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LA TESTIGO QUE PASABA POR AHI Y PERDIO A SU HIJO
“Un viento fuerte me levantó”

Rosa Montano contó cómo la explosión le arrancó a su chiquito
de 5 años y dijo no haber visto una Trafic. La defensa aprovechó para alimentar la tesis del volquete-bomba.

Los testimonios de ayer sobre la Trafic no fueron considerados concluyentes por Memoria Activa.

Por Irina Hauser

Dolor, angustia y especulaciones se mezclaron en el juicio oral por el atentado a la AMIA. El testimonio de Rosa Montano de Barreiros, que relató cómo la explosión le “arrancó” a su hijo de cinco años de las manos, hizo lagrimear a varios oyentes y provocó un largo silencio en la sala de audiencias. La declaración del electricista Daniel Joffe, en cambio, estuvo plagada de descripciones confusas y algunos abogados defensores intentaron usarla, a través de sus preguntas, para poner en duda que una camioneta haya sido utilizada como coche-bomba. Las tres personas que se presentaron ayer negaron haber visto la Trafic. Pero el lunes otros dos testigos habían asegurado que sí la vieron. La clave, no obstante, estará en la solidez de los peritajes. Hasta ahora los estudios de la Policía Federal, la Gendarmería, de expertos norteamericanos, de Alemania y de Israel, coincidieron en que la Trafic se usó para cometer el atentado. El Tribunal Oral 3 ordenó, igualmente, otra pericia a ingenieros militares.
Rosa Montano, de 40 años, revivió ayer como en cámara lenta cada instante de esos minutos en que perdió a su hijo. Acababan de pasar caminando por la puerta de la AMIA. “Un viento muy fuerte me levantó y me tiró. No podía respirar, quería ver donde estaba el nene. Quería hacerlo reaccionar”, contó. Después lo vio un metro detrás suyo, dijo entre llantos. Más tarde, continuó, se dio cuenta de que no había podido levantar a su hijo: “Mi brazo derecho tenía fractura expuesta, me faltaban músculos y tendones. Tenía la mano colgando”, explicó. A su hijo Sebastián vio como se lo llevaban en brazos. “Quería seguirlo, pero no podía”, se lamentó. Estuvo 32 días internada. “No pude enterrar a mi hijo”, sollozó.
La mujer recuerda que vio un volquete cerca de la AMIA al que estaban llenando de escombros, un auto descompuesto en doble fila, un patrullero, y una camioneta de una empresa panificadora. Pero no vio la Trafic. En eso coincidió con Joffe, el siguiente testigo. Joffe señaló que había sido circunstancialmente contratado como electricista por la AMIA, cuya sede estaba en plena refacción. En el momento del atentado estaba arreglando su auto, a pocos metros del edificio. Tenía el capot abierto, levantó la mirada por unos segundos hacia la entrada de la AMIA, pero la bajó hacia el motor justo en el momento del estallido, dijo. “Una llamarada vino hacia mí, de frente”, detalló. Dijo, además, que recordaba que varias bolsas de enduido habían sido ingresadas al hall de la Planta Baja, sin ser revisadas. Observó también el volquete, pero no vio ninguna Trafic, sólo una camioneta Fiorino, que se retiró poco antes del atentado.
Con las preguntas dirigidas a Joffe, varios abogados defensores apuntaron a vulnerar la teoría, defendida por los fiscales y los querellantes, de que el ataque se hizo con una Trafic usada como cochebomba. “Según lo que dicen los testigos que estuvieron más cerca del atentado, coche-bomba no hay”, comentó en un cuarto intermedio Luis Sasso, abogado del reducidor de autos Carlos Telleldín. Para José Manuel Ubeira, defensor del ex comisario Juan José Ribelli, hubo “un disparador de TNT en el volquete y dentro del edificio una gran cantidad de amonal en las bolsas que estaban en el hall”. El abogado de Memoria Activa, Alberto Zuppi, contrapuso: “Hay muchos otros elementos que muestran que hubo coche-bomba, desde el modo en que ocurrió el derrumbe, hasta el amortiguador que encontraron incrustado en el cuerpo de una víctima. No es determinante que algunos testigos no hayan visto la camioneta”, sostuvo.
A Joffe le mostraron videos de programas televisivos en los que abonaba la teoría de que hubo explosivos en el volquete. “Eran suposiciones”, aclaró. Su declaración se tornó sinuosa cuando relató situaciones extrañas: que lo fue a ver “alguien de la Side” y le dijo que “es lo mismo morir en los escombros o con un balazo en la cabeza”, algo similar a lo que le advirtieron en un llamado telefónico; que lo fueron a ver al hospital, la noche del día del atentado, de dos personas que dijeron ser de la Policía Federal y del Mossad, y lo hicieron sentir “presionado” aladvertirle diferencias entre una Trafic y una Fiorino; incluso contó que le ofrecieron mucho dinero por lo que quedaba de su auto derruido.
El último en declarar ayer fue Gabriel Villalba, que estaba a una cuadra de la AMIA, cargando equipos odontológicos en un vehículo. En el momento de la explosión estaba mirando hacia el lado de la AMIA. No vio la Trafic. “Vi una explosión que salía desde la puerta y cubría todo”, dijo. Otro de los testigos que debía ser interrogado, el barrendero Juan Carlos Alvarez, que tiró basura al volquete poco antes del ataque terrorista, sufrió una crisis nerviosa mientras aguardaba y fue hospitalizado por una “indisposición cardíaca”.

 

Galeano en París

El juez federal Juan José Galeano se entrevistó ayer en París durante tres horas con el diplomático argentino Juan Etchegoyen, en busca de pistas de la “conexión internacional” que operó en el atentado a la AMIA. Etchegoyen afirmó haber recibido en Arabia Saudita tres llamadas de la organización Al Qaeda que se adjudicaban un atentado en Argentina. Galeano ya estuvo reunido con un ex presidente de Irán y estuvo el lunes, durante 12 horas con un grupo de desertores del Hezbollah. A siete años del atentado, el juez parece seguir la línea de investigación que conduce a Irán y, contradictoriamente, porque son posiciones opuestas, al grupo terrorista fundado por Osama bin Laden.

 

OPINION
Por Raúl Kollmann

Un atraso de siete años

Los testigos que hablaron de la camioneta Trafic no parecen demasiado confiables: la enfermera Nicolasa Romero dijo que vio doblar la camioneta en la esquina y el portero Heidendorf sostiene que el vehículo venía derecho. La mujer describió hasta el rostro del conductor de la Trafic y mencionó que la camioneta no tenía puerta lateral. A ninguna de las dos cosas le pone atención un peatón cualquiera, más aún considerando que llevaba un niño de la mano. Lo de Heidendorf, un testigo que apareció cuatro años después del atentado, bate records: vio la camioneta a más de cien metros de distancia y hasta hizo una descripción de los laterales.
Ayer declararon otros dos testigos que no vieron la Trafic. A Rosa Montano, la explosión le arrancó para siempre a su hijo Sebastián, y no vio camioneta alguna, como suele suceder con la mayoría de las personas: uno no está atento a los vehículos que pasan o están estacionados. Daniel Joffe, en cambio, jura y perjura que no vio la camioneta pese a que esperaba ayuda para su auto averiado. Desde el principio, Joffe se unió a un personaje extraño que apareció en el caso AMIA, Carlos De Nápoli, un supuesto empresario agrícola que se dedicó full time a la investigación y que sostuvo la inexistencia de la camioneta.
Como se ve, los testimonios ni en un sentido ni en el otro son concluyentes, por lo cual el papel central lo tienen las pericias.
En la causa judicial hay seis pericias, todas señalando que la Trafic fue el coche-bomba: la Policía Federal, un perito de la Gendarmería, la agencia oficial norteamericana, la alemana, la israelí y los periodistas Raúl García y Néstor Maquiavelli.
En verdad, se podría argumentar que todos los que hicieron las pericias estaban interesados en demostrar la existencia de la camioneta-bomba, en particular para echarle la culpa del atentado a los que usan ese método: alguna organización islámica relacionada con Irán, el gran diablo internacional de aquella época. Pero todos los criminalistas coinciden: es imposible montar una gran mentira pericial, con tantos cómplices, tan disímiles y sin que se haya filtrado una denuncia de falsificación.
Igualmente, la polémica sobre la camioneta, que ya lleva siete años, evidencia otra vez la falta de voluntad política que hubo en la investigación: desde un principio, lo que correspondía era que se hiciera un megaperitaje, con la presencia de prestigiosos expertos internacionales y veedores, que arrasara de una vez y para siempre con las dudas. En lugar de eso, todos los estudios se hicieron en secreto, a escondidas y con preeminencia de los servicios de inteligencia.

 

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