Verso a verso
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Por Horacio Verbitsky Luego de la derrota en los comicios del 14 de octubre, el presidente Fernando de la Rúa dijo que escucharía el mensaje de las urnas. De inmediato viajó a España para intervenir en un congreso de la lengua. En el vuelo de regreso, el jueves 18, recapituló con sus más íntimos colaboradores la estrategia a seguir. Uno de ellos dijo que lo vio sereno y que transmitía un moderado optimismo. El primer paso debía ser un acuerdo político, sin el cual ningún paquete económico tendría viabilidad. De ese modo podría sostenerse la promesa de no requerir más financiamiento externo, lo cual a su vez induciría el apoyo de los organismos internacionales y de los principales gobiernos. Con ese respaldo, vendría luego la reestructuración de la deuda pública, primero con los tenedores locales, por último con los extranjeros. Ni uno solo de esos supuestos se cumplió, por lo cual los anuncios del jueves 1º carecen de soporte político y económico, nacional o internacional. Tampoco se adoptaron medidas que controlen la especulación contra las reservas en divisas y la salida de depósitos, con lo que esto no se diferencia demasiado de una explícita declaración de default, para que el mercado decida qué hacer. Las tibias palabras de simpatía de los embajadores de las siete naciones más ricas y del FMI sólo pagan el derecho a no ser culpados por el desenlace. Súplicas atendidas El acuerdo político al que se refería De la Rúa
consistía en reemplazar la coalición que en 1999 lo llevó
a la presidencia, por otra, integrada por representantes de los partidos
derrotados entonces. No con ministros en el gabinete, sino con apoyo legislativo
a las nuevas medidas. Apenas un semestre después de la inclusión
en el gabinete de ministros de Domingo Cavallo la Alianza para el Trabajo,
la Justicia y la Educación, más que una denominación
política es una involuntaria ironía. Sólo quedan
de ella vestigios, para cuya detección se requerirían los
precisos métodos de análisis del Instituto Malbrán.
El único punto que salió tal como De la Rúa lo imaginaba
fue la condescendencia del jefe de su partido, Raúl Alfonsín,
quien atendió la súplica presidencial de no formalizar en
un documento partidario la solicitud de renuncia de Cavallo hasta no conocer
el nuevo paquete de medidas y medir la respuesta social. El ex presidente
llegó a ponderar los anuncios como un cambio de rumbo. Operación aritmética El buscado acuerdo político se basaba en una operación
aritmética. Las provincias cobrarían en bonos las deudas
acumuladas por la Nación y aceptarían a partir de entonces
transferencias mensuales inferiores a las prometidas por la Nación
en el último compromiso federal. El recorte sería equivalente
al 13 por ciento ya sufrido por asalariados del Estado y jubilados. A
cambio, la Nación les garantizaría una negociación
con los bancos, de modo que la reducción en los intereses que las
provincias pagan por sus deudas fuera mayor que las transferencias nacionales
queresignarían. Como era de prever, los financistas se rehusaron.
Sólo están dispuestos a capitalizar la reducción
de intereses, es decir, a convertirlos en nueva deuda que a su vez devengaría
mayores intereses futuros. El quántum del ajuste Del proyecto de ley de presupuesto también se desprende que el
financiamiento que requiere la Nación es de más de ocho
mil millones de dólares. A esto debe agregarse el ajuste que se
espera de las provincias: tres mil millones de transferencias que la Nación
le retacea y otros dos mil quinientos de déficit espontáneo
propio que deben reducir. Es decir que entre Nación y Provincias
el déficit cero está a unos 14.000 millones de distancia.
Este es el contexto que no puede eludirse a la hora de valorar los anuncios
presidenciales del jueves. Así los bancos nacionales y extranjeros
fueran amables ancianas que dejan sus dentaduras postizas dentro de un
vaso con agua sobre la mesita de noche y no implacables tiburones prestos
a atacar en cuanto huelen sangre, la reducción anunciada de 4.000
millones de dólares en la cuenta de intereses para 2002 dejaría
en pie casi dos tercios del ajuste necesario. Los números reales
podrían ser incluso peores, ya que, a los efectos de no incluir
el recorte salarial y jubilatorio en el presupuesto enviado al Congreso
en plena campaña electoral, el gobierno nacional incluyó
un incremento equivalente de la recaudación, que sólo sería
obtenible si la economía creciera un 6 por ciento en el año,
lo cual constituye un supuesto sin pies ni cabeza. El propio Memorando
de Política Económica elevado por Economía al FMI
confiesa que los ingresos fiscales de 2002 no superarán los de
este año y estima un crecimiento nunca superior al 2,5 por ciento.
A cada interlocutor se le dice lo que quiere escuchar en cada momento.
Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo, y la economía
es reacia a los dibujos manipulatorios. Como el 82 y el 85 Ninguna de las medidas anunciadas tiende a contrarrestar la distribución regresiva del ingreso que ha dejado catatónico al mercado interno de bienes de demanda masiva, en un contexto en el que el argentino más rico de cada diez se apropia de casi la mitad del ingreso total. Como en 1982, cuando pasó en forma fugaz por la presidencia del Banco Central durante la dictadura militar, o como en 1995 bajo la presidencia de Carlos Menem, Cavallo ha puesto en marcha un mecanismo por el cual el conjunto de la sociedad deberá sacrificarse para mejorar la rentabilidad de las empresas. La primera vez se trató de la socialización de la deuda privada. La segunda, de la supresión de los aportes patronales, con el argumento de que así mejorarían la competitividad de la economía y el empleo. Ahora el socio bobo que sigue siendo el Estado deberá asumir los pasivos empresariales, tal como había adelantado el vidente Franco Macri. Aún no se conoce ni la magnitud del clavo ni los mecanismos exactos por los cuales deberá ser absorbido por la sociedad, dada la ostensible improvisación del paquete anunciado. Pero es ostensible que hacia allí se canalizará cualquier merma que se consiga en la factura financiera. La incoherencia entre ambas medidas sugiere que el conflicto entre dolarizadores y devaluadores dista de haber sido resuelto y que la débil capacidad de arbitraje del Estado es una invitación para que sean las diferencias de poder en el mercado las que, una vez más, tengan la última palabra, siempre a expensas del salario. El palacio de la risa Las denominadas medidas distributivas y reactivadoras son risibles. El
incremento salarial indirecto por la reducción de aportes previsionales
sólo comprende a los asalariados que tienen un empleo fomal, que
apenas son el 30 por ciento de la Población Económicamente
Activa. Para ellos y sólo para ellos, la medida consiste en una
renuncia a una parte del futuro ingreso jubilatorio, a cambio de mayor
consumo presente, sin sacrificio alguno por parte de las administradoras
de esos fondos de la desproporcionada comisión que cobran. Desde
el punto de vista de la demanda global, en la mejor de las hipótesis
esto volcaría al consumo 2.400 millones de pesos al año,
es decir 500 menos de los que sustrae el 13 por ciento de reducción
salarial y jubilatoria, que se mantendrá el año próximo.
Es también dudoso que la disminución del IVA para las compras
realizadas con tarjeta tenga algún efecto reactivador perceptible.
De hecho, hace por lo menos dos años que los precios están
constreñidos por la deflación y el consumo sigue cayendo.
El objetivo complementario es detener la caída en la recaudación
por el blanqueo que implican las compras con tarjeta y su resultado tampoco
es seguro. Ni el 3 ni el 5 por ciento de esa rebaja, que se aplicará
en el limitado circuito plástico parecen demasiado atractivos frente
a las reducciones de hasta el 10 por ciento que en aplicación de
la ley de la calle premian el desinterés por la factura.
No mentirás Por H.V. La semana pasada, María
Hebe Pastor de Bonafini dijo en un reportaje que además de
ser judío, Verbitsky es totalmente pronorteamericano. Esa
misma noche, denunció la burda maniobra de hacernos aparecer
como antisemitas. Según ese texto, no me criticó por
ser judío sino agente norteamericano. También
dijo que su declaración había sido falsificada y que la
revista 3puntos publicó algo que ella no había dicho. En
mi columna del domingo 28 de octubre ofrecí a quien tuviera interés
la grabación de la entrevista, que demuestra la fidelidad de lo
publicado y la falsedad de la desmentida. |
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