Por
Diego Fischerman
En los 80 pasaron dos cosas. Por un lado, apareció un nuevo
invento, el compact disc, y con él la necesidad de reconvertir
viejas discotecas al nuevo soporte. Por el otro, el dólar, aunque
fuera artificialmente, se emparejó con el peso. La primera consecuencia
fue la aparición de meganegocios, a la manera de los que había
en ciudades mucho más pobladas y más ricas, y el desembarco
de algunas de las empresas que operaban en el resto del mundo. En el principio
estuvo Musimundo, después una sucursal de Tower, más tarde
dos, otra más y, finalmente, cuatro. Incluso comenzó la
instalación porteña de FNAC (el monstruo francés).
Los sellos discográficos tuvieron que traer, en muchos casos, mucho
material cuya existencia sus ejecutivos habían ignorado hasta el
momento. Los melómanos compradores de discos clásicos y
de jazz vivieron una pequeña primavera en la que, por primera vez,
podían adquirir en Buenos Aires aquello que antes tenían
que viajar para conseguir. Los catálogos casi completos de Blue
Note, Verve, Fantasy y, en el terreno de los clásicos, Deutsche
Grammophon, Decca, Philips, RCA, Sony y EMI, estuvieron a disposición
y las ventas de los negocios fueron, en los primeros tiempos, espectaculares.
La recesión continuada, sumada a la impericia en el manejo de los
catálogos especiales por la mayoría de los ejecutivos de
las compañías grandes provocaron, en un tiempo mucho menor
que el que había llevado la construcción del boom, su inversión
exacta: cierre de sucursales, convocatorias de acreedores, sellos discográficos
echando gente a mansalva y repertorios completos desapareciendo del mercado.
Hoy los otrora poderosos sellos clásicos unidos actualmente en
Universal (Deutsche Grammophon, Decca y Philips) se han convertido en
las figuritas difíciles. Por primera vez en la historia del mercado
discográfico en la Argentina es más fácil conseguir
una novedad de sellos chicos como Hyperion, Harmonia Mundi, Opus 111 o
Auvidis (que son distribuidos por una disquería porteña)
que los de los sellos grandes. Un dato lo dan los recientes premios otorgados
por la revista especializada inglesa Gramophone: ninguno de los CDs premiados
(todos publicados en el lapso del último año) pertenecientes
a las majors llegó a Buenos Aires a través de las filiales
locales de esos sellos. Tampoco los pesos pesado han tenido suerte. Ni
el último CD de Cecilia Bartoli, en el que interpreta arias de
Gluck, ni la versión de Falstaff de Verdi dirigida por Gardiner
(en pleno año Verdi y con puesta de esa ópera en el Colón
incluida) ni grandes nombres del jazz como Kenny Barron (que vendrá
a Buenos Aires en diciembre y que grabó para Verve un disco excelente
con la violinista Regina Carter) fueron importados. Por suerte, existen
Internet y las disquerías virtuales.
Sigue
el ciclo
El
ciclo de conciertos de música contemporánea del Gobierno
de la Ciudad continúa hoy a las 20.30, en la Sala Casacuberta
del Teatro San Martín. La particularidad tendrá que
ver con que los autores de las obras que serán escuchadas todos
argentinos que compusieron especialmente para la ocasión
no serán revelados hasta la semana próxima. Los intérpretes
de este concierto bautizado El Hombre que fue Jueves (en homenaje
de Chesterton y de la capacidad de la música para develar enigmas)
serán Patricia Da Dalt en flauta, Marcela Magin, Elizabeth
Rivolsi y Mauricio Weintraub en violas, Guillermo Sánchez en
clarinete bajo, Martín Devoto y Roberto Segret en cellos, Sergio
Rivas y Patricio Cotella en contrabajos, Manuel de Olaso en piano
y teclados, Martín Ferrés en bandoneón, Enrique
Schnebeli en trombón, Hernán Vives en guitarra eléctrica,
Pablo La Porta en percusión y Mónica Cosachov en clave.
La dirección será de Santiago Santero. |
LA
SINFONICA DE RADIO BERLIN EN BUENOS AIRES
Parte
de una gran tradición
En
las primeros décadas del siglo XX, las orquestas sinfónicas
resultaban una pieza fundamental de la radiodifusión. Los tiempos
cambiaron. El disco se hizo mucho más fiel y la transmisión
de conciertos dejó de ser una razón de estado. Pero varias
de las grandes orquestas fundadas en ese entonces siguieron existiendo,
se acomodaron a la nueva rutina de las salas de concierto y, en algunos
casos, como los de las orquestas de la Radio Francesa (de LORTF,
era su nombre) y la de Radio Berlín, siguieron estando entre las
de primer orden. Por esas casualidades, el notable director Marek Janowski,
que ya vino a Buenos Aires al frente de la primera de ellas, está
nuevamente en esta ciudad, esta vez para dirigir a la segunda. Hoy y mañana
a las 21, para el ciclo Harmonia, que auspicia la Fundación Cultural
Coliseum, la Sinfónica de Radio Berlín actuará en
el Teatro Coliseo con dos programas que tienen varios puntos de interés.
En el primer concierto la orquesta hará Finlandia Op. 26 de Jan
Sibelius, la Sinfonía Nº 4 de Robert
Schumann, Muerte y Transfiguración de Richard Strauss y el Preludio
de Los Maestros Cantores de Richard Wagner. Mañana, el programa
incluirá la Obertura Egmont y la Sinfonía Nº
8 de Ludwig van Beethoven y la Sinfonía Nº 7 de Anton Bruckner.
Nacido en Varsovia, Janowski es uno de los principales directores de orquesta
de la actualidad. Director musical de la Orquesta de Radio Francia de
la que era director principal desde 1984, sus versiones discográficas
de obras de Richard Strauss y de Olivier Messiaen (registró su
Sinfonía Turangalila) han sido multipremiadas. Como director de
la Orquesta de la Radio Berlinesa continúa una tradición
de nombres fundamentales de la historia musical, empezando por compositores
que la dirigieron, como Igor Stravinsky, Kurt Weill, Sergei Prokofiev,
Arnold Schönberg, Richard Strauss y Paul Hindemith, entre otros.
A lo largo de su historia, fueron sus titulares, entre otros, Eugen Jochum
y Sergiu Celibidache.
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