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Cassavetes y todas las formas de la inestabilidad

Un acto de justicia: se editaron tres de sus mejores películas, en donde brillan Ben Gazzara y Gena Rowlands, dos clásicos.

Buena parte de la obra deCassavetes
se vio mutilada en la Argentina.
Con estas ediciones, ya son cinco
las películas disponibles en video.

Por Horacio Bernades

Para los argentinos, el nombre de John Cassavetes fue durante mucho tiempo el de un mito lejano, antes que el de un autor de películas. Una situación que se extendió hasta más allá de su muerte, en 1989. Hay una razón bien concreta para ello, ya que su obra se conoció, aquí, a los saltos. Saltos en el escalonamiento, puesto que muchas películas ni se estrenaron, y saltos en las propias películas, que cuando se estrenaban, lo hacían con graves mutilaciones, como ocurrió con Maridos, Una mujer bajo influencia y Torrentes de amor, todas exhibidas con alrededor de media hora menos.
Recién en el último par de años pudieron verse retrospectivas bastante completas de su obra, primero en la sala Lugones del Teatro San Martín y luego dentro del Festival de Cine Independiente. Enseguida llegó el turno del video. Hace unos meses, el sello Epoca editó su opera prima, Sombras (Shadows, 1959) junto con Rostros (Faces, 1968). Ahora circulan copias de Una mujer bajo influencia (A Woman Under the Influence, 1975), The Killing of a Chinese Bookie y Opening Night (estrenadas ambas en 1978), con lo cual el panorama tiende a completarse. Aunque las copias en circulación no presentan una calidad ideal, ver en sucesión Una mujer bajo influencia, The Killing of a Chinese Bookie y Opening Night reviste particular interés, en tanto se trata de films contiguos que guardan marcados puntos de contacto, además de que las dos últimas jamás se estrenaron comercialmente aquí.
Una mujer bajo influencia es la más decidida incursión de su autor en el mundo de los lazos familiares. No debería extrañar que en una obra signada por todas las formas de la inestabilidad, la vida de los Longhetti no sea particularmente apacible. Nick (Peter Falk) es un capataz que pasa demasiadas horas en la obra, los tres niños son particularmente demandantes y mamá (Gena Rowlands, heroína cassavetiana por excelencia) no tarda en descompensarse, bajo el peso de las responsabilidades y el propio desequilibrio. Con lo cual, el estudio de la familia pasa a convertirse en el de la locura familiar, ya que tampoco Nick y su mamá (Katherine Cassavetes, mamá de John) las tienen todas consigo. Jamás en el cine se vieron combates familiares como los de Una mujer..., con los Longhetti en pleno, gritando, llorando, forcejeando y rodando por el piso. Cineasta del caos por excelencia, Cassavetes hace de la cámara otro miembro del clan. Y no precisamente el más sereno.
La locura reaparece en Opening Night, otra vez con la Rowlands como emergente. Si Una mujer bajo influencia representaba una inmersión en la locura familiar, el eje de Opening Night es la locura de una “familia artística”. Myrtle Gordon (Rowlands) es una famosa estrella, en gira nacional con su última obra. De nuevo el caos, esta vez bajo la forma de una batalla de deseos, entre todos los miembros de la compañía. Myrtle no cree en la obra y no hace más que discutir con su autora (encarnada por Joan Blondell, veterana de Hollywood), el productor (Paul Stewart, recordado mayordomo de El ciudadano), su director (Ben Gazzara, miembro estable de la troupe cassavetiana) y el coprotagonista y ex pareja (el propio Cassavetes). Como en Una mujer bajo influencia, la Rowlands deberá atravesar todas las etapas del disloque, con el trago por compañero, ciertas alucinaciones como máximas enemigas y los otros constituyendo ese infierno del que hablaba Sartre. A la larga, el teatro podrá más que la vida misma, y Myrtle encuentra en el escenario la forma de canalizar su desfase.
El escenario es territorio también de The Killing of a Chinese Bookie. Un escenario menos prestigioso que el del teatro, por cierto, ya que se trata de un cabaret. Pero su propietario, director y hasta libretista, Cosmo Vitelli (Gazzara) lo encara con la pasión, la honestidad y la entrega que merece un verdadero rubro artístico, integrando los desnudosde las chicas a “números dramático-musicales” que, por berretas que sean, no dejan de tener aspiraciones excelsas. Cosmo contrae con la mafia una deuda de juego impagable. La única solución consiste en otra clase de pago: el asesinato del apostador chino del título. El signo que preside The Killing of a Chinese Bookie no es la locura sino la fatalidad. Hasta el punto de que la película bien podría haberse llamado “La larga muerte de Cosmo Vitelli”. Homo cassavetiano por excelencia, Cosmo sufre un desajuste con respecto al mundo que lo rodea, y ese desajuste tiene aquí la forma de una herida que no hay quien la cure. Algo semejante les ocurre, más tarde o más temprano, a Mabel Longhetti, Myrtle Gordon y demás héroes y heroínas cassavetianos.

 

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