Por Diego Fischerman
Mauricio Kagel suele decir
que es una especie de extranjero en todas partes. Radicado en Alemania
desde los 60 y considerado por Europa como uno de los principales
compositores alemanes surgidos a partir de la segunda mitad del siglo
XX, este argentino cuenta, además, con el extraño privilegio
de que su país natal es uno de los que menos ha escuchado su música.
El vino hace unos años para hacer un concierto en el Goethe,
yo estrené allí sus Marchas para festejar la derrota (o
algo así) e hice este año, con la Filarmónica, sus
Variaciones sobre Brahms sobre Händel, cuenta Gerardo Gandini,
quien dirigirá en el Colón, la semana próxima, un
programa doble en el que estará incluido Variété
de Kagel y la ópera breve El pobre marinero de Darius Milhaud,
sobre texto de Jean Cocteau.
El dato habla por sí sólo: es la primera vez que se hace
una obra escénica de Kagel en el Colón. Hubo una especie
de confluencia de ideas. Por un lado, David Amitín ofreció,
en principio para el Centro Experimental, hacer la obra de Milhaud. De
esta composición, que tiene una música sencilla, liviana,
casi intrascendente, lo que le interesaba era precisamente la tensión
con un texto casi folletinesco. El argumento es el mismo que después
toma Albert Camus para El malentendido: una mujer mata a su marido creyéndolo
otro pero, en realidad, nunca se sabe si se trató realmente de
un error o de un crimen intencional, ya que la mujer está enamorada
del amigo de su esposo. Cuando hablé con Sergio Renán (director
artístico del teatro), él propuso hacerla en la sala grande
junto con Variété de Kagel, reeditando el Abono Siglo XX
que él había creado en su gestión anterior al frente
del Colón. El abono finalmente debió suspenderse por la
muerte de Vittorio Sicuri, director del Coro Estable, que estaba preparando
la obra que iba a ir en el segundo concierto del ciclo, Il Canto Sospeso
de Luigi Nono. Pero lo curioso es que ahora, escuchando El pobre marinero,
que es de 1926, y Variété, que fue compuesta cincuenta años
después, una al lado de la otra, hay en ellas mucho más
en común que lo que podría suponerse. De hecho la música
de Milhaud es una especie de varieté.
Con funciones el próximo viernes 9 a las 20.30 y el domingo 11
a las 17, en la primera parte del espectáculo al que el Colón
bautizó ahora como Siglo XXI se verá El pobre marinero,
protagonizado por Graciela Oddone, Carlos Bengolea, Gustavo Gibert y Juan
Barrile, con puesta de Amitín, vestuario de María Julia
Bertotto e iluminación de Félix Monti y Alfredo Morelli.
En la segunda parte, alrededor de setenta artistas entre los que cuenta
el campeón mundial de magia Adrián Guerra, patinadores artísticos
premiados en la olimpíada de la especialidad en Japón, bailarinas
exóticas, la solista del Ballet Estable Lourdes Arteaga, niñas
gimnastas, acróbatas, hipnotizadoras, bailarines de break dance
y los actores Martín Pavlovsky, Andrea Bonelli e Ignacio Gadano,
luchan por el espacio del escenario, en el marco de una suerte de invasión
del Colón por géneros menores. Con régie de Diana
Theocharidis, que el año pasado puso Sul cominciare, sul finire
en el Centro Experimental del teatro, escenografía de Emilio Basaldúa,
iluminación de José Luis Fiorruccio y vestuario de Luciana
Gutman, esta obra fue escrita por Kagel con la única consigna de
que lo que sucediera en escena estuviera en manos de artistas de variedades.
Lo que une a las dos obras explica Gandini es la ausencia
total de explicitación de dramatismo. En El pobre marinero es dramático
lo que se dice pero no las acciones y, mucho menos, la música.
En Variété ya el título delata una intención
de liviandad aunque, en realidad, eso después no se cumple demasiado.
Algunos de los números de la música de Kagel pueden asociarse
con el cabaret o con el circo, pero otros no absolutamente melancólicos,
por ejemplo el final. La orquesta de Milhaud es un grupo de cámara
convencional, conformado por maderas, tres metales y un quinteto de cuerdas.
En cambio la de Kagel es sumamente original, con un acordeón, órgano,
una percusión amplísima, un cello y dos instrumentosque
están tratados con un cierto criterio jazzístico: el clarinete
que también toca clarinete bajo y saxo alto y la trompeta.
Estos dos instrumentos funcionan casi siempre juntos, como si fueran el
brass de una big-band. Kagel trabaja con materiales residuales, usa acordes
perfectos, como si fueran elementos que quedaron de otras obras, pero
los usa de una manera absolutamente nueva y propia ¿A qué
se parece Variété de Kagel? A nada.
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