| Por Julio Nudler   Parece un estudio más, 
        uno de esos documentos académicos que los economistas suelen elaborar 
        periódicamente. Pero éste de José Luis Machinea, 
        en su condición de ex ministro de Economía argentino, llega 
        a conclusiones detonantes, en las que se habla de cesación de pagos, 
        control de cambios, devaluación, suspensión de contratos 
        privados y congelamiento de depósitos. Elaborado por encargo de 
        Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo una 
        de las entidades multilaterales que debe aportarle garantías a 
        la Argentina para que pueda repactar la deuda bajando su costo, 
        el escrito de 51 páginas tiene un título aparentemente inocuo: 
        La participación del sector privado en la resolución 
        de las crisis de la deuda, pero su contenido impresiona como una 
        dramática referencia a la actual encrucijada de la Argentina. Hay, 
        no obstante, un toque esperanzador: Los problemas de solvencia de 
        un país -dice el ex presidente del Banco Central durante el gobierno 
        de Raúl Alfonsín pueden ser resueltos en un período 
        relativamente breve si se aplican políticas adecuadas. Para 
        Machinea, cuando un país es insolvente (vale decir que no enfrenta 
        un mero problema de iliquidez, sino la imposibilidad de afrontar el endeudamiento 
        porque no genera recursos suficientes) es imperioso y urgente restructurar 
        la deuda. Aún más: Es conveniente afirma 
        que la restructuración se lleve a cabo lo más rápidamente 
        posible. Hoy, cuando el riesgo país triplica al que prevalecía 
        aquel 2 de marzo en que renunció para que la crisis no explotara 
        en sus manos, su minucioso análisis parece trazar la hoja de ruta 
        de la quiebra argentina, que los mercados descuentan hace ya tiempo. Aunque considera que una reprogramación voluntaria de la deuda 
        permite acelerar el retorno a los mercados internacionales de crédito, 
        Machinea no la cree posible porque cada acreedor individual tiene 
        un incentivo para bloquear un acuerdo si no consigue una ganancia especial. 
        Según asegura, los acuerdos voluntarios parecen muy difíciles 
        de lograr cuando los acreedores son muchos y no unos pocos. Es decir, 
        la situación argentina actual. Esta difiere sustancialmente de 
        la que prevalecía durante los años 80, cuando la deuda 
        nacional era detentada por un grupo de bancos. Entonces era posible ejercer 
        presión moral sobre ellos para alcanzar un acuerdo. Pero 
        la persuasión moral es imposible de aplicar cuando los tenedores 
        de bonos son muchos y no son entidades financieras. Este es, sin duda, 
        el problema mayor asociado a la securitización de los mercados 
        durante la última década, destaca Machinea, describiendo 
        así el nuevo escenario, en el que la deuda no está compuesta 
        por créditos bancarios sino múltiples bonos.
 Y aquí la conclusión inevitable a la que arriba el inicial 
        ministro económico de Fernando de la Rúa: Si un país 
        enfrenta problemas de solvencia o no consigue apoyo internacional, y sus 
        principales acreedores no son entidades financieras, la única alternativa 
        es lograr la coordinación necesaria a través de una cesación 
        de pagos, o una amenaza de dejar de pagar. Para Machinea, es recién 
        entonces cuando se ponen en marcha los mecanismos y las instituciones 
        para plasmar la reprogramación. Parece que sin hechos consumados 
        nada puede conseguirse.
 En otras palabras: No existe la posibilidad de que una cesación 
        de pagos sea consensuada con los acreedores. También plantea 
        que, en el mejor de los casos, el impago de la deuda puede ser anunciado 
        en el tiempo que resta hasta el próximo vencimiento, que puede 
        ser fugaz si se han emitido muchos bonos. Además pueden aprovecharse 
        los 30 días de gracia antes de que (los tenedores de los 
        títulos) puedan iniciar acciones legales. Todos esos apremiantes 
        plazos deberían usarse para negociar intensamente con el sector 
        privado.
 La cesación de pagos debe incluir a todas las obligaciones 
        del país, sostiene Machinea, con lo cual ningún acreedor 
        quedaría a salvo, y ni siquiera los pequeños ahorristas 
        que estuvieron comprando Letes. Pero siempre hay excepciones. La primera 
        que plantea el ex ministro resguarda alos organismos internacionales de 
        crédito (es decir, el FMI, el Banco Mundial y el propio BID, para 
        el cual fue preparado este trabajo). Con ellos habrá que cumplir. 
        Además, JLM cree que merece evaluarse la situación de los 
        bancos locales en tanto tenedores de bonos. Pero el escenario sigue cargándose 
        de dramatismo.
 La próxima deducción de Machinea es que, en la situación 
        planteada, es imposible pensar que se mantendrá el financiamiento 
        al sector privado. Lo más probable presagia es 
        una corrida sobre las reservas. Es decir, todos cambiando sus pesos 
        por dólares. Ante ello, es necesario aplicar un mecanismo 
        de control de cambios y seguramente un período de espera a la deuda 
        privada. Es decir, dejar en suspenso los contratos, como manera 
        de proteger a quienes queden atrapados en la ruptura de la cadena de pagos. 
        Aunque Machinea supone que la cesación de pagos temporaria 
        del sector privado no se requeriría si la negociación pudiera 
        hacerse en un breve período de tiempo, ve esta posibilidad 
        como bastante difícil.
 Para el ex economista jefe de la UIA y de la fundación FADE, es 
        difícil pensar en restructurar la deuda sin tener fuertes presiones 
        en el mercado cambiario (corrida contra el peso). A su vez, si el 
        acuerdo se demora puede estallar una fuga de depósitos que jaquee 
        a la banca. El tema es especialmente grave si los bancos locales 
        mantienen una importante cantidad de deuda pública, advierte. 
        Pisar los depósitos (establecer un período de espera 
        sobre los pasivos del sistema financiero) será casi inevitable, 
        pero Machinea aconseja sólo adoptar esa medida en situaciones extremas 
        por su corrosivo efecto sobre la confianza del público.
 También propone declarar la cesación de pagos antes 
        de que las reservas disminuyan por debajo de cierto nivel crítico. 
        Sin embargo, reconoce que los gobernantes, temiendo los efectos traumáticos 
        de una restructuración, intentarán hasta último 
        momento cambiar el humor de los mercados, lucha que el propio ex 
        ministro protagonizó hasta su dimisión. Por tanto, para 
        no dilapidar las reservas, sugiere tener un equipo de personas que no 
        estén en el día a día de la crisis y puedan recomendar 
        una decisión tan dura mirando el mediano plazo.
 El documento considera imprescindible que el FMI financie al país 
        deudor mientras dure la negociación, para posibilitar así 
        una restructuración ordenada. Pero hay una a favor: Machinea cree 
        que el regateo puede insumir menos tiempo que el supuesto porque los 
        actuales tenedores de bonos seguramente ya han realizado la pérdida 
        al momento de la negociación, por lo que no les resultará 
        patrimonialmente traumático. También hay una en contra: 
        la sospecha de que los acreedores, enfrentados a la crisis de un deudor 
        importante (la Argentina lo es), no querrán llevar a cabo una negociación 
        veloz y relativamente ventajosa para el país porque ello alentaría 
        a otras naciones hipotecadas a imitar el ejemplo.
 Machinea culmina su informe con varias puntualizaciones:
 
  Cuando un país reprograma 
        su deuda por insolvencia debe haber certeza de que las nuevas obligaciones 
        resuelven definitivamente el problema. El proceso es demasiado costoso 
        como para andar repitiéndolo. 
  Hay dos maneras de evitar acciones 
        legales durante el proceso de negociación: una cesación 
        de pagos aprobada por la comunidad internacional o un acuerdo con los 
        acreedores mientras se regatea. Pero esto último no asegura nada. 
        Machinea cree necesario dotar al FMI de la posibilidad de imponer una 
        espera en los pagos. 
  Una alternativa para evitar 
        acciones legales es ofrecer un canje de deuda relativamente ventajoso 
        para los acreedores en relación al valor de mercado de los bonos 
        en ese momento. La porción final del extenso estudio analiza el problema de las 
        cláusulas incorporadas a la mayoría de la deuda de los países 
        emergentes y que dificultan cualquier negociación, la más 
        importante de las cuales es la necesidad de lograr unanimidad de los acreedores 
        para modificar las condiciones financieras de los bonos, además 
        de las cláusulas de cesación de pagos cruzada (no cumplir 
        al vencimiento de un papel equivale aincumplir con la totalidad de los 
        títulos) y de aceleración (no pagar una cuota de intereses 
        convierte en inmediatamente exigibles todas las cuotas futuras). Machinea 
        juzga como alternativa más adecuada aplicar diferentes criterios 
        a diferentes acreedores, compleja ingeniería que exige tiempo, 
        confidencialidad y bastantes recursos humanos. El consejo es claro: 
        dedicarse cuanto antes a diseñar una propuesta bien preparada. 
        Ello, al momento de declarar la cesación de pagos evitaría 
        entrar en discusiones legales que alargasen la negociación 
        más allá de lo conveniente.
 Machinea advierte, en otro plano, que la magnitud del problema de la deuda 
        y la oposición de los países desarrollados a aumentar los 
        recursos del FMI y otros organismos internacionales de crédito 
        puede obligar a adoptar políticas erróneas por falta de 
        medios, como no rescatar a un país cuando haya que hacerlo.
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