Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


HECTOR BIDONDE Y TINA SERRANO HABLAN DE
“HOMBRE Y SUPERHOMBRE”, DIRIGIDA POR NORMA ALEANDRO
“Shaw exaltó a la mujer en una era represiva”

La obra que se presenta esta noche en el San Martín conjuga varias presencias de peso: al texto del notable dramaturgo irlandés George Bernard Shaw se suman Bidonde y Serrano en los personajes centrales, a los que Aleandro les dio libertad para incorporarle nuevas facetas.

Por Hilda Cabrera

Un autor brillante y polémico, un par de intérpretes impecables y una puesta dirigida por Norma Aleandro (también a cargo de la adaptación, en base a una traducción de la dramaturga Patricia Zangaro) convierten a Hombre y superhombre, la pieza del irlandés George Bernard Shaw (18561950) que se estrena esta noche en el Teatro San Martín en una de las grandes apuestas teatrales del año. Según Héctor Bidonde, la obra mantiene la peripecia vital de los personajes más jóvenes, y la oposición de éstos a las convenciones de una época. Bidonde personifica al honorable Roebuck Ramsden, nombrado tutor de la joven Ann por testamento del padre de ésta. El problema surge cuando se entera de que debe compartir el tutelaje con el joven Tanner, decidido a “romper credos y derribar ídolos”, y autor de un manual del revolucionario, aun cuando él mismo provenga de una clase rica y ociosa. Este, a su vez, considera una locura “dejar a una joven mujer bajo el control de un hombre con ideas obsoletas”.
“Este Tanner, el anti Don Juan creado por Shaw, es un personaje con una importante carga ideológica, que también la tiene Ann, pero diferente, porque sus herramientas son otras”, sostiene el actor en la entrevista con Página/12. Es a esa joven a quien su madre, la señora Whitefield, piensa que alguna vez la pondrán en vereda. “En esta obra existe un pacto, que está relacionado con un tipo de sociedad, la victoriana, represiva e hipócrita, y con una clase ociosa”, apunta Bidonde, artista de importante trayectoria en el cine (en películas como Momentos, Perros de la noche y La noche de los lápices) y el teatro (entre muchos otros títulos, El gran deschave, Ha llegado un inspector, El contrabajo, obra con la que inauguró su escuela-teatro Paternal, y El pupilo quiere ser tutor, todavía en cartel. Hombre... tuvo varias versiones en Buenos Aires, entre otras la del gran Orestes Caviglia en 1960, que motivó el alejamiento de este director del Cervantes, y de la totalidad del elenco, cuando las autoridades de Cultura de la época censuraron la obra por cuestiones ideológicas. La censura no iba dirigida al texto de Shaw sino a la actriz Inda Ledesma. “Mi personaje es una especie de darwiniano enfrentado al pensamiento anarquista de la época que retrata Shaw, y que aparecía como una topadora aplastando hipocresías”, puntualiza Bidonde junto a la actriz Tina Serrano, destacada intérprete de innumerables obras, entre otras La pirámide, de Copi, Almuerzo en casa de Ludwig W. y La reina de la noche. También ella se siente atraída por la comedia tal como la presentaba Shaw, cuyos motivos eran siempre diversos, el amor libre, la prostitución (La profesión de la señora Warren, de 1893), el militarismo, el matrimonio, la historia, la política, las imposturas, el desencanto y muchos más.
A los dos parece fascinarlos la agudeza de este autor que alguna vez renegó de sus piezas de juventud, y escribió, además de críticas, ensayos y novelas, obras que hicieron camino dentro del teatro británico, como Cándida, de 1895, César y Cleopatra, Pigmalión (1913), Retorno de Mathusalem (1921), y Santa Juana, de 1923. Hombre... (publicada en 1903) fue escrita a pedido del escritor Arthur Walkley. Era una apuesta sobre qué es un Don Juan. El resultado –según Bidonde– es una mezcla de ideas y sentimientos encontrados, de irracionalidad e ideología: “La escena en que Ann blanquea su amor por Tanner, y Shaw muestra a este personaje como un apasionado de las tareas del alma y medio misógino, es una maravilla.” Se trata de un “combate de ideas” del que participan todos los personajes de un elenco que completan Horacio Roca, Pablo Rago, Eleonora Wexler, Claudio Quinteros, Márgara Alonso, Juan Manuel Tenuta, Oscar Ferrigno, Enrique Iturralde, Victoria Carreras y muchos más.
– ¿Cuál es el aporte de un intérprete en una obra tan estructurada?
H. B.: –Estoy pensando en las entradas cómicas de Tina. Ella hace una composición (de la señora Whitefield) que tiene relación con su carácter.
T. S.: –Si hasta me permito tirar al arco, y lo mejor es que emboco.– ¿La dirección les reserva un espacio de libertad?
T. S.: –Norma nos preguntó qué idea teníamos sobre nuestros personajes. A mí, por ejemplo, se me ocurrió que a la señora Whitefield le gustaría tomarse una copita, discretamente, y que sería bastante distraída. Una mujer de ideas abiertas, porque su marido había sido en vida un socialista, un hombre de avanzada. Ella está viviendo en una época represiva, pero se atreve a decir que hay derecho a manifestar lo que se piensa. La imaginé con cierta apertura mental. Y creo que quedó así.
H. B.: –En las primeras lecturas que hicimos con Norma, a mí se me dio por jugar mi personaje como si estuviera en un radioteatro. El señor Ramsden es un mamarracho, y vi que mis compañeros se divertían con lo que hacía. También le gustó a Norma, y lo compró, creo, con mucha convicción.
– ¿Por qué “mamarracho”?
H. B.: – Hoy es imposible mostrar a Ramsden serio. La obra dejaría de ser una comedia. Es por un lado un tipo fatuo y apasionado, y por otro un ser manejable. Cree profundamente en sus ideas y las defiende como algo contemporáneo, pero no se da cuenta de que la actualidad lo pasa por encima. Sólo se podía hacer satirizándolo. Otros directores llevan la obra directamente al escenario, no hacen estos estudios de mesa que se parecen un poco a los de la radio, y donde cada uno puede verse a sí mismo y a los otros.
– ¿La radio ofrece mayor libertad al actor?
H. B.: –Permite contrabandear otras cosas a partir de la voz, siempre que se tenga rapidez para concebir un personaje. Tengo una linda experiencia en radio, en La Plata, donde nací. Hice teatro universal con Pedro Escudero durante cinco años, de 1955 al 1960. Presentamos obras de Shakespeare y, de Shaw, Santa Juana. Después me vine a Buenos Aires. Había conseguido entrar en el grupo de Stivel, y trabajé en El rehén, en el 67 (en el Ateneo). Me gustó. Hacía muchos años que estudiaba teatro, y decidí quedarme.
T. S.: –No creo que la radio dé más libertad. Sólo hice una vez radio, con Juan Vehil, en América. Pero tenía muy educada la voz. De chica leía mucho, y mi papá (el actor Enrique Serrano) me hacía leer en voz alta. Para mí era un gusto leer La Divina Comedia, por ejemplo. La radio hace al actor en el sentido de que le obliga a captar rápidamente al personaje y transmitirlo enseguida.
– ¿Qué opinan de Hombre y superhombre en lo referido a la relación de fuerzas entre el hombre y la mujer? ¿Qué lugar ocupa lo femenino?
T. S.: –Lo femenino queda exaltadísimo, y Shaw lo muestra con gran inteligencia, aunque muy enmascarado, como se espera de una época donde la sociedad era, en ese aspecto, bastante más hipócrita que hoy. Esta obra no podría ser trasladada a este tiempo. Ya no hay mujeres que tengan como meta principal el casamiento.
H. B.: –Sin embargo hoy los hijos grandes vuelven a la casa paterna. Esta es una época de grandes soledades, de sensación de pérdida y luto del alma, y a veces la familia y las uniones en pareja ayudan a aliviar esa pérdida existencial. Pero eso sería echarle el guante a temas muy profundos. En este momento, no podría decir otra cosa sino que estoy enamorado de mi hija de cuatro años, que estoy como en luna de miel con el matrimonio y con esta paternidad mía de vuelta.

 

Un humor sin guiños

–¿Cómo es el humor de Shaw?
T. S.: –El de la comedia, que es el de las situaciones de humor, que no es lo mismo que la comicidad. En la comedia las escenas de humor no desembocan en carcajadas ni explosiones de risa, y permite en cambio que el personaje pueda reírse de sí mismo sin apelar a ningún guiño.
H. B.: –A mí me apasiona la necesidad de contrastar ideas de Shaw, lo que produce momentos de mucho humor. Lo mismo que toda esa impresión que transmite de que la historia se nos viene encima, y que, tomando el personaje de Tina, le hace decir cosas como que antes el mundo parecía más simple y que todo empezó a andar mal “desde que Darwin dijo eso de los monos”. Esa manera de mostrar a los personajes desde la mirada de éstos es muy graciosa y conmovedora. Sobre todo en este momento, en que la gente parece vivir con el corazón roto.

 

PRINCIPAL