La función de los
intelectuales
Con gran atraso vivo en Río, no en Buenos Aires
fui sorprendido por un artículo de autoría del señor
Eduardo Pavlovsky, que me fue enviado por amigos argentinos, publicado
en ese diario bajo el título de La función del
intelectual en la guerra, en su edición del 22 de octubre.
Lamento que su autor no se haya dado cuenta que la primera función
y el primero deber de un intelectual ¡o de cualquier
ciudadano honrado! es el de decir la verdad y no mentir jamás.
El señor Pavlovsky mintió, y lo hizo de una forma
cobarde y deshonesta, en el momento mismo en que la lucidez y la
honestidad intelectual se hacen más necesarias que nunca.
Contrariamente a lo que afirmó el articulista, jamás
en mi vida realicé una reunión de teatristas
en Río de Janeiro para agradecer al FMI y a la
Fundación Ford sus donaciones para el desarrollo del teatro
brasileño. Yo no he participado de tal reunión
de la cual jamás he oído hablar, ni hace pocos
meses, ni hace muchos años, ¡nunca! Si el articulista
ahí estuvo, tendría que declarar, si no fuera él
un mentiroso, en qué lugar se dio dicha reunión y
quiénes eran los presentes, además de él mismo
que, supongo, ahí estaría. Y por qué habría
sido invitado a participar de la misma, por qué habría
aceptado la invitación y cuál habría sido su
actitud frente al agradecimiento.
El articulista debería saber que el FMI no es una entidad
cultural ni asistencial, no distribuye subvenciones a grupos teatrales
ni a intelectuales, a menos que ese mismo señor haya secretamente
recibido alguna subvención clandestina y, por un lapso, haya
dejado escapar esa información sorprendente.
El FMI sirve tan solamente para agilizar la sangría económica
de países arrodillados como el suyo y el mío, para
perpetuar la situación de esclavitud a que estamos hace tantas
décadas sometidos, en Latinoamérica. Esto es lo que
denuncio yo en todas mis intervenciones políticas y artísticas,
en Brasil y en cualquier otro país en que trabajo, incluso
en los Estados Unidos, adonde tengo muchísimos amigos y soy
profesor universitario, como Noam Chomsky, citado en ese artículo.
Fue ésa una de las denuncias que hice yo en Buenos Aires,
cuando hablé durante el reciente Festival Internacional de
Teatro.
Sepa dicho señor que las dos únicas subvenciones que
he recibido en los últimos treinta años desde
la fecha en que fui expulsado de mi país por la dictadura
militar han sido ambas ofrecidas por el Centro Cultural del
Banco de Brasil para, la primera, en 1993, organizar el 7º
Festival Internacional del Teatro del Oprimido, con la participación
de 12 grupos de los cinco continentes, para el cual cada uno de
los 25 países representados trajo los espectáculos,
videos, conferencias y exposiciones que quiso traer, sin ninguna
censura de ninguna índole; la segunda, en 1999, para el montaje
de mi nueva experiencia, la Sambpera, en una versión brasileña
de la Carmen de Bizet.
Cuanto a la Fundación Ford, es verdad que esa institución
ha subvencionado algunos de los grupos de Teatro del Oprimido que
existen en 70 países del mundo, como el CTO de Río,
del cual soy consejero artístico, y que trabaja con el MST-Movimiento
de los Trabajadores Sin Tierra, desde hace más de un año.
En conjunto con Peoples Palace Project de la University of
London, donde también he sido maestro, el CTO implementa
el proyecto de Teatro en Prisiones (32 prisiones en Sao Paulo, y
otras más en otros Estados). También el Jana Sanskriti,
de Calcuta, India, que reúne más de 450 actores campesinos
en toda la región de West Bengal, ha recibido, por lo menos
una vez, una subvención de la Ford que, supongo, financia
otros grupos teatrales populares, en mi país como en todo
elmundo. No sé si, entre estos, alguno utiliza mis métodos
teatrales .espero que sí, porque son útiles a la ciudadanía.
Con la privatización de la cultura en Brasil, los subsidios
para los grupos teatrales vienen siempre de empresas nacionales
o extranjeras, que pueden utilizar hasta el 3 por ciento de sus
impuestos en la realización de actividades culturales. La
mayoría financia tan solamente las estrellas de la TV y del
cine. Algunas, muy pocas, se proponen a financiar grupos populares.
Jamás, que yo sepa, alguno de esos grupos aceptó censura
por parte de las empresas.
Si los artistas mantienen su integridad moral, política y
artística, no veo porqué no puedan participar, por
ejemplo, de festivales financiados por gobiernos de países
capitalistas como Inglaterra o Francia, o empresas que actúan
dentro del sistema capitalista. No veo porqué no podrían
los artistas aceptar subvenciones que permitan hacer su trabajo
teatral en barrios miserables, en el campo y en las prisiones, pero
que, en cambio, podrían escribir sus textos en computadores
fabricados en Hong Kong, ver películas made in Hollywood,
y respirar el aire acondicionado por la Westinghouse.
A menos, claro está, que la empresa actúe en contra
de la Humanidad, como muchas empresas farmacéuticas que mantienen
sus lucrativas patentes, aunque sea a costa de muchas muertes evitables.
En este caso sí, hay que recusar cualquier contacto con esa
gente, no porque sean empresas capitalistas, sino porque son deshumanas.
Si al articulista le parece necesario cortar todos los vínculos
con el capitalismo, aunque se viva en un país capitalista
dependiente, nadie podría entonces trabajar en los teatros
que pagan impuestos al Estado burgués, cobrar ingresos a
espectadores burgueses desconocidos (entre los cuales, gente de
derecha, ¡por supuesto!) Deberían todos los teatros
abrir sus puertas al público popular que no tiene dinero
para pagar la entrada. Todavía mejor, como hace el CTO de
Río de Janeiro, deberían trabajar solamente con ese
pueblo, con esa gente que es teatro aunque no haga teatro, como
enseña el Teatro del Oprimido.
No podrían los psicoanalistas, por ejemplo, tener como clientes
sino a los pobres que no pueden pagar sus consultas, abandonando
a los ricos y remediados que los pueden mantener.
Esta sería una bella discusión, que podría
incluir al articulista, si se tratara de un hombre honrado.
* Teatrista brasileño, fundador del Teatro Arena y creador
del Teatro del Oprimido, como una continuidad de los planteos de
Paulo Freire. También ideó un Método del Arco
Iris del Deseo, que aplicaron diversos elencos en el mundo. Fue
representante en la Cámara Municipal de Río de Janeiro
del Partido de los Trabajadores.
|