Por Horacio Cecchi
Si Matu llevaba más
de una o dos noches de intimar con Claudio La Clota Lanzetta,
deberá revelarlo la investigación. Por ahora como
una sospecha con evidencias muy fuertes, Matu fue uno de los dos
jóvenes que acompañaron al relacionista público vip
de la noche porteña y a su amigo Hugo Guga Pereyra
a un festejo inolvidable. Fue quien bajó a buscar un celular y
quien subió armado y acompañado por dos desconocidos, también
armados, para robar y terminar asesinando al dueño de casa. Ayer,
Matu, además de ser un apodo y tener antecedentes como taxi boy
y asaltante de compañías nocturnas, pasó a ser un
detenido, junto a sus tres colegas, tras un operativo de los federales
en El Talar de Pacheco. Los cuatro están acusados de participar
en el crimen de La Clota.
Tan rápida y desconcertante fue la noticia de la muerte de La Clota
como veloz y silenciosa la detención de los sospechosos del crimen.
Por la mañana, sólo el movimiento nervioso en el juzgado
de la jueza de instrucción 37 Silvia Nora Ramond auguraba novedades.
Y, efectivamente, por la tarde, un grupo de federales de la seccional
53ª daba forma a esos augurios, deteniendo en El Talar de Pacheco
a Matu y sus tres colegas.
El domingo pasado, Lanzetta pasó a buscar a su amigo Guga y a dos
jóvenes que había conocido la noche del sábado. Uno
de ellos era Matu. Los cuatro cenaron en la parrilla El Portugués,
en Las Cañitas. Pasadas las dos de la mañana del lunes,
los cuatro subieron al 5º piso A, de Juncal 3745, donde vivía
La Clota. Guga se quedó con uno de ellos en el living, y Lanzetta
se encerró con Matu en un cuarto. Al rato, Matu dijo que había
olvidado el celular en el auto y bajó a buscarlo. La Clota le dio
las llaves de casa. A los pocos minutos, subió, pero acompañado
por una pistola y dos amigos también armados.
Entre los cuatro, ataron y amordazaron con cinta adhesiva a Lanzetta y
a Pereyra, los ubicaron en sillas y les cubrieron los rostros con almohadas.
Después empezaron a vaciar el departamento. Alguno pedía
a gritos la caja fuerte. Hasta que Matu le pidió la tarjeta de
crédito. Quiso saber el código para extracciones, pero La
Clota no lo recordaba. Entonces, sonó el disparo. El proyectil,
posiblemente calibre 22, entró junto al oído derecho. Por
el momento, los investigadores no determinaron si el tiro se escapó
o el gatillo fue jalado adrede.
Ninguno de los cuatro se quedó a que lo determinaran. Desaparecieron
de escena rápidamente. Guga demoró un rato en pedir auxilio.
Fue socorrido por el portero, mientras un vecino llamaba a la policía.
Poco después, un patrullero de la comisaría 53ª llegaba
al lugar y encontraba a La Clota Lanzetta, aún atado a la silla,
muerto.
La investigación dirigida por el comisario Néstor Fernández
siguió un par de pistas fuertes: uno de los asaltantes había
dejado su celular. También se encontró un número
de teléfono en el cajón de la mesita de luz. Y una campera
que quedó olvidada. Todo llevó hasta una vivienda de la
calle Lavalleja 2332, de El Talar de Pacheco. Allí, ayer por la
tarde, fue detenido uno de los cuatro amigos.
A tres cuadras de allí, en la terminal de micros, los federales
detuvieron a los otros tres cuando aguardaban un micro. Fueron trasladados
a los tribunales de San Isidro donde ayer, a última hora, aguardaban
el trámite formal para ser derivados a la comisaría de origen.
El caso se mantiene en estricto secreto de sumario. Hoy, la jueza Ramond
tomará declaración indagatoria a Matu y sus tres amigos.
Y, quizás el viernes, Guga, el único testigo, sea citado
para una rueda de reconocimiento.
EXPEDIENTE
POLICIAL DESTRUIDO
En el tacho de basura
El mensaje fue claro y sin sutilezas:
un expediente en el que se investigaban presuntas irregularidades de parte
de la Policía Bonaerense con el manejo de horas adicionales apareció
hecho pedazos en distintos cestos de la Unidad Funcional de Instrucción
(UFI) Nº 4 de la Fiscalía Penal de La Plata. Quienes lo destrozaron
tenían las llaves necesarias para ingresar a todos los cuartos
del lugar, ya que se comprobó que ninguna de las puertas abiertas
fue forzada.
El jueves 25 a las 6 de la tarde, el fiscal Víctor Violini terminó
su trabajo diario y se marchó, cerrando con llave la puerta de
su despacho y la puerta principal de la UFI. Hasta el otro día
a las 7 de la mañana, nadie debía ingresar al lugar, pero
no fue así. Cuando el viernes llegó el personal de limpieza
descubrió con asombro que el expediente de la causa 24.204, cuyo
número sugestivamente no fue recortado, estaba esparcido en pequeños
trozos por los tachos de cada una de las habitaciones, por lo que decidió
comunicarle la extraña nueva a Violini. Inmediatamente, el fiscal
denunció la destrucción de la causa ante su par Rosalía
Sánchez y solicitó al Fiscal de Cámaras, Héctor
Vogliolo, que incremente las medidas de seguridad en las fiscalías
platenses.
Al hecho se suman otros dos, ocurridos entre la semana pasada y la anterior:
primero, robaron del escritorio de la secretaria del fiscal unos 300 pesos
correspondientes a un secuestro policial, y luego, rompieron el parabrisas
del auto de Violini, que estaba estacionado en el playón de la
UFI. Ante la pregunta de este diario sobre la posibilidad de conexión
entre los episodios, el fiscal contestó: Lo del robo no estoy
muy seguro. Pero es evidente que tanto lo del parabrisas como esto último
fueron actos intimidatorios, e imagino que relacionados con una misma
causa, en teoría la 24.204. Además, Violini afirmó
que se está tratando de ubicar al denunciante, lo que sería
clave para reconstruir la causa.
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