sitio con alto índice de actividad paranormal. Los subgéneros
del reality compiten con las películas: uno de romance y uno de
terror para complacer a franjas dispares. Saturado el objetivo de inicio
(mostrar la vida real de las personas comunes), los recién llegados
se confundirían, sin previo aviso,con cualquier ficción
mal terminada. El participante en riesgo es el descendiente directo del
habitante relajado de la casa. Se suceden los gritos y los ojos rojos,
y alguien pide que la tortura se termine. Los efectos especiales lo vuelven
todo aún peor. ¿Querés ver más?,
pregunta, todavía ingenuo, el slogan de uno de los reality locales.
Viernes,
23.00. En la TV satelital, Gran Hermano 2 (por DirecTV) y
El Bar 2 (por Sky) adquieren una dimensión desconocida
para los seguidores de sus versiones de la tele abierta. Si en Telefé
y América se compilan los nudos de una trama (el brote y salida
posterior de Pablo en Gran Hermano, la alianza de mujeres
encabezada por María Eugenia en El Bar 2), el continuado
permite ver a Silvina sacudiendo la panza al ritmo de El meneadito
y a Roberto depilándose las tetillas, en la casa de Martínez.
El Gran Hermano parece desesperado por subir el voltaje, a
tono con la comentada orgía de la competencia y, entonces, las
chicas desnudan al paisa.
El paisa está en bolas, grita Xime o la Negra
o la que habla con los perros y después hacen lo mismo
con Gustavo. La parodia del erotismo de enfrente se pone en marcha. Si
en Sky hubo que cortar la transmisión después de que Diego
tirara a la cámara un forro usado, en DirecTV nunca parece necesario
ejercer la autocensura. Chivi y la Negra se tapan los ojos,
y el paisa, cansado, se pone las bermudas. Los valientes, autocontrolados,
nunca harían nada que no quede incluido en la frase que usará
Solita, un día después, para presentar el bloque: Veamos
cómo se divierten.... Nada que no quede bajo el estatuto
de la travesura, nada que le borre la sonrisa.
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