Después de más
de una década fuera del poder, los sandinistas pueden ganar hoy
las elecciones en Nicaragua. O no. Pero, en cualquier caso, la noticia
es que están más cerca que nunca de volver, desde su histórica
derrota en las urnas en 1990. Hasta ayer, las consultoras vaticinaban
un empate técnico o un pequeño margen entre el histórico
Comandante Daniel Ortega y el anciano liberal Enrique Bolaños.
Si la incógnita se resuelve a favor de los sandinistas, volverían
a gobernar el país después de una década en la que
en Nicaragua pasó de todo: una transición de un modelo de
inspiración socialista al capitalismo neoliberal y una parte
de ese proceso respaldado por el ejército del Frente Sandinista
de Liberación Nacional, la convivencia de un surtido de grupos
armados que siguieron reclamando tierras, un escándalo de corrupción
tras otro y una zigzagueante política del FSLN como oposición
que osciló entre el enfrentamiento al gobierno de turno y una seguidilla
de pactos políticos que, en muchos de los casos, promovieron distanciamientos
dentro del mismo partido y de sus propias bases. Estados Unidos muestra
signos de su preocupación y apuntalar su intervención a
favor de la oposición.
Desde los meses previos y en los posteriores a la derrota sandinista en
las elecciones de febrero de 1990 a manos de Violeta Chamorro, las elites
sandinistas y contrarrevolucionarias llevaron a cabo las negociaciones
que concluyeron con la firma de lo que se llamó el Protocolo de
Transición al Poder Ejecutivo que instituía varias cosas:
el respeto a la Constitución vigente, a las instituciones y conquistas
sociales del sandinismo y el desarme de la contra. En ese
mismo interregno, hubo una publicitada repartija de propiedades entre
algunos miembros de la elite del FSLN que la prensa popularizó
como la piñata sandinista; a continuación, la
corrupción en los procesos de privatización durante el gobierno
de Chamorro dio lugar a la piñata de los Lacayos, en
referencia al entonces ministro de la Presidencia y yerno de Violeta Chamorro,
Antonio Lacayo.
Violeta Chamorro accedió al poder apoyada por la Unión Nicaragüense
Opositora (UNO), la heterogénea coalición de 14 partidos
que abarcaba desde la extrema derecha a la izquierda y que, a principios
de 1993, pasó a confrontarla abiertamente acusándola de
practicar un cogobierno con los sandinistas. Por entonces, fue el vicepresidente
de Chamorro, Virgilio Godoy, quien encabezaba los pedidos de renuncia
de Ortega y Lacayo hasta que él mismo renunció; en marzo
de 1993, la derechista Brigada Patriótica Nicaragüense tomó
la embajada de Nicaragua en Costa Rica haciendo los mismos reclamos. Este
complicado escenario tenía sus razones en la paradójica
situación nicaragüense posterior a la derrota del sandinismo:
no contar con un ejército que no fuera el del Frente Sandinista
de Liberación Nacional. Desde entonces, la convivencia entre el
sandinismo y el gobierno de Chamorro tomaría diferentes vías
que, incluso, delinearían las internas del FSLN y una creciente
oposición de los sectores de derecha que compusieron la multipartidaria
UNO hasta que se quebró, en 1993.
Nos habíamos amado
tanto
Al interior del sandinismo, la transición dividió aguas:
por un lado, estuvieron quienes colaboraron activamente con el gobierno,
sea desde el ámbito parlamentario o en los cuerpos armados o administrativos;
los casos paradigmáticos fueron Humberto Ortega Comandante
en jefe del Ejército Popular Sandinista y hermano de Daniel Ortega
y Sergio Ramírez -portavoz de la bancada del FSLN, quien,
además, fuera vicepresidente de Ortega y en 1994, fundador del
reformista Movimiento de Renovación Sandinista (MRS).
Humberto Ortega había explicado su participación a partir
de la situación nacional: una contra armada, una derecha
embriagada por el triunfo electoral y un sandinismo aturdido, a
lo quehabría que agregar lo que representó su propio papel:
la continuidad del ejército sandinista pese al cambio electoral,
una fuerza que debió reprimir en varias ocasiones a los ex sandinistas
que se rebelaron en los 90, tal como pasó con el Frente Revolucionario
Obrero y Campesino (FROC) que tomó en 1993 la ciudad de Estelí.
Por otro lado, se alineó la jerarquía partidaria del FSLN,
bajo sus máximos exponentes históricos Daniel Ortega y Tomás
Borge (ministro del Interior durante la revolución y actual vicepresidente
del FSLN), que mantuvieron una actitud que osciló entre el acoso
político al gobierno y la mediación en momentos de protestas
generalizadas para llegar a diversos pactos que garantizaron la estabilidad
del país. Pero fue el conflicto por la propiedad, en un momento
donde el 40 por ciento de las tierras estaba en litigio, el problema central
del gobierno de Chamorro, quien prometió entregar tierras a los
ex combatientes de la contra (la oposición paramilitar al sandinismo
en los 80 financiada por la CIA) y a los combatientes del Ejército
Popular Sandinista que fueron desmovilizados por una drástica reducción
del presupuesto militar. La distribución se cumplió parcialmente
y dio lugar a varios grupos, de distintos orígenes políticos,
que seguían armados reclamando tierras, equipamiento y apoyo crediticio:
los ex contras reagrupados como recontras; los ex sandinistas
que se convirtieron en los recompas y las bandas mixtas,
a las que se llamó los revueltos. A la vez, el gobierno
de Chamorro inició un período de políticas neoliberales
que desmantelaron el aparato social (educación, salud, asistencia)
del sandinismo y que marcarían la impronta de los 90.
Cómo ser oposición
Con la personalista consigna de el cambio viene, Alemán
te conviene y con la promesa de un cambio sin violencia,
en las elecciones de 1996, este empresario cafetalero, presidente del
Partido Liberal Constitucionalista, desplazó al entonces también
prometedor candidato Daniel Ortega. El plan de Alemán al
que llaman popularmente Gordoman por su robusta figura
era convertir a Nicaragua en el granero de Centroamérica,
pero los escándalos de corrupción lo envolvieron rápidamente
a él y a todos sus parientes instalados en los puestos claves del
gobierno y que, ahora, son nuevamente candidatos. Alemán habilitó
la restauración política-económica de los grupos
conservadores ligados a los intereses norteamericanos, revirtiendo la
reforma agraria y urbana en casi un 50 por ciento: compró a muy
bajos precios enormes extensiones de tierras pertenecientes a cooperativas
asfixiadas financieramente por lo que se ganó el apodo de presidente
geófago. Pese a esto, Alemán se aseguró una
cierta estabilidad pactando con la dirigencia del FSLN: el trueque fue
una mayor representatividad de los sandinistas en el Consejo Supremo electoral,
la Corte Suprema de Justicia y la contraloría a cambio de una baja
tensión de las protestas sociales, más una yapa: se estableció
que el presidente Alemán ocuparía una banca de diputado
durante el subsiguiente período presidencial. Uno de los principales
promotores de la investigación por la corrupción de su administración
fue el ex contralor Agustín Jarquín, actual candidato a
vice presidente de Ortega.
Tal como lo analiza el sociólogo de la Universidad Nacional de
Nicaragua, Oscar René Vargas autor del libro El sandinismo:
veinte años después, el sandinismo sufre tras la derrota
dos procesos, uno de paralización: no sabe cómo
responder como partido de oposición dentro del sistema político
ya que sólo sabe de resistencias político-militares. Segundo,
al interior del FSLN debió decidirse cuál era la política
a seguir: cerrarse o colaborar con el gobierno, lo que rápidamente
disparó diferentes tendencias que resolvieron cómo acomodarse
a la nueva realidadpolítica. Hoy las vertientes al interior del
Frente se han modificado y, a la vez, reunificado alrededor de la figura
de Ortega.
Vargas explicó a Página/12 el escenario actual: una corriente
a la que él denomina la nueva clase, son quienes provienen
del sandinismo y se han convertido en un sector con poder económico.
Esta nueva clase busca cómo influir en la política
nacional; su referente es Humberto Ortega. Existe otro sector, de línea
socialdemócrata que fue lo que en su momento encabezó Sergio
Ramírez quien, hoy, alejado de la política llama a
votar en blanco y que actualmente se identifica con los restos del
MRS que, al mando de la Comandante Dora Téllez se alió hace
dos meses con Ortega. Una tercera tendencia es la izquierda que
hace críticas al stalinismo, básicamente conformada
por intelectuales que no tienen una figura clara que los nuclee y, por
último, una corriente pragmática liderada por
Daniel Ortega que, en palabras de Vargas, practica una suerte de bonapartismo
que permite conformar la amplia alianza electoral del 2001. La pregunta
es qué pasará hoy con el sandinismo porque, sin dudas, la
elección marcará un antes y un después. Si, finalmente,
la tercera es la vencida y el FSLN gana estos comicios después
de diez años de ser la segunda fuerza política del país,
Vargas presagia un gobierno que se moverá a partir de ciertos equilibrios:
manteniendo espacios a la izquierda, mediando con el centro, sin romper
con la derecha. En cambio, si el sandinismo pierde se abrirá un
proceso de búsqueda de identidad hacia la izquierda, sin romper
con la socialdemocracia y sin caer en la extrema izquierda; acercándose
al perfil del PT brasileño.
Cómo volver al gobierno
Sin embargo, no se sabe qué dinámicas puede desatar un
triunfo del sandinismo. Desde una perspectiva geopolítica, Estados
Unidos no oculta su rechazo al sandinismo en particular y a un giro a
la izquierda de la región en general. Ortega hizo un gesto de reconciliación:
la semana pasada anunció que si ganan, nombraría como canciller
a Antonio Lacayo, el ex ministro de Chamorro; pero no alcanzó para
disipar las reservas norteamericanas, lo que se ha convertido en el fantasma
más agitado por la oposición liberal local y que, desde
los atentados del 11 de setiembre, alimenta todo tipo de especulaciones
sobre las relaciones entre el sandinismo y el terrorismo internacional.
Un eventual triunfo del sandinismo tensaría las energías
populares de Nicaragua: ¿está el sandinismo en condiciones
de realizar el delicado equilibro entre las demandas históricas
de sus simpatizantes y las advertencias de la derecha vernácula
e internacional? Una eventual derrota supondrá una crisis del sandinismo,
un duro cuestionamiento interno de su dirección actual, y una inevitable
reformulación de su proyecto.
HABLA
MANUEL GAGGERO, EX ASESOR DEL SANDINISMO
Renace un movimiento amplio
El Frente Sandinista ha
rescatado la identidad histórica de los nicaragüenses, como
movimiento nacional, amplio, popular..., afirmó a Página/12
el analista político Manuel Justo Gaggero, a propósito de
la vuelta del FNLN al primer plano de la escena política de Nicaragua.
El Frente Sandinista vuelve a plantearse como una fuerza política
con chances de ocupar el gobierno, ¿cuál es su reflexión?
Yo viví en Nicaragua cinco años (de 1979 a 1984) y
fui asesor del ministro de Justicia. Creo que el Frente Sandinista tuvo
que hacer una cantidad de concesiones para llegar hasta este momento electoral:
hizo una alianza muy amplia con 10 partidos, entre ellos los demócrata-cristianos.
La derrota de 1990 fue muy fuerte y significativa porque el Frente estaba
convencido que iba a ganar, pero en la población se había
generado un gran rechazo al servicio militar obligatorio. Ir al servicio
militar era combatir, porque había guerra concreta: los contras
combatían en el norte y había grupos contrarrevolucionarios
asistidos por la CIA.
¿Qué significaría que gane Ortega para América
latina?
Ortega venía muy bien, pero hago la salvedad de que, con
lo de Osama bin Laden, en un país como Nicaragua, con mucha miseria
y violencia, la actitud que tome Estados Unidos influye mucho a la opinión
pública y eso le quitó votos a Ortega. Si gana Ortega, eso
se suma al proceso que abrió la victoria de la ex guerrilla del
FMLN en más de 70 alcaldías en El Salvador, más las
perspectivas que tiene el PT en Brasil, y lo que está pasando en
Venezuela, genera una situación nueva en América latina.
Es interesante que, pese a las presiones del alineamiento internacional
luego de los atentados, el Frente Sandinista ha ratificado a través
del antiguo líder Tomás Borge su solidaridad con Cuba, lo
que indica que no se ha corrido tanto.
¿Habría un resurgimiento de la izquierda?
De los sectores populares, más que de la izquierda, porque
en realidad, el Frente Sandinista es un movimiento popular nacionalista,
anticapitalista. En el seno del frente hay marxistas, pero también
hay mucho peso de los cristianos históricamente., pero es un avance
de los sectores populares.
Frente a una recesión mundial, ¿qué puede hacer
Nicaragua?
Una recesión mundial se siente mucho más en países
de tanta miseria como Nicaragua. El tema es qué va a hacer el Frente
si gana, en un contexto de recesión, de agresividad imperial, de
situación de contracción del mercado mundial y donde ellos
tienen sus productos de exportación poco trascendentes. Podría
generar un proceso de estatización de la salud, ver la reforma
de la ley agraria, por ejemplo.
¿Hay lugar para un proyecto revolucionario?
Sí, por supuesto, pero distinto del de los 70. El proceso
de transformación tiene que apuntar a la acumulación de
los sectores populares que puedan confrontar con los sectores con poder
y sean reales sujetos sociales trabajadores, desocupados, clases
medias, etc.: un conglomerado que produzca el cambio. El Frente
Sandinista ha rescatado la identidad histórica de los nicaragüenses,
que nunca ha hecho grandes definiciones ideológicas, sino que se
ha definido como movimiento nacional, amplio, popular, que tiene en cuenta
la importancia de la Iglesia y la incorporación de los más
amplios sujetos sociales.
OPINION
Por Rosendo Fraga*
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Brasil marcará la
tendencia
La posibilidad de que el sandinismo gane las elecciones presidenciales
en Nicaragua no despierta para los Estados Unidos las preocupaciones
que generaba en el pasado. La Guerra Fría ha terminado y
justo dos semanas antes del comicio nicaragüense, Rusia anunció
el retiro definitivo de su base de inteligencia en Cuba, dando así
por finalizada la última secuela en el Caribe del enfrentamiento
del pasado.
Hoy la prioridad para Washington es el conflicto contra el terrorismo
fundamentalista, con lo que el retorno del sandinismo al poder por
la vía democrática no es percibido como una amenaza
en términos de seguridad. La URSS no existe y Rusia no continúa
su política de apoyo a grupos insurgentes en esta parte del
mundo. En los países de América Central las guerrillas
han aceptado acuerdos de paz y se han incorporado a la vía
democrática.
Dentro de América latina, las preocupaciones norteamericanas
más importantes, en términos de seguridad, están
hoy en América del Sur, como ser controlar la Triple Frontera
entre la Argentina, Brasil y Paraguay para evitar que actúen
redes de apoyo al terrorismo fundamentalista, e impedir que la guerrilla
colombiana y su vinculación con el narcotráfico pueda
adquirir en el futuro algún tipo de relación con el
terrorismo fundamentalista.
El posible triunfo del sandinismo quizás se explique más
por el fracaso en resolver la crisis económico-social que
afecta al país de los gobiernos liberales que los sucedieron,
que en la adhesión al ideario tradicional del comandante
Ortega. En mi opinión, de ganar esta fuerza en los comicios
presidenciales de Nicaragua, no anticipará un cambio de tendencia
ideológica inevitable en la región, como la llegada
de la guerrilla al poder hace dos décadas no generó
un efecto dominó sobre el subcontinente.
Las posibilidades de que la izquierda se constituya en un modelo
alternativo en América latina están en Brasil, el
país más grande de la región. Si Lula gana
las elecciones presidenciales que tendrán lugar en noviembre
de 2002, este hecho sí produciría un fuerte impacto
y podría generar un efecto dominó o imitación
en otros países.
En conclusión, que el sandinismo triunfe en las elecciones
presidenciales de Nicaragua no constituye hoy una amenaza para Washington
en términos de seguridad: el fracaso de los gobiernos nicaragüenses
neoliberales es la causa principal de la revalorización del
comandante Ortega; pero será la elección presidencial
que tendrá lugar en Brasil el año próximo el
hecho político-electoral que sí puede producir un
cambio de tendencia en el subcontinente.
* Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría
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HABLA
VILMA RIPOLL, LEGISLADORA DE LA IZQUIERDA UNIDA ARGENTINA
Ortega claudicó, pero el pueblo no
El sector que va a votar
a Daniel Ortega espera el resurgimiento de una izquierda que lucha contra
el imperialismo, afirmó Vilma Ripoll, representante de la
Izquierda Unida uno de los emergentes de izquierda de las últimas
elecciones argentinas en una entrevista con Página/12 sobre
el resurgimiento del sandinismo nicaragüense.
¿Qué opina de las chances del Frente Sandinista a
ocupar el gobierno de Nicaragua?
Comparto el sentimiento del pueblo que se prepara para votar al
sandinismo, probablemente con la intención de recuperar el frente
que se conoció en la revolución. Es muy probable que se
quiera recuperar ese partido del 79 con el cual se inició
una lucha contra los grandes terratenientes y empresarios nicaragüenses
y Estados Unidos. Lamentablemente el actual Daniel Ortega dice con claridad
que apoya la libre empresa, que no va a reincidir en confiscaciones y
no habla una palabra contra Estados Unidos. En su programa actual no hay
más reforma agraria, ni ruptura con la dependencia, y no hay otra
opción porque el partido liberal de Enrique Bolaños como
lo fue en su momento Violeta Chamorro es un agente directo de Estados
Unidos. El sandinismo ha ido abandonando las banderas de liberación
nacional y social, las mismas con las que triunfó contra Somoza
y lo que lo hicieron grande. Creo que el sector que va a votar a Daniel
Ortega espera el resurgimiento de una izquierda que lucha contra el imperialismo.
Dadas las condiciones económicas a nivel mundial, ¿hay
un lugar para ese resurgimiento de la izquierda?
Creo que sí, que esa posibilidad está a la orden del
día, pero no tengo ninguna confianza que Daniel Ortega vaya a estar
a la altura de esa oportunidad política porque está diciendo
con total claridad que abandonaría esas banderas que tuvo en el
79 y que considero son por las que eligen votarlo.
¿Qué representaría que gane?
Fundamentalmente una oportunidad para las propuestas de izquierda
de decirle a Ortega que, o se pone a la altura de las circunstancias y
empieza a recuperar las banderas, o va a tener un enfrentamiento muy duro
con el pueblo que lo vota, que busca recuperar la pelea antiimperialista.
Lo que cruza todo el continente es la pelea contra el imperialismo norteamericano,
pese a su campaña por mostrarse como los grandes liberadores, sumado
a la coyuntura económica, sobre todo en Nicaragua, que está
sumida en la pobreza. Este proceso tiene una contradicción: por
un lado, un pueblo que vota a lo que fue una pelea contra los terratenientes
en Nicaragua y ese es un sentimiento latinoamericano, y un Daniel Ortega
que según parece va a hacer lo contrario. De todas formas, crece
el espacio de la izquierda porque yo creo que ese voto es una esperanza
de cambio.
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