Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
KIOSCO12


EL FUTURO, DESMENUZADO POR MACHINEA
Default, devaluación y congelamiento de depósitos

En un minucioso estudio realizado para el BID, José Luis Machinea, quien dejó Economía cuando el riesgo país era un tercio del actual, concluye que no hay reprogramación de deuda posible sin cesación de pagos previa. Y, asociadas a ésta, ve una fuga del peso y una corrida bancaria. Aconseja, ante ello, imponer el control de cambios, congelar depósitos y suspender contratos.

Impago: �No existe posibilidad de que una cesación de pagos sea consensuada con los acreedores. Debe incluir todas las obligaciones del país�.

Por Julio Nudler

Parece un estudio más, uno de esos documentos académicos que los economistas suelen elaborar periódicamente. Pero éste de José Luis Machinea, en su condición de ex ministro de Economía argentino, llega a conclusiones detonantes, en las que se habla de cesación de pagos, control de cambios, devaluación, suspensión de contratos privados y congelamiento de depósitos. Elaborado por encargo de Enrique Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo –una de las entidades multilaterales que debe aportarle garantías a la Argentina para que pueda repactar la deuda bajando su costo–, el escrito de 51 páginas tiene un título aparentemente inocuo: “La participación del sector privado en la resolución de las crisis de la deuda”, pero su contenido impresiona como una dramática referencia a la actual encrucijada de la Argentina. Hay, no obstante, un toque esperanzador: “Los problemas de solvencia de un país -dice el ex presidente del Banco Central durante el gobierno de Raúl Alfonsín– pueden ser resueltos en un período relativamente breve si se aplican políticas adecuadas.” Para Machinea, cuando un país es insolvente (vale decir que no enfrenta un mero problema de iliquidez, sino la imposibilidad de afrontar el endeudamiento porque no genera recursos suficientes) es imperioso y urgente restructurar la deuda. Aún más: “Es conveniente –afirma– que la restructuración se lleve a cabo lo más rápidamente posible”. Hoy, cuando el riesgo país triplica al que prevalecía aquel 2 de marzo en que renunció para que la crisis no explotara en sus manos, su minucioso análisis parece trazar la hoja de ruta de la quiebra argentina, que los mercados descuentan hace ya tiempo.
Aunque considera que una reprogramación voluntaria de la deuda permite acelerar el retorno a los mercados internacionales de crédito, Machinea no la cree posible porque “cada acreedor individual tiene un incentivo para bloquear un acuerdo si no consigue una ganancia especial”. Según asegura, “los acuerdos voluntarios parecen muy difíciles de lograr” cuando los acreedores son muchos y no unos pocos. Es decir, la situación argentina actual. Esta difiere sustancialmente de la que prevalecía durante los años ‘80, cuando la deuda nacional era detentada por un grupo de bancos. Entonces era posible “ejercer presión moral sobre ellos” para alcanzar un acuerdo. Pero “la persuasión moral es imposible de aplicar cuando los tenedores de bonos son muchos y no son entidades financieras. Este es, sin duda, el problema mayor asociado a la securitización de los mercados durante la última década”, destaca Machinea, describiendo así el nuevo escenario, en el que la deuda no está compuesta por créditos bancarios sino múltiples bonos.
Y aquí la conclusión inevitable a la que arriba el inicial ministro económico de Fernando de la Rúa: “Si un país enfrenta problemas de solvencia o no consigue apoyo internacional, y sus principales acreedores no son entidades financieras, la única alternativa es lograr la coordinación necesaria a través de una cesación de pagos, o una amenaza de dejar de pagar”. Para Machinea, es recién entonces cuando se ponen en marcha los mecanismos y las instituciones para plasmar la reprogramación. Parece que sin hechos consumados nada puede conseguirse.
En otras palabras: “No existe la posibilidad de que una cesación de pagos sea consensuada con los acreedores”. También plantea que, en el mejor de los casos, el impago de la deuda puede ser anunciado en el tiempo que resta hasta el próximo vencimiento, que puede ser fugaz si se han emitido muchos bonos. Además pueden aprovecharse “los 30 días de gracia antes de que (los tenedores de los títulos) puedan iniciar acciones legales”. Todos esos apremiantes plazos deberían usarse para negociar intensamente con el sector privado.
“La cesación de pagos debe incluir a todas las obligaciones del país”, sostiene Machinea, con lo cual ningún acreedor quedaría a salvo, y ni siquiera los pequeños ahorristas que estuvieron comprando Letes. Pero siempre hay excepciones. La primera que plantea el ex ministro resguarda alos organismos internacionales de crédito (es decir, el FMI, el Banco Mundial y el propio BID, para el cual fue preparado este trabajo). Con ellos habrá que cumplir. Además, JLM cree que merece evaluarse la situación de los bancos locales en tanto tenedores de bonos. Pero el escenario sigue cargándose de dramatismo.
La próxima deducción de Machinea es que, en la situación planteada, es imposible pensar que se mantendrá el financiamiento al sector privado. “Lo más probable –presagia– es una corrida sobre las reservas.” Es decir, todos cambiando sus pesos por dólares. Ante ello, “es necesario aplicar un mecanismo de control de cambios y seguramente un período de espera a la deuda privada”. Es decir, dejar en suspenso los contratos, como manera de proteger a quienes queden atrapados en la ruptura de la cadena de pagos. Aunque Machinea supone que “la cesación de pagos temporaria del sector privado no se requeriría si la negociación pudiera hacerse en un breve período de tiempo”, ve esta posibilidad como “bastante difícil”.
Para el ex economista jefe de la UIA y de la fundación FADE, “es difícil pensar en restructurar la deuda sin tener fuertes presiones en el mercado cambiario” (corrida contra el peso). A su vez, si el acuerdo se demora puede estallar una fuga de depósitos que jaquee a la banca. “El tema es especialmente grave si los bancos locales mantienen una importante cantidad de deuda pública”, advierte. Pisar los depósitos (“establecer un período de espera sobre los pasivos del sistema financiero”) será casi inevitable, pero Machinea aconseja sólo adoptar esa medida en situaciones extremas por su corrosivo efecto sobre la confianza del público.
También propone “declarar la cesación de pagos antes de que las reservas disminuyan por debajo de cierto nivel crítico”. Sin embargo, reconoce que los gobernantes, temiendo los efectos traumáticos de una restructuración, “intentarán hasta último momento cambiar el humor de los mercados”, lucha que el propio ex ministro protagonizó hasta su dimisión. Por tanto, para no dilapidar las reservas, sugiere tener un equipo de personas que no estén en el día a día de la crisis y puedan recomendar una decisión tan dura mirando el mediano plazo.
El documento considera imprescindible que el FMI financie al país deudor mientras dure la negociación, para posibilitar así una restructuración ordenada. Pero hay una a favor: Machinea cree que el regateo puede insumir menos tiempo que el supuesto porque “los actuales tenedores de bonos seguramente ya han realizado la pérdida al momento de la negociación”, por lo que no les resultará patrimonialmente traumático. También hay una en contra: la sospecha de que los acreedores, enfrentados a la crisis de un deudor importante (la Argentina lo es), no querrán llevar a cabo una negociación veloz y relativamente ventajosa para el país porque ello alentaría a otras naciones hipotecadas a imitar el ejemplo.
Machinea culmina su informe con varias puntualizaciones:
Cuando un país reprograma su deuda por insolvencia debe haber certeza de que las nuevas obligaciones resuelven definitivamente el problema. El proceso es demasiado costoso como para andar repitiéndolo.
Hay dos maneras de evitar acciones legales durante el proceso de negociación: una cesación de pagos aprobada por la comunidad internacional o un acuerdo con los acreedores mientras se regatea. Pero esto último no asegura nada. Machinea cree necesario dotar al FMI de la posibilidad de imponer una “espera en los pagos”.
Una alternativa para evitar acciones legales es ofrecer un canje de deuda relativamente ventajoso para los acreedores en relación al valor de mercado de los bonos en ese momento.
La porción final del extenso estudio analiza el problema de las cláusulas incorporadas a la mayoría de la deuda de los países emergentes y que dificultan cualquier negociación, la más importante de las cuales es la necesidad de lograr unanimidad de los acreedores para modificar las condiciones financieras de los bonos, además de las cláusulas de cesación de pagos cruzada (no cumplir al vencimiento de un papel equivale aincumplir con la totalidad de los títulos) y de aceleración (no pagar una cuota de intereses convierte en inmediatamente exigibles todas las cuotas futuras). Machinea juzga como alternativa más adecuada aplicar diferentes criterios a diferentes acreedores, compleja ingeniería que “exige tiempo, confidencialidad y bastantes recursos humanos”. El consejo es claro: dedicarse cuanto antes a diseñar una propuesta bien preparada. Ello, al momento de declarar la cesación de pagos evitaría “entrar en discusiones legales que alargasen la negociación más allá de lo conveniente”.
Machinea advierte, en otro plano, que la magnitud del problema de la deuda y la oposición de los países desarrollados a aumentar los recursos del FMI y otros organismos internacionales de crédito puede obligar a adoptar políticas erróneas por falta de medios, como no rescatar a un país cuando haya que hacerlo.

 

PRINCIPAL