Por Cledis Candelaresi
No fue tal vez el apoyo más
preciado, como un millonario desembolso de dólares para garantizar
nuevos bonos. Pero el comunicado de respaldo que emitió ayer el
Grupo de los 7 resultó para el gobierno argentino un bálsamo
tan buscado como valorado. El texto firmado por los ministros de finanzas
de los países más ricos apoya expresamente la decisión
de reestructurar la deuda, añadiendo así otro eslabón
a la cadena de alientos que los poderosos dieron a la Argentina en los
últimos meses, cada vez que estuvo en una situación aparentemente
terminal.
Es importante para Argentina recuperar un sendero de crecimiento
sostenible. Los anuncios incluyen un plan para reducir el costo de su
deuda. Nosotros estamos complacidos porque Argentina está tomando
la iniciativa, reza el texto suscripto por Estados Unidos, Canadá,
Francia Alemania, Italia, Gran Bretaña y Japón. Quizás
cabe preguntarse el porqué de este apoyo, si la renegociación
de la deuda podría considerarse casi una afrenta al poder financiero
local, con cuna en algunos países que integran el G-7, y a los
acreedores en general, radicados en aquellas naciones.
La clave la dio el 20 de julio Jacques Chirac, al cierre de la cumbre
del Grupo de los 7, organizada en Génova: Si Argentina cae,
no caerá sola, sentenció el presidente francés,
en alusión al posible efecto dominó que podría tener
en la región un default declarado.
El comunicado fue trabajado desde Buenos Aires por Adalberto Rodríguez
Giavarini, quien al mediodía estuvo casi una hora reunido con Domingo
Cavallo para evaluar cómo podría conseguir y mostrar el
vital apoyo político del exterior, prueba que el último
plan económico no es una iniciativa disparatada y sin un mínimo
plafond.
En rigor, la estrategia oficial se puso en marcha la misma noche del jueves,
a través de contactos directos con funcionarios de Washington,
de los cuatro países del Mercosur y de España, a quienes
se les informó sobre el paquete. Pero salvo la administración
de George Bush, ninguna de las otras se expidieron aún pública
y formalmente.
La búsqueda de consenso internacional demandó gestiones
a través de las cancillerías de los miembros del G-7, cuyos
embajadores en Buenos Aires, más el de Rusia (Grupo de los 8) se
reunieron con Rodríguez Giavarini para conocer el detalle de las
medidas. En un paper distribuido a los asistentes, Cancillería
consideró imperativas las responsabilidad fiscal, la estabilidad
y el respeto a las instituciones y el buen gobierno. Pero lejos
de discutir los fundamentos, los diplomáticos extranjeros fueron
al grano: ¿qué respaldo político interno tienen?,
quisieron saber, con el norteamericano James Walsh y el francés
Paul Dijoud como los interlocutores más activos del grupo.
En la historia reciente sobran avales a la Argentina desde los países
más poderosos del mundo, aunque siempre en el lenguaje parco y
casi descomprometido de los comunicados diplomáticos. Lo hubo en
el blindaje gestionado por José Luis Machinea poco antes de abandonar
Economía. O antes de que se cerrara el último acuerdo con
el Fondo Monetario: Somos optimistas sobre las perspectivas de un
acuerdo que ayudará a la Argentina a tener una economía
sustentable, dijo el G-7 en agosto.
Poco antes, en junio, el subsecretario del Tesoro estadounidense, John
Taylor, expresó un firme apoyo al megacanje que, opinó,
ayudaría a Cavallo a conseguir una confianza adicional de
parte de los inversores. Fueron los operadores de Wall Street quienes
hicieron entonces un pronóstico mucho más próximo
a la crítica realidad.
El FMI saluda el esfuerzo
El Fondo Monetario Internacional respaldó ayer las medidas
anunciadas por el Gobierno, sin hacer mención a la reestructuración
de la deuda. Tampoco señala si habrá una ayuda adicional
para encarar el canje de títulos en poder de acreedores extranjeros.
De todos modos, para el Gobierno no deja de ser una buena noticia
que los auditores de Washington no hayan puesto reparos. David Hawley,
uno de los voceros del organismo, leyó un escueto comunicado,
a través del cual las autoridades del FMI expresaron lo siguiente:
Saludamos los esfuerzos de Argentina para desarrollar una
estrategia de retorno a un crecimiento sostenible y estamos prontos
para trabajar con el gobierno para desarrollar esa estrategia.
Una interpretación que se hizo ayer en Economía de
ese breve texto es que el FMI está haciendo un guiño
para un eventual desembolso anticipado de fondos. Sin embargo, anteayer,
el vocero número uno del organismo, Thomas Dawson, había
sido claro al descartar esa posibilidad. Había dicho que
no se adelantaría el giro de 1260 millones de dólares,
previsto para diciembre, ni de otros 3000 millones, pautados para
marzo. Este último monto es lo que aportará el organismo
para ayudar en la reestructuración de la deuda externa. Frente
a la evidencia, Cavallo sostuvo ayer que Argentina no solicitará
más dinero a la comunidad internacional, materia en la que
somos campeones del mundo, afirmó. El apoyo del
Fondo se suma al comunicado que emitió el G-7 (ver aparte).
El organismo de crédito coincidió con el Departamento
del Tesoro de Estados Unidos respecto a que el país tiene
que diseñar un plan sustentable. Para eso está dispuesto
a apoyar una operación que mejore el perfil de la deuda,
mediante una operación voluntaria y basada en el mercado,
según dice el texto del último acuerdo sellado en
agosto pasado.
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MEDIDAS
DE REACTIVACION CON UN EFECTO LIMITADO
Sin impulso para el consumo
Por Raúl
Dellatorre
Las probabilidades de éxito
de las medidas de aliento a la reactivación, incluidas en el paquete
anunciado el jueves, están fuertemente limitadas por la escasa
capacidad del Gobierno para estirar más el uso de la herramienta
fiscal. Así surge de la ratificación por un lado del objetivo
de déficit cero y el antecedente, por otro, del maquillaje contable
con el que se cerró setiembre para cumplir con dicha meta en el
tercer trimestre y los alarmantes resultados de la recaudación
tributaria en octubre. Bajo las restricciones vigentes, las medidas en
favor del consumo y los subsidios por hijo y en favor de ancianos pueden
resultar nada más que transferencias de recursos entre distintos
planes asistenciales, sin garantías de que el efecto neto sea una
mayor demanda.
La reasignación de fondos de la seguridad social, en favor de los
nuevos planes de asistencia a hogares de bajos ingresos y ancianos sin
haberes, significará en la práctica disminuir partidas de
asignaciones familiares y de otros planes sociales. La aspiración
es que la nueva distribución se resuelva con mayor eficiencia que
en la etapa previa, pero su efecto macroeconómico neto, en cuanto
a generación de aumento de demanda, será muy estrecho.
En tanto, el aumento de salarios de bolsillo resultante de la baja en
los aportes jubilatorios corre el riesgo de perderse, en parte, hacia
ahorros en divisas, como probablemente sucederá con los que correspondan
a sueldos elevados. En un clima de gran incertidumbre como el actual,
quien tenga capacidad de ahorro seguramente no gastará un ingreso
extra, sino que lo atesorará y lo más probable es que lo
haga en dólares, con perjuicio para las reservas. El impulso al
consumo, en consecuencia, no sería tan relevante como se espera
en Economía.
Quedaría por analizar el efecto sobre la demanda de la promesa
de devolución de cinco puntos del IVA a las compras con tarjetas
de débito. Además, se establecerá un complicado mecanismo
para su implementación la AFIP acreditaría a posteriori
la devolución en la cuenta bancaria del comprador, que impedirá
que el adquirente perciba el beneficio en el momento de la compra.
El precedente de la caída en la recaudación del principal
impuesto del sistema tributario en octubre, por otra parte, deja muchos
elementos para el análisis. La baja del 28,5 por ciento con respecto
al año pasado sorprendió hasta a los más pesimistas.
Cualquier analista coincidiría en que la baja en el nivel de actividad
no puede ser la única explicación del fenómeno. Los
primeros estudios sobre el mismo indican que hasta las grandes empresas
habrían retenido el pago del impuesto para asegurarse liquidez
especulando, a la vez, con una moratoria que ya durante el mes pasado
se preveía que podría anunciarse. Los que así actuaron
no se equivocaban.
Los números del Tesoro nacional de setiembre lograron cumplir con
las metas, pero sólo pisando los pagos a proveedores
y postergar compras y contrataciones. En octubre, la modalidad ideada
fue demorar la acreditación de las partidas presupuestadas en favor
de cada organismo. Este ahorro, una suerte de default
interno, necesitará en los últimos 60 días del año
encontrar un sustituto. Según cálculos de especialistas
en temas fiscales, el recorte en los gastos corrientes que se requeriría
aplicar en el último bimestre para mantener el Déficit Cero
no bajaría del 40 por ciento. Si ello es así, indudablemente,
el eventual ajuste en el gasto será un nuevo latigazo recesivo
sobre la economía interna.
El uso del instrumento fiscal para reactivar, con un estado sometido al
rigor del déficit cero, sin un fondo disponible compuesto por ahorros
propios ni capacidad de endeudarse, sólo podría resultar
efectivo mediante una fuerte redistribución de ingresos en favor
del 40 por ciento de población de menores ingresos, que es el que
hoy consume por debajo de susnecesidades. No es esa redistribución
progresiva, justamente, el signo distintivo del plan lanzado esta semana.
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