Por Eduardo Fabregat
orría el malhadado año
de 1982 y Charly García estaba encerrado en los Estudios del Jardín
cumpliendo con un pedido del director Raúl de la Torre, quien sólo
debió mencionar que la protagonista de Pubis angelical sería
Graciela Borges para convencerlo de hacer la banda de sonido. Allá
afuera, un general borracho y asesino llevaba a cabo su peor acto. Y entonces
García volvió a encerrarse, fue de la cama al living y escribió:
Estoy temiendo a un rubio ahora, no sé a quién temeré
después. Terror y desconfianza por los juegos, por los transas,
por los canas, por las panzas, por las ansias, por las rancias cunas de
poder. No bombardeen Buenos Aires, pedía, y casi veinte años
después la frase vuelve a tener un sentido aterrador.
Veinte años después, también, la obra de Charly García
sigue siendo un imán imposible de evitar: los pibes que se acercan
a ver su versión 2001 conocen al pie de la letra todas sus canciones,
incluso aquellas registradas cuando ni siquiera habían nacido,
y las observan, escuchan y disfrutan como el cuerpo compositivo de un
artista irrepetible. Es decir: para más de uno, eso que García
baja sin mayor explicación en sus shows (en más de un caso,
notoriamente alterado con respecto a su formato original) bien puede resultar
algo difuso en cuanto a fechas, nombres y épocas de pertenencia.
Por eso, a partir de mañana Página/12 ofrece a sus lectores,
a sólo 6 pesos por CD, una colección que engloba el potentísimo
primer tramo de su etapa solista, con el plus de dos discos que examinan
a fondo la discografía de Seru Giran, canciones hasta ahora repartidas
en discos difíciles de hallar y una perla especial, el demo de
Rezo por vos registrado junto a Luis Alberto Spinetta (ver
aparte). Cinco CD que bien podrían ser guardados en una cápsula
del tiempo, para explicar a los que vendrán por qué la palabra
Charly es una contraseña ineludible para comprender
la música rock de las pampas.
Mucha agua ha corrido bajo el puente-García, pero es necesario
detenerse en ese 1982 para situar el momento en que Charly comenzó
a reclamar su sitial en el estrellato de solistas argentinos. Al momento
de grabar Yendo de la cama al living, el disco que abre mañana
la colección, García venía del huracán Seru
Giran, otro referente esencial que se condensa en los volúmenes
4 y 5. Su instinto artístico le ordenaba despegarse de los
Beatles argentinos, de la multitud en el show gratuito de la Rural
en 1980, de las responsabilidades compartidas. Pienso seguir grabando
y componiendo solo, me sale mejor, dijo por entonces, y Yendo...
fue un ejercicio solitario, mientras los obreros hacen masa en la
plaza como aquella vez. Ese fin de año, en el estadio de
Ferro, García completó la apuesta con un show en el que
efectivamente bombardeó (gracias a la puesta de Renata Schussheim)
a Buenos Aires, y en el que puso el otro puntal de su leyenda: si en el
estudio estaba solo, en escena García empezó a ser el capitán
de bandas-seleccionado en la que revistaban siempre los mejores.
El lujoso doble disco que integró su primer solista y aquel soundtrack
para De la Torre fue el comienzo, pero lo siguiente fue el gran quiebre.
Tras componer Terapia intensiva para una obra de Antonio Gasalla,
García se fue a New York, alquiló un loft, se empapó
de todo lo que estaba sonando y, a diferencia de su declaración
de principios para Seru Giran, decidió dejar de ser parte del mar
y dedicarse a la nueva ola. Clics modernos, entonces, partió las
aguas. El García moderno (¿será el tambor con
grito de No me dejan salir el primer testimonio de un
sampler en el rock argentino?) sorprendió a propios y extraños.
Mientras el ala nostálgica hacía llover las acusaciones
de comercial, artistas como Virus o Los Encargados agradecían
que una figura central le abriera la puerta a algo que para ellos ya era
moneda corriente, pero que parecía imposible de penetrar en un
medio blindado por las canciones de fogón.
Un paso adelante, García cantaba en Clics... que El se cansó
de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci (en
Dos cero uno(transas), aludiendo al sponsor del show de Ferro),
que Me quedo piola y empiezo a pensar que no hay que pescar dos
veces con la misma red (No soy un extraño), o
que Este mundo extrañará por siempre la película
que vio una vez, y este mundo te dirá por siempre que es mejor
mirar a la pared (Ojos de videotape). No casualmente,
la gente supo levantar también la bandera de Los dinosaurios,
una demostración de que la antena de Charly no estaba precisamente
seteada en New York.
Para las presentaciones de ese disco en el Luna Park, García tenía
una nueva selección: Guyot/Iturri/Toth, por entonces el
trío instrumental, con nada menos que Fito Páez en teclados,
serían también la base a la que García convocaría
desde Brasil a fines de 1984: Espérenme en el aeropuerto,
ordenó, y de allí se fue a los estudios Ion, y allí,
en sesiones en vivo sin mayores retoques, parió en tiempo relámpago
Piano bar, el disco incluido en el volumen 3 de la colección. Cuando
crítica y público escucharon la estrofa Yo que crecí
con Videla, yo que nací sin poder, yo que luché por la libertad
pero nunca la pude tener... hoy paso el tiempo demoliendo hoteles,
ya nadie se animó a discutirle a García su lugar. Piano
bar es quizá la obra más rotunda de Charly (honor que puede
discutir también Parte de la religión). No es casual que
Cerca de la revolución siga siendo hoy uno de los puntos
más energéticos de su show: ¿alguien puede discutir
la actualidad de la frase Y si mañana es como ayer otra vez/
lo que era hermoso será horrible después/ no es sólo
una cuestión de elecciones...?
De eso, claro, se trata todo el asunto. La visión sensacionalista
y mezquina, la que se queda con el Charly escandaloso que agota todos
los titulares posibles, probablemente solo vea a su obra como producto
de una casualidad, el rapto de lucidez de un artista entregado al exceso.
No importa. El pasa el tiempo demoliendo hoteles, y los dueños
de los hoteles corren detrás suyo intentando cobrarle la factura,
y llamando a la policía y tratando de tacharlo con sus mismos aerosoles.
Pero mientras tanto, una legión de todas las edades levanta la
antena, y escucha y se le eriza la piel, y no puede evitar que las canciones
le suban por la garganta. A García, pero también a ellos,
los carceleros de la humanidad no los atraparán dos veces con la
misma red. Eso. Y que no bombardeen Buenos Aires.
Cinco discos de colección
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El disco 1, que aparece
mañana junto a Página/12 y el estuche para toda la colección,
incluye el material de Yendo de la cama al living, junto a tres canciones
de Pubis angelical y el único tema con voces del maxisimple
Terapia intensiva, a esta altura una verdadera rareza: Chicas
muertas.
El segundo volumen integra
otras dos canciones de Pubis... con Terapia intensiva
(donde se adivina el génesis del Rap de las hormigas
de Piano bar) al gran disco de quiebre conceptual y estilístico
de García: Clics modernos.
En el disco 3 aparece otra
obra clave del Charly solista: Piano bar, el disco registrado casi
de un tirón junto a Guyot, Iturri, Toth y Fito Páez,
otra de sus bandas de lujo. Pero este volumen rescata
también un track perdido en el tiempo, que antes solo había
aparecido en un olvidado Greatest hits: el demo de Rezo por
vos junto a Luis Alberto Spinetta, único testimonio de
los que pudo haber sido el encuentro entre los grandes, rescatado
para esta colección.
El cuarto CD desanda el
camino de Seru Giran, con el álbum que comenzó a construir
su leyenda: Grasa de las capitales, cuya tapa parodiaba a la revista
Gente y que incluye canciones capitales como Viernes 3 AM
y Noche de perros. Pero aquí también se
incluye Peperina, el disco que desde su foto interna reafirmaba aquello
de Los Beatles argentinos, junto a material antes disperso
como El fantasma de Canterville y Música
del alma.
El quinto volumen abre
el juego de las comparaciones: las versiones en estudio de Seminare
y Eiti Leda (del debut Seru Giran) anteceden al vivo de
No llores por mí Argentina, junto a momentos cumbres de Bicicleta
como Mientras miro las nuevas olas y Cuánto
tiempo más llevará, también acompañada
por su versión en vivo. |
El fatídico �Y quemé las
cortinas...�
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Yo me sentía muy paranoico: me había juntado
con él y le pasaban docenas de cosas malas, y me decía
a mí mismo puta, Luis, el yeta sos vos, y me creía
el fúlmine de la historia, decía Luis Alberto
Spinetta. Y yo, del otro lado, le decía no seas
paranoico, cómo te vas a hacer cargo de esto. Y, la verdad,
explotamos. Eso nos quemó, nos asustó mucho, terminaba
de explicar Charly García. Juntos frente a un grabador por
última vez, García y Spinetta hablaban para la edición
del 23 de julio de 1992 del Suplemento No de este diario, luego de
ser elegidos Los mejores de la historia en una encuesta
entre 120 músicos argentinos. García y Spinetta se referían
a su abortado proyecto conjunto, que explotó literalmente en
la casa de García, cuando un cortocircuito en la videocasetera
que registraba su actuación en el programa televisivo Cable
a tierra provocó un incendio. Spinetta no pudo superar
el hecho de ser autor de la frase y quemé las cortinas
y me encendí de amor: de aquel choque de grandes apenas
quedó Una sola cosa (registrada por Spinetta en
Privé, de 1986), una canción especialmente dedicada
(Pobre amor, llámenlo, de L. A. S., que refería
a ciertos acelerados tiempos de Duran Duran) y dos versiones
de Rezo por vos, una en el mismo Privé y otra de
García en Parte de la religión. Pero quedó algo
más: un demo del tema de la discordia, con la misma batería
electrónica utilizada en aquel programa de Canal 7, que alguna
vez salió en un Grandes éxitos y se perdió en
la noche de los tiempos, hasta esta colección. En aquella nota
de 1992, el dúo dejó abierta la puerta a una nueva posibilidad.
En su edición del jueves pasado, el No festejó 500 números
con otra consulta, esta vez para definir a los más influyentes
del rock argentino. Spinetta salió primero. Charly, segundo.
El reencuentro sigue esperando. |
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