Por Mariano Blejman
A veces, el azar juega, solito,
sin pedirle permiso a nadie. Este es uno de esos casos en que de
tan sólo contarlos se corre el riesgo de dar único
crédito al poder del destino. Esta es la historia del cruce casual
entre un ex combatiente de la guerra de Malvinas, Andrés Fernández
(actor y director de teatro de la cárcel de Río Gallegos),
y el músico Beto Azurey que, sin conocer al ex soldado, escribió
una canción de amor sobre una historia en Malvinas e inventó
un posible desenlace. Que resultó ser cierto. El encuentro que
se produjo por medio del productor Julio Cardoso, del programa Picadero
causó un revuelo instantáneo en Río Gallegos: Fernández
ya es en una especie de héroe del pueblo, sin haber sido visto
el documental todavía. Después de observarlo (hoy a las
17 por canal 7) habría que pensar en revisar, por lo menos, la
teoría del caos.
La historia es así de dulce: Andrés Fernández nació
cerca de Merlo, en el Gran Buenos Aires. Cuando estalló la guerra
de las Malvinas tenía 21 años y fue convocado para combatir.
Con el tiempo, mientras Andrés movía los pies congelados
en el frente para no perder los dedos, comenzó a mandarle cartas
a su familia relatando sus ilusiones. En poco tiempo vamos a terminar
esta guerra y voy a volver con ustedes, le aseguraba a su madre.
Pero tuvo un encuentro con una mujer, que se perdió entre las calles
congeladas de Puerto Argentino, una noche de guerra obligada. Nosotros
hacíamos caminatas de seguridad en el pueblo y allí conocí
a una chica muy linda. Era una habitante de segunda categoría,
que se había quedado en Malvinas a pesar de la guerra. Los de primera
ya se habían ido todos, explica. Allí nos hicimos
grandes en sólo 10 días, recuerda.
Con aquellas cartas que conservó bajo su ropa de combate, Andrés
prepara el guión de una obra de teatro junto a un amigo dramaturgo,
en Río Gallegos. Desde ahí, inició la búsqueda
de dos amores perdidos, tal vez más cercanos desde la Patagonia.
Un amor era el que tenía por las islas Malvinas explica
Andrés a Página/12; el otro, un romance con una mujer
kelper. En Río Gallegos armó un grupo de teatro que
desde hace cuatro años juega con los internos a evadir
el encierro carcelario. En eso llegó Julio Cardoso, director de
programa Picadero, producido por el Instituto Nacional del Teatro, para
hacerle una entrevista sobre el teatro en la cárcel. Era una historia
lo suficientemente fuerte como para justificar el viaje. Pero Cardoso
se convirtió en un enlace inesperado cuando en medio de la
entrevista escuchó una frase de Andrés que decía
este paisaje que se ve por mi ventana es igual al de las islas.
Su memoria unió dos puntas que, si bien estaban cercanas, nunca
se habían encontrado. Cardoso recordó en ese momento un
disco de Beto Azurey (una producción de Lito Nebbia, en 1990) y
quiso saber, como al pasar, si había tenido alguna historia de
amor en el transcurso de la guerra. Sí le contestó
Andrés, ella se llamaba Nicola. Nicola era una colorada
pulposa, tenía 25 años, cinco hijos y un pasado tumultoso
junto a marines ingleses. Convivieron poco, bajo sombras de escarcha y
casi sin hablarse durante esas cortas batallas cuerpo a cuerpo. Cuando
Andrés debió volver, rendido y humillado, había perdido
no una, sino dos guerras. En verdad, dos amores.
Nueve años después, el músico Beto Azurey grabó
un disco sobre relatos orales de la guerra de Malvinas. Entre ellas estaba
Otra historia en Malvinas, la del soldado enamorado. Pero
no conocía el final del amor que había sucedido verdaderamente
y que los soldados comentaban. Así que inventó un final
posible: un joven que vuelve al sur, se instala cerca de la playa, con
un paisaje similar a las Malvinas, buscando estar más cerca de
sus dos amores perdidos. Ese final que ya se había consumado. El
soldado luego de la derrota añorando su amor construyó
una casa en el sur, junto al mar. Cuando Julio me contó sobre
la canción me quedé con la boca abierta, no lo podía
creer. Y todavía me parece increíble que alguien haya podido
escribir una canción con mi propia historia, explica el protagonista
de la historia. Esta coincidencia es una parte más de lahistoria
de salir adelante, a pesar de ese estado terrible de la guerra cercano
a la muerte, que no tiene nada que ver con defender a la Patria,
reflexiona.
Hoy a dos décadas de la guerra Andrés tiene
una hija y está divorciado. Mientras trabaja en los textos de su
próxima obra, cuenta que acaba de tener noticias de Nicola Colbert,
su amor de las islas, que para continuar con las causas y azares
vive en Londres y es amiga de Marcelo Camino, también ex combatiente
argentino y compañero de batalla. El hombre todavía no ha
escuchado la canción de Azurey. Pero la conoce: es como si él
mismo la hubiera escrito.
|