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“En momentos tan crueles para el
país, uno tiene que manifestarse”

Después de años de prestar su talento a diferentes formaciones y artistas, Lucho González se largó a tocar y cantar con �En esta parte del camino�, un disco que presenta esta noche en el Alvear.

El guitarrista tocó con Mercedes Sosa, Chabuca Granda, Milton Nascimento y Serrat, entre muchos otros.

Por Karina Micheletto

El peruano-argentino Lucho González ha construido una carrera musical cuyo resultado parcial es que está considerado uno de los más grandes guitarristas de la música latinoamericana. Comenzó a los 22 años, “en primera”, según define, junto a la limeña Chabuca Granda. De allí en más, acompañó a figuras de la talla de Mercedes Sosa, Ana Belén, Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat, Milton Nascimento y Juan Carlos Baglietto, y grabó con medio planeta. Fue uno de los fundamentos de los tríos junto a Vitale y Baraj, Nebbia y Baraj, Vitale e Izarrualde y Vitale y Cumbo. A esta altura de las cosas le llegó el momento de ponerse al frente y editar un disco solista, el primero después de más de treinta años de trabajo profesional. En esta parte del camino está González, como eligió llamar a su trabajo. “Era una asignatura pendiente, pero angustiaba más a algunos familiares y amigos míos que a mí”, explica a Página/12.
Coproducido por la Dirección de Música de Buenos Aires, Epsa Music y LQF Music, el disco presenta un recorrido por diferentes ritmos latinoamericanos mezclados con una armonía moderna, en la guitarra y la voz de González. Esta noche se presenta en el Teatro Alvear, con una entrada popular de 2 pesos, y la participación de los músicos invitados Colacho Brizuela y Facundo Bergalli en guitarra, Hubert Reyes en cajón peruano, y los hijos de González, Alejandra en voz y Martín en percusión. “Pude haber hecho un disco así antes, pero por alguna razón le esquivé el cuerpo. No lo puedo explicar racionalmente, tengo la certeza de que existe un poder superior que tuvo que ver con esto”, dice. González. “Yo conocí el tema ‘Palabras para Julia’ cuando nació mi hija Alejandra, y lo primero que pensé fue lo lindo que sería decirle a ella lo que dice esa canción: `Nunca te entregues ni te apartes/ junto al camino nunca digas/ no puedo más y aquí me quedo’... qué mejores palabras puede decirle a una hija un padre que se precia humildemente de no haber bajado los brazos jamás. Se ve que eso había quedado en alguna reserva del alma. Ahora le pedí que la cantara conmigo, con la ilusión de que algún día la pueda cantar con una hija suya.”
Por estos días, González también está abocado a la presentación del nuevo disco de Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto, Qué más hacer en esta tierra incendiada sino cantar, este viernes y sábado en el Opera. “La unión con Lito me renueva la fe en la música y la certeza de que no tenemos por qué andar sintiéndonos huérfanos por el mundo, que podemos hacer nuestra música en la Argentina”, cuenta entusiasmado. En rigor, Lucho González nació en Perú. Hijo del cantante peruano Javier González, a tres meses de su nacimiento su familia se radicó en Buenos Aires, donde vivió hasta los 16 años. El prefiere definir su nacionalidad con una metáfora contundente: “Para mí Perú es como la casa de los viejos: allí entrás, abrís la heladera, te tirás en la cama más grande y ponés el programa de televisión que se te da la gana. Tus viejos te miran y te dicen: ¿querés un té? Pero cuando terminó el programa, tomaste el té, charlaste dos o tres cosas, te vas a tu casa. La Argentina es mi casa propia”.
–Anteriormente acompañó en guitarra a artistas que interpretaron temas que ahora canta usted mismo en su disco. ¿Lo siente como una presión?
–No le tengo miedo a eso. Tuve la suerte de haber estado con los más grandes a lo largo de mi carrera, y con todos he tenido un trato artístico y humano que me ayudó a crecer. Tengo la tranquilidad de que respetan lo que hago, porque hay mucho respeto también de parte mía hacia el canto. Así como no todos los médicos son cirujanos o no todos los futbolistas son delanteros, como músico fui eligiendo especializarme en lo que me atrajo más: la parte rítmica, de arreglos, composición y armonía, que para mí es un trabajo bellísimo. Después de un tiempo me atreví a volcar aspectosmíos menos conocidos, como el de cantante. Que haya tenido que desaparecer físicamente mi padre –un tenorazo de primera, de la época en que había que cantar en serio, porque no había máquinas que te arreglaran la voz– para que yo me largara a cantar no deja de tener su parte de realidad. Es lindo saber que hasta que pueda voy a seguir cantando, no como él, pero sí a su manera y llevando su sangre.
–¿Cuál es la búsqueda musical de este nuevo trabajo?
–En En esta parte del camino quiero mostrar mi óptica de la situación de la música latinoamericana, sin empacho en mezclar formas, en agregar por ejemplo la guitarra más jazzística de Facundo Bergalli. Eso demuestra que hay diferenciaciones que se hacen fuera del mundo de la música, que quienes desde adentro la sentimos igual nos reconocemos, podemos tomar diferentes caminos pero estamos en el mismo bosque. Fuera de la música, también intento decir que aún en momentos crueles del país uno puede manifestarse, o mejor dicho, que es entonces cuando más hay que manifestarse.

 

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