Por
Esteban Pintos
Aunque
conserve tozudamente a veces incluso a su pesar un lugar al
costado de todo aquello que luzca, sea o se declare masivo en el
rock argentino, Daniel Melero no detiene su marcha. Hace cosas. Graba
un disco al que titula graciosamente Tecno, con instrumentos bajados de
Internet, y al tiempo edita otro, Vaquero, donde se vale de una banda
de instrumentos convencionales para tocar y cantar pop rock rutero. Ahora
mismo ocupa su tiempo en producir películas bajo la misma concepción
instrumental de Tecno imágenes y software bajados de la red
y en dirigir un curso de desaprendizaje sobre la relación
hombremáquinas. Pero no elude la conversación y el
pensamiento sobre todo aquello que Página/12 le propone: su edad
en función de la música que produce, la cultura rock, el
rock barrial argentino dominante y todo lo que el mundo vio cambiar después
de los atentados terroristas del 11 de septiembre.
Este año, en el show de Argentina en Vivo 2 en
el Club Hípico, no fue bien tratado por quienes esperaban a El
Otro Yo. Pareció que se repetía la historia de B.A. Rock
en 1982... Aquella vez era demasiado moderno para el contexto.
¿Esta vez era demasiado viejo para el público?
El rock siempre pareció perseguir un mito de eterna juventud. ¿El
paso del tiempo le crea algún conflicto?
Es curioso porque el show del Club Hípico fue el espectáculo
masivo con mayor aceptación que haya tenido en mi carrera. Nunca
estuve en un lugar con 15 mil personas y con 13 mil a favor, nunca había
visto ni 500 a favor... Creo que no soy un artista para miles de personas
juntas, sí tal vez para que vayan viniendo de a poco. Pero ese
día del festival en el Club Hípico me pusieron a mí
con el piano antes de El Otro Yo y resultó natural que los chicos
se impacientaran. No tengo conflicto con ir creciendo y permanecer en
el rock, porque fui cambiando mi actitud con la edad. No intento ser metabólico
y físico en el escenario. Sí creo que mi manera de ser rockero
es mantener mis ideas jóvenes. Para mí no hay cosa más
patética que los tipos que van cumpliendo 35, 40 años y
tienen letras de canciones con lo que ellos creen el conflicto de una
persona de 18... Un chico de 18 dice entonces: ¿Qué
le pasa a este viejo? ¿De qué está hablando?.
Lo interesante es poder ir creciendo con el público y de esa manera
llegar también a ser interesante para los jóvenes como un
buen modelo de envejecimiento. Que es un proceso interesante de ver, también.
¿Por qué cree que el rock argentino no tiene estrellas
o músicos masivos verdaderamente jóvenes? Spinetta, Charly,
Fito, son casos de músicos que aparecieron con veinte años
o poco más... Hoy, cierta renovación viene liderada por
El Otro Yo, Babasónicos o Leo García, y en todos los casos
son músicos de 30 años o más...
En la Argentina el éxito llega si durante una década
hacés siempre lo mismo. Es casi una ley de mercado. Es penoso:
las puertas están tan cerradas, hay que patearlas tantas veces
para derribarlas y se gasta tanta energía, que después el
que lo logró ya no sabe qué hacer. Cuando las circunstancias
para una revolución ya están dadas, esa revolución
ya no es revolucionaria. Es triste. Para mí, hoy existe un apocamiento
en los jóvenes y una clara sensación de imposibilidad. La
adolescencia se extiende, persiste hasta los 26, 27 años, es una
situación rara por lo económico y la decadencia del sistema
educativo.
¿El rock barrial es emergente de esa situación social?
Hay un sistema perverso que valora el éxito comercial como
éxito artístico. El sistema tiende a llamar artistas a sus
lacayos. El rock futbolero, barrial o como quiera llamárselo es
ultraconservador. Veo presentadores de televisión o periodistas
que, cuando están frente a un artista, resaltan su coherencia y
su constancia, cosas que deberían ser virtudes de un trabajador
social, de un político. Es exactamente al revés... Somos
capaces de tolerar la corrupción de un político si hace
algo, pero en los artistas se resalta que siempre hagan lo mismo, que
sean coherentes con su discurso. El artista debería
estar obligado atraicionar su discurso continuamente, porque si no, no
tiene de qué volver a hablar. ¿Para qué va a hacer
otro disco si va a ser igual? Para mí, estos grupos no son rock.
Es música. Creo que los grupos de rock no tuvieron éxito
comercial en la Argentina en los últimos años, y muy pocas
veces se dio el caso de un grupo que fuera rockero y que tuviera éxito,
en el verdadero sentido de la palabra rock.
¿Puede pensarse en este rock como un nuevo peronismo, con
una forma de militancia política que se traduce apenas
en un discurso te sigo a todas partes, yo te quiero y acciones
de una hinchada de fútbol?
Que tu patria pase a ser una banda de rock o un equipo de fútbol
es desesperante. Ser tu propio modelo es un desafío y solamente
lo podés encarar si tenés elementos para encararlo. El primer
elemento es la educación, y no la educación pavloviana,
sino enseñar a pensar por uno mismo. Este rock es un aliado: son
lacayos del sistema y se los premia por eso. No joden, no tienen nada
que cambiar. Creo que estamos asistiendo a la muerte del concepto de música
como revolución, que siempre me apasionó. Yo sentía
que el rock era revolucionario, era la música de fondo de tu revolución
personal. Había una cultura rock, con los libros que leías
y las películas que veías, lo que discutías con tus
amigos alrededor de eso. Eso hoy está vaciado, y el rock es sólo
una música que no discute, que no cambia, que no genera alrededor
una cultura y que es un producto más de la falta de cultura. Tal
vez es embromado decirlo, pero el rock siempre fue elitista. El rock de
cambio siempre fue producto de una elite, que después se volvía
masivo. Entonces esa idea no servía más, venía alguien
y pateaba el tablero, y así... Esa situación no existe más.
Paralelamente a esta quietud que usted menciona, una práctica
ilegal pero siempre asociada a la cultura rock el consumo de drogas
es vista como algo casi natural, al menos en ciertos sectores jóvenes...
Decididamente creo que hoy existe mucha gente tomando drogas, y
que le caen mal. Pero en definitiva, todos usamos ropa. Los medios utilizan
esta discusión para trivializarla: a mí me cae bien Andy
Chango, pero que vaya a hablar sobre drogas al programa de Lucho Avilés...
No hay interlocutores válidos, entonces le responden con lugares
comunes, a los que él responde con lugares comunes. Tal vez él
estaba promocionando su disco y lo hizo por eso. No creo que haya producido
un mal, pero no produjo un bien, o sea disparar una verdadera discusión.
Estoy a favor de la despenalización del consumo de marihuana. Es
más: el Gobierno debería tener, en la puerta de los recitales
por ejemplo, gente que testeara lo que el público está tomando.
Ya que no se están haciendo cargo de legalizarlo, uno tiene derecho
a saber qué compró... OK: si no vamos a discutir la despenalización,
aceptemos que el consumo existe e informemos a la gente qué está
consumiendo, porque creo que eso produciría una conciencia más
interesante. Sería el primer paso a una despenalización
más inteligente.
¿Considera que existe un antes y un después de los
atentados del 11 de septiembre? ¿Cómo piensa estos episodios?
Primero, creo que la violencia tiene muchas formas, y Estados Unidos
ejerció y ejerce violencia. Cada conflicto lo solucionó
aplastando al otro sin escuchar, y ahora se está enfrentando con
las armas que desarrolló para aplastar a otros. En realidad, me
parece que se trata de una guerra de tipo financiero, que tiene a los
países como una fachada para ocultar los verdaderos poderes en
conflicto. Quienes están en guerra sí saben quiénes
son. Lo curioso es que se parece bastante a una pelea entre dos familias
mafiosas, que alguna vez fueron aliadas y ahora no lo son más.
Al margen de eso, me parece que lo peor que sucede es que Estados Unidos
-sobre todo los poderosos y los medios de amplificación de los
poderosos, como CNN no están teniendo ninguna reflexión
sobre las causas de esto. Sólo se fijaron en las consecuencias,
que son horribles, nadie lo puede negar. Hay mucho mensaje en la violencia
ejercida por Bin Laden. Este mundo de tanta desigualdad permite que haya
un Bin Laden, él no tendría lugar si las naciones desarrolladas
tuvieran otra política. En ciertosentido, me molesta la ignorancia
del pueblo de los Estados Unidos: esa cosa de rebaño y de aceptar
a sus poderosos, y la mentira que les dicen porque total ya tienen más
o menos la vida armada, el acceso al confort. No pienso exactamente como
Hebe de Bonafini, creo que es exagerada al decir que le alegra lo que
sucedió. Es difícil ponerse contento con la muerte, aunque
con alguna muerte puntual se puede llegar a sonreír a veces...
Había muchos turistas dentro de las torres, no sólo operadores
de mercado y explotadores. Pero en términos generales
me parece que es interesante ver también cómo la mejor forma
de terrorismo es la misma estructura del sistema: todo lo que está
ocurriendo, el sistema lo provee. Aviones americanos contra iconos americanos.
O el correo, con la paranoia del ántrax. Hoy tengo la sensación,
tal vez me equivoque, estoy seguro de que me equivoco, pero mi sensación
es que la guerra la está ganando Afganistán. En un plano
que no tiene que ver con las bombas ni con los atentados. La guerra de
llevar al mundo a una reflexión, desde el dolor que esta gente
viene sufriendo.
¿Puede hablarse, llevado el enfrentamiento a un extremo,
de un choque de civilizaciones Occidente contra el Islam como
trasfondo?
Todos llevamos una existencia muy egoísta. La tecnologización
de una parte de la humanidad, y que eso se convierta en un arma de parte
de quienes la producen y poseen, plantea una situación que no sé
adónde puede desembocar. En la medida en que no vayamos hacia un
mundo más justo, en el cual cada persona pueda ser su propio modelo,
como utopía, seguirán los conflictos de esta clase. En términos
generales, están chocando dos cosas: la fe ciega, que puede ser
de cualquier religión, y el poder financiero. No veo dónde
se pueden poner en equilibrio. El concepto del uso del dinero mismo deberá
ser, alguna vez, revisado. Pero también considero que eso es una
utopía tan profundamente anarquista que me encanta, me siento muy
identificado con ella, pero no veo la manera de implementarla. Mi mundo
ideal es sin dinero, y el poder sin religión. Para mí va
más allá de OrienteOccidente, y empieza a ser el dineroel
no dinero y la idea de gobierno. Me gusta hablar de estas cosas, porque
se supone que yo soy un muchachito superficial...
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