Peligro, paquete sospechoso
Haber anunciado un replanteo compulsivo de la deuda sin llamarlo
por su nombre ni mencionar la palabra maldita, default, que sí
utilizan todos los demás, incluida Bloomberg, implica una
jugada peligrosa. El Gobierno en pleno firmó la interminable
serie de concesiones que contiene el decreto 1387, antes de que
los acreedores firmaran nada. Es más: ayer había una
conspiración de banqueros intentando abortar el canje forzoso
con recorte coercitivo de la renta de los papeles públicos,
mientras por las ventanillas de los bancos continuaba una implacable
sangría de depósitos, que en vísperas de los
anuncios de anteanoche había ido adquiriendo dimensiones
muy graves, similares a las que siguieron, cuatro meses atrás,
a aquellas declaraciones con las que Fernando de la Rúa informó
que el crédito argentino se había esfumado. Con los
bonos argentinos cayendo, y también las acciones, los gobernadores
mantuvieron ayer abierto ante Domingo Cavallo el foso de un desacuerdo
Nación-provincias que le impide a Economía cualquier
intento serio de negociación con los tenedores institucionales
de títulos. Sencillamente, Hacienda no puede hablar sin saber
con qué porción de la torta de recursos fiscales podrá
contar, además de ignorar el tamaño mismo de esa torta.
Todas las puntas están abiertas por el momento, pero el DNU
ha sido publicado en el Boletín Oficial de ayer, otorgando
un gigantesco rescate fiscal a las empresas, con amplia renuncia
del Estado a sus acreencias, jubileo que pretende adquirir algún
sentido en torno de la medida central del paquete: la reprogramación
de la deuda. Pero este eje tambalea. Lo único firme es que
la Argentina no puede pagar los servicios de su deuda en las condiciones
pactadas, y que por ende llegó el tiempo de renegociarlo
todo. Esto no quiere decir, sin embargo, que los términos
del acuerdo final se parezcan a los que Cavallo planteó anteanoche.
Todo lo que intentó el mediterráneo fue forzar definiciones
dentro y fuera del país, porque la fuga de depósitos
se había reiniciado y no podía esperar un minuto más.
Así, a fuerza de concesiones fiscales, perdonando a deudores
previsionales e impositivos, procuró rodearse de un frente
empresario favorable. Pero por ahora no puede asegurarse que esta
movida le sirva como contrapeso ante el establishment financiero,
sobre todo por el vacío político en que navega.
Permitirles a las empresas que cancelen sus deudas con la AFIP mediante
la entrega de acciones es igual que aceptar que una provincia emita
patacones para abonar los sueldos, y que luego ese mismo papel pintado
sirva para pagar impuestos. El blanqueo irrestricto o la compensación
de cuentas a favor y en contra con el Estado también muestran
una considerable generosidad para con las empresas, a las que por
otra parte no se les reclama ninguna contrapartida. Respecto de
la gente no hay nada parecido. La provisoria reducción de
seis puntos en el aporte previsional aumenta el salario de bolsillo
con el dinero del propio trabajador, que en el futuro cobrará
una jubilación más baja. Simplemente, se lo invita
a gastar hoy la plata que no tendrá mañana. De esta
manera, el fondo de capitalización del que deberá
vivir cuando ya no trabaje dejará casi de recibir sus aportes
mensuales, porque el grueso será capturado por las absurdas
comisiones de las AFJP.
No habiendo obtenido garantías primermundistas en cantidad
relevante, Cavallo optó por empeñar la recaudación
impositiva como respaldo de los nuevos bonos. Pero lo que representa
un compromiso grave, viéndolo desde la perspectiva de los
argentinos que dependen de los pagos o los servicios del Estado,
no será entendido necesariamente como un aval satisfactorio
por los acreedores. Finalmente, en el mismo momento en que se prendan
los recursos fiscales, el Tesoro está incumpliendo con una
ley de máxima jerarquía federal (obviamente superior
a la de un DNU) por la cual se comprometió a girar $ 1364
millones mensuales al conjunto de las provincias como sueldo
de la coparticipación. Y esto sin contar con que parte de
la recaudación empieza a realizarse en cuasimonedas provincialesinconvertibles,
que a los acreedores en dólares no les servirían para
mucho.
Por tanto, el problema no radica solamente en la tasa que el país
está dispuesto a pagar, sino también en la calidad
de las garantías que puede aportar. Pero, en el fondo, el
verdadero aval detrás de una deuda soberana consiste en la
economía misma del país deudor, en cuáles son
sus perspectivas de generar riqueza y recursos. En este sentido,
el nuevo paquete no aporta nada nuevo. Ha sido lanzado en plena
recesión, con la tasa de desocupación escalando inconteniblemente
y con el déficit cero como caracú del plan. La diferencia
es que intenta reducir la carga de intereses para tornar alcanzable
el déficit cero, a pesar de la permanente contracción
de la economía y la catastrófica caída de la
recaudación. Pero la naturaleza del programa sigue inalterada,
con sus consecuencias sobre la competitividad y sobre la liquidez.
De hecho, en el nuevo pacote no se encuentra mención alguna
al sector externo, al régimen cambiario ni a las rémoras
institucionales de la Argentina.
¿Rebotará el consumo? Posiblemente. ¿Habrá
entonces reactivación? Tal vez algo, aunque buena parte del
impacto se desviará a la importación, porque así
está armado el juego. ¿Renacerá la inversión?
No hay razones para esperarlo. La política que condujo a
esta encrucijada sigue en pie. Ensanchar la puerta para que puedan
entrar más capitales no asegura que vengan: ya hoy es demasiado
ancha, y funciona ante todo como salida, lo cual profundiza la recesión.
El corte del crédito se extendió al sector privado.
Para emitir una Obligación Negociable, Pérez Companc
debió garantizarla con petróleo. Para Hacienda, el
juego consistía en pagar con las reservas de divisas la deuda
externa, convirtiéndola en interna: se emitía un título,
se lo colocaba en los fondos jubilatorios o en la cartera de la
banca local, con el dinero obtenido se adquirían dólares
del Banco Central, y con ellos se cumplía la remesa. Ese
circuito, cada vez más costoso, también llegó
a su fin.
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