Por Gabriel A.
Uriarte
Desde
Washington D.C.
Después del 11
de setiembre no podemos descartar nada. Mohammed El Baradei, director
de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAIAEA),
hablaba sobre el peligro de un ataque terrorista con armas nucleares,
pero sus palabras reflejaban la alarma de ayer en todo Estados Unidos
hacia posibles atentados contra múltiples objetivos, alarma que
incluye algunas que hasta hace poco habrían sido descartadas como
exageradas. El gobernador de California, Gray Davis, defendió ayer
(ante no muy veladas críticas del gobierno federal) el aumento
de seguridad que ordenó para impedir que Osama bin Laden volara
los puentes de su estado, incluyendo el Golden Gate de San Francisco.
Un panel en el Congreso interrogó a funcionarios de Salud sobre
las posibilidades de un ataque con viruela, para la cual no existen suficientes
vacunas. El ántrax era en cierto sentido una noticia vieja, pero
no para el resto del mundo, con Pakistán (y posiblemente Grecia)
siendo el último ayer en unirse al club.
¿Cuál es el peligro real? Ayer la atención estaba
fijada en el peligro nuclear. Suponga que los 19 terroristas del
11 de setiembre hubieran estrellado cuatro camionetas llenas de explosivos
contra reactores nucleares o desechos radioactivos; ninguna instalación
civil hubiera podido impedirlo, enfatizó George Bunn, de
la Universidad de Stanford. La Agencia Internacional de Energía
Atómica (IAEA), que depende de Washington, negó que la seguridad
en las plantas civiles fuera insuficiente, pero señaló que
las de Pakistán eran mucho más vulnerables. David Albright,
del Instituto de Estudios de Seguridad y Ciencia (ISIS), explicó
que el ejército y los servicios de inteligencia retienen
fuertes lazos con los talibanes, y les podrían dar ayuda de adentro
si quieren robar material nuclear. Otra posibilidad es que lancen
un golpe de Estado, lo que podría hacer que India ataque preventivamente
las instalaciones nucleares con sus armas atómicas propias, causando
bajas gigantescas en las superpobladas zonas atacadas, tales como la planta
de separación de plutonio en Rawalpindi cerca la capital Islamabad.
Y Bin Laden podría haber obtenido material nuclear en el mercado
negro, donde ya se registraron 175 transacciones de ese tipo, 18 de las
cuales eran de uranio enriquecido y plutonio.
Pero la verdadera amenaza no parece ser tanto nuclear sino radiológica.
Es decir, que alguien consiga material radioactivo y simplemente lo difunda
mediante una explosión en una ciudad. Según la IEAE, el
material está perfectamente disponible en cientos de centros de
tratamiento de cáncer muy mal vigilados. Una funcionaria de inteligencia
agregó que la Cruz Roja ya le suministró material
de rayos X a Kabul, a la puerta de Osama bin Laden. Ya hubo un caso
de este tipo durante la primera guerra de Chechenia (1994-96), cuando
una célula de rebeldes colocó un dispositivo con el elemento
radioactivo Cesio en la Plaza Roja, para advertir a los rusos que tenían
esa capacidad. Los chechenios, dicho sea de paso, tienen fluidos contactos
con los talibanes, quienes envían fuerzas a combatir en el Cáucaso
y entrenan a combatientes chechenios. Nadie sabe cuáles serían
las consecuencias de un ataque radiológico, pero un accidente ocurrido
en 1987 en Brasil donde unos ladrones robaron sin saberlo una cápsula
de 20 gramos de Cesio de un hospital y lo vendieron en las favelas
forzó a destruir 85 viviendas, incinerar más de 3000 contenedores
de ropas y pertenencias y poner en monitoreo constante a 110.000 personas.
El experto Abel González, del ISIS, resumió que una
bombaasí no sería devastadora en muertes, pero tendría
un enorme efecto psicológico y económico.
Esos dos factores son quizá los mejores para medir el daño
causado por los últimos ataques terroristas contra Estados Unidos.
El ántrax, por ejemplo, infligió pérdidas millonarias
en Washington D.C. sólo con forzar el cierre del centro de correo,
y se siguen registrando varias evacuaciones por día con alarmas,
falsas o no, de nuevos sobres con polvo blanco. Los edificios más
contaminados, en el Senado por ejemplo, van a ser desinfectados con gas
de clorina, que impedirá que nadie trabaje allí por dos
semanas. La agencia ambiental EPA se rehúsa a revelar el costo,
pero indicó que era alto. Y los tratamientos profilácticos
con antibióticos para decenas de miles de personas en todo el país
no son baratos: entre 100 y 600 dólares cada uno.
Son costos que coinciden con el comienzo de la recesión tan temida
tras el 11 de setiembre. Ayer se reveló que 416.000 personas perdieron
el trabajo durante septiembre, la mayor cifra en 20 años, subiendo
la tasa de desempleo al 5,4 por ciento. El día anterior se había
anunciado que el PBI había bajado durante el mismo mes. Los datos
generan dudas acerca de la solvencia del mismo gobierno. Su paquete de
estímulo económico está formado en gran parte de
enormes recortes impositivos para corporaciones, que más allá
de ser socialmente justos o no le quitan de forma permanente muy importantes
fuentes de dinero. En ese sentido, las políticas keynesianas que
impulsan los demócratas son fiscalmente más conservadoras
ya que sus efectos se limitarían a este año fiscal. También
es problemático que 4,5 de los 7,7 millones de personas sin trabajo
no tenga seguro médico o de desempleo. George W. Bush pasó
la responsabilidad a los gobernadores, pero éstos operan con restricciones
presupuestarias muy severas, que en muchos estados prohíben cualquier
tipo de déficit fiscal, y dependen de impuestos al consumo (como
el IVA) cuya recaudación es la primera en caer en un contexto recesivo.
Un experto del Instituto de Política Económica (EPI) admitió
a la CNN que estamos viendo que setiembre 11 causó un daño
desastroso en nuestra economía. No sólo el 11 de setiembre.
El Ministerio de la
Verdad
George W. Bush y Tony Blair temen estar perdiendo la guerra de
la propaganda. Para retomar la iniciativa, han decidido bombardear
los medios de comunicación con noticias positivas sobre los
resultados de su campaña en Afganistán. La tarea estará
en manos de los Centros de Información sobre la Coalición,
tres oficinas que se pondrán en marcha inmediatamente en
Islamabad, Londres y Washington, y que cubrirán casi todos
los husos horarios. Las televisiones programan durante 24
horas; pues bien, nosotros les suministraremos noticias durante
las 24 horas, todos los días, comentó un portavoz
de la Casa Blanca. En una jornada normal, abrirá el fuego
la oficina de Islamabad con una conferencia de prensa sobre la ofensiva
en Afganistán a las diez de la mañana, hora
local, en la que se ofrecerá la versión angloamericana
sobre las versiones talibanas.
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