Por Adriana Meyer
Fernando Jorge de Santibañes
puede convertirse en el primer ex funcionario llamado a indagatoria por
el repuesto juez federal Norberto Oyarbide. Los fiscales Eduardo Freiler
y Federico Delgado pidieron que el ex secretario de Inteligencia del gobierno
delarruista y otros ex empresarios y ex directivos del Banco Nación
sean convocados a declarar como sospechosos en la causa denominada Inducuer.
De Santibañes siempre juró que no tiene nada que ver
con ese maldito proyecto, pero los fiscales concluyeron que su presencia
se perfila como una sombra detrás de las empresas involucradas,
según el dictamen al que Página/12 tuvo acceso exclusivo.
Los ex directivos del Nación Aldo y Mario Dadone, Hugo Gaggero
y Genaro Contartese, procesados en el escándalo con la empresa
IBM, también están en la mira.
En rigor, quien fuera el principal fundamentalista del ajuste aún
puede seguir viajando a los Estados Unidos para dar sus cursos y atender
a sus caballos de carrera. Pero en cualquier momento deberá estar
a disposición de la Justicia. El juez Oyarbide aún
no decidió si accede al pedido de los fiscales, pero mientras tanto
ordenó una serie de medidas tendientes a precisar la magnitud de
la estafa, a través de una serie de exhortos diplomáticos.
Fuentes judiciales consultadas por este diario prefirieron no anticipar
si las indagatorias se producirán antes o después de la
concreción de esas medidas, que consisten en recabar datos de las
empresas radicadas en el exterior, dos de ellas italianas y una en quiebra,
implicadas en la maniobra. ¿En qué consistió la presunta
estafa?
Todo empezó el 10 de noviembre de 1989, cuando Fernando de Santibañes
y Angel David Gorodisch, propietarios del Banco de Crédito Argentino,
fundaron una sociedad llamada Ferdar, que se convertiría en la
controlante de la megacurtiembre Inducuer. La empresa suiza Ultrafin había
resuelto en agosto de 1989 financiar el proyecto, que contaría
con equipos y servicios provistos por la italiana Giza. También
otorgaría créditos la Banca Gottardo, pero en todos los
casos se exigía el aval de un banco oficial argentino de primerísima
línea. No podía ser otro que el tan vapuleado Nación.
En noviembre de 1990 De Santibañes y Gorodisch se retiran. Y en
enero de 1991 el banco concedió el primer aval. Hacia setiembre
del año siguiente los socios europeos quebraron. El Nación
siguió aportando recursos para la reconstrucción del proyecto.
Hace tres años, Inducuer se terminó de hundir y llamó
a concurso de acreedores. El caso ocurrió durante la presidencia
de Hugo Santilli y Aldo Dadone, quienes nunca ordenaron verificar a quién
habían otorgado los avales. Los investigadores consideran inadmisible
que los funcionarios del Nación no haya comprobado durante siete
años algo tan elemental como la inexistencia de la empresa, está
acreditado en la causa que no llegó a curtir un sólo cuero.
Si hubieran actuado con más reflejos el daño patrimonial
habría sido menor. La causa Inducuer empezó en 1998 por
la denuncia de Nación, que le confió la querella al abogado
Jorge Edwin Torlasco, socio de León Arslanian.
En noviembre de 1999 Página/12 reveló los detalles del caso
y el entonces jefe de los espías acudió al juzgado de Gabriel
Cavallo, que en ese momento reemplazaba a Oyarbide, para que le dieran
un certificado de que no estaba imputado. Pero el papel que se llevó
decía que no estaba implicado por ahora. De Santibañes
se defendió diciendo que era el vicepresidente de la empresa Ferdar
y sólo tenía una cuarta parte, de tal modo que su incidencia
no era mayor al cinco por ciento. E intentó despegarse del caso
argumentando que se retiró de la sociedad controlante de Inducuer
en noviembre de 1990, tres meses antes de que el Nación otorgara
el primer aval a la operación, que consistía en la instalación
de una gigantesca curtiembre en Monte Chingolo. Sin embargo, fuentes del
directorio del Nación sospecharon de la adulteración de
esa fecha en el acta correspondiente. En los hechos, lo reemplazaron su
amigo Guillermo Miguel Nano y su contador, Carlos Adolfo de la Vega. En
el Nación sospechan que son testaferros. Cuando el juez Gabriel
Cavallo, recientemente ascendido a camarista, tuvo en sus manos la causa
trató de determinar si quienes lo sucedieron en Inducuer estaban
vinculados a él ya sea por haber sido empleados de su banco el
Crédito Argentino, con cuya venta se hizo millonario o por
alguna otra relación. Ahora, con más elementos de prueba
recogidos, los fiscales Freiler y Delgado determinaron que De Santibañes
fue accionista fundador de Ferdar pero además su presencia
se perfila como una sombra detrás del domicilio consignado por
Alejandro Almarza, síndico titular de Inducuer y suplente de Ferdar
desde 1993, confirmado en 1996.
Los investigadores ya pudieron establecer que el perjuicio patrimonial
para el Estado es de unos 38 millones de pesos, que el equipamiento de
la curtiembre estuvo sobrevaluado en un 55 por ciento y que el Banco Nación
omitió varios pasos legales al otorgar los avales para la operación.
Además de los hermanos Dadone, Gaggero y Contartese, deberían
presentarse también los ex directivos Hugo Santilli y César
Ochoa. Y además de De Santibañes los fiscales mencionaron
como posibles indagados a Rodolfo Constantini, Guillermo Miguel Nano,
Angel Gorodisch y Carlos de la Vega.
Los fundamentos del
dictamen
El conocimiento material de los hechos comenzó a
partir de una investigación interna realizada en el Banco
Nación (BNA) que calificaba a la firma Inducuer como con
problemas. Así comienza el dictamen con el que
los fiscales Eduardo Freiler y Federico Delgado pidieron la indagatoria
de Fernando de Santibañes, a mediados de octubre. Según
ellos, las sucesivas resoluciones del BNA posibilitaron la implementación
del temerario negocio. La primera de ellas, de enero
de 1991, ocurrió durante la presidencia de Hugo César
Santilli en el directorio y marcó el camino del ruinoso
emprendimiento garantizado por el BNA. Sin embargo, las resoluciones
de abril y diciembre del 1994 continuaron el proyecto en condiciones
altamente desfavorables: el capital de maniobra de Inducuer
era altamente deficitario, sus niveles de endeudamiento iban en
franco aumento mientras su producción decrecía y ya
demostraba retrasos en el pago de las comisiones pactadas con el
BNA. A lo que debe sumarse el estancamiento del negocio,
que aparecía definitivamente como un sueño irrealizable
luego de los incumplimientos y posterior quiebra de Giza.
Y concluyeron que nada de ello obstó a que el BNA se
volviese a comprometer en similares condiciones y con las mismas
deficientes garantías.
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