Por Eduardo Febbro
Desde Islamabad
Bin Laden pasó de la
pluma a la palabra hablada y a la imagen. Tres días después
de haber hecho llegar una carta manuscrita al canal de televisión
árabe Al Jazeera donde llamaba a los paquistaníes a defender
el Islam contra los infieles, el multimillonario saudita reapareció
ayer con un video que una mano invisible entregó al corresponsal
de la televisión de Qatar en Kabul. Ocupando el centro de la imagen,
inmóvil y firme, Bin Laden eligió ahora como blanco a las
Naciones Unidas y a los países árabes que piensen recurrir
a la ONU para entablar negociaciones.
Según Bin Laden, utilizar a las Naciones Unidas equivale a renunciar
al Islam. Tratando de infieles a los países árabes
que tuvieron la idea de pedir la mediación de la ONU para resolver
el conflicto israelo-palestino, Bin Laden asegura que eso equivale a renegar
del mensaje de Mahoma. En otra parte del video Bin Laden hace
una referencia directa a la situación en Afganistán denunciando
a los países occidentales que apoyan esta campaña
feroz e injusta contra Afganistán. Según afirma en
el video, nada prueba que lo ocurrido en Estados Unidos está
ligado al pueblo afgano. Sin embargo, la campaña prosigue exterminando
a los civiles, los niños, las mujeres y los inocentes.
Aunque el mensaje manuscrito de Bin Laden hecho público el jueves
pasado no tuvo ninguna repercusión entre la población paquistaní,
los países occidentales siguen mirando con suma preocupación
la situación interna de Pakistán. Con dos casos oficiales
de ántrax en el país, el presidente Pervez Musharraf reconoció
ayer que varios ministerios de Pakistán estaban contaminados con
la bacteria. La información oficial refuerza la tesis según
la cual, dentro del esquema actual, el eslabón más débil
sigue siendo Pakistán. Desde hace unos cinco días corre
por Islamabad un rumor que hace temblar a las embajadas occidentales:
la posibilidad de que Bin Laden o los talibanes detenten la bomba atómica
no es tan lejana. Esta idea apocalíptica no es una mera especulación
sino una amenaza real, dijo a Página/12 el miembro de una
embajada europea en Islamabad. Según esa fuente, los occidentales
están convencidos de que Pakistán es el aliado más
vulnerable de la estrecha alianza actual. Las armas de destrucción
masiva podrían caer en manos de Bin Laden, de los miembros de la
red Al-Qaeda o de los talibanes a través de dos canales bastante
simples que pasan por Pakistán.
Los occidentales ven a Pakistán bajo el doble estatuto de potencia
nuclear y país frágil. En ese contexto, dos hipótesis
alarmistas evocan la posibilidad de que las armas nucleares caigan fácilmente
en manos del enemigo: la primera arguye que los talibanes
o el mismo Bin Laden podrían comprar en Pakistán
parte de las armas existentes. La segunda asegura que un grupo de científicos
paquistaníes puede ayudar al régimen talibán a fabricar
bombas nucleares. Esta semana, los rumores y las informaciones fueron
tan constantes que varios ministros paquistaníes tuvieron que salir
a desmentir y a tranquilizar a la opinión pública. Más
que en el arma nuclear, el problema central radica en la estabilidad del
gobierno de Musharraf, amenazada por los sectores más fundamentalistas
de las Fuerzas Armadas. La seguridad es buena mientras exista un
gobierno que controla la situación. Si se llega a producir una
ruptura del orden civil, entonces sí podemos empezar a preocuparnos,
declaró Mohamed ElBaradei, jefe de la AIAIEA, Agencia Internacional
de la Energía Atómica. El ministerio de Relaciones Exteriores
paquistaní recalcó que el temor de ver caer las armas
nucleares en manos extremistas es sencilla y totalmente imaginario.
Las especulaciones apocalíticas circulan con tanta más precisión
cuanto que la oposición de los grupos islamistas radicales se hace
cada día más virulenta. Ayer, el dirigente del partido fundamentalista
Jamaat-i-Islami, Qazi Hussain Ahmed, fue puesto bajo arresto domiciliario.
Hoy este partido dirigirá una manifestación antinorteamericana.
Además, fue prohibida en todo el territorio cualquier reunión
de más de cinco personas.
El presidente Musharraf emprende en los próximos días una
gira que lo conducirá a Estados Unidos y su ausencia hace lleva
a pensar en las peores consecuencias. Este domingo llega a Pakistán
el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, y algunos dicen
que viene a pedir la llave del sistema nuclear paquistaní como
garantía. En realidad, los rumores no nacieron en Estados Unidos
ni en Europa sino que provienen directamente de Pakistán. A finales
del mes de octubre, las autoridades de Pakistán arrestaron e interrogaron
a uno de sus mejores científicos en el campo nuclear. Sultán
Bashiruddin Mahmood, ex jefe del proyecto de la Comisión paquistaní
de la Energía Atómica, mantenía al parecer estrechos
lazos con Afganistán.
La política
puede esperar
Por E. F.
Un mes después del inicio de los bombardeos norteamericanos,
la solución política con vistas a reemplazar al actual
régimen talibán nunca estuvo más lejos. Las
sucesivas reuniones que se desarrollaron en Islamabad para negociar
la formación de un gobierno de unidad nacional
no condujeron a nada. Varios de los interlocutores europeos comprometidos
en el proceso de negociación actual estimaban ayer en Islamabad
que la extensión de la campana militar norteamericana
todavía va a empeorar las cosas.
Hay que romper el círculo vicioso dijo el viernes
en la capital paquistaní el ministro de Relaciones Exteriores
francés, Hubert Védrine. Por círculo vicioso
los occidentales parecen entender la ineficacia de los
bombardeos norteamericanos y su impacto político negativo
entre los posibles miembros de un todavía hipotético
gobierno afgano. ¿Qué dirigente político correría
el riesgo de formar un gobierno en un país vecino mientras
en su propio país los civiles mueren bajo las bombas? Ese
esquema de lo que un diplomático europeo llamó el
rompecabezas imposible es el que bloquea el diseño
de un gabinete, tanto más bloqueado cuanto que, a pesar de
las apariencias, Estados Unidos y Pakistán apuestan por interlocutores
distintos.
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