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EL TC SE PARECE A LA NOVELA DE HENRY JAMES
Otra vuelta de tuerca

La lucha por el campeonato 2001 tuvo un giro inesperado en Buenos Aires, cuando el líder Omar Martínez no pudo largar la final y el campeón Guillermo Ortelli lo hizo desde la última posición, avanzando hasta el undécimo lugar final y descontando algunos puntos. La carrera fue ganada por Raúl Sinelli (Ford), delante de otros tres representantes de la marca.

Por Pablo Vignone

Tratá de llegar entre los diez primeros –le pidió Jorge Pedersoli a su piloto, el campeón Guillermo Ortelli. El pedido no habría sido difícil de cumplir en condiciones normales. El problema, ayer, era que Ortelli largaba desde la 44ª posición. La última. La carrera de Turismo de Carretera en Buenos Aires, que se prometía como el escenario de una lucha sin cuartel entre el subcampeón y líder del torneo 2001, Omar Martínez, y el campeón y escolta del actual certamen, Guillermo Ortelli, fue pródiga en golpes de escena, tantos que buena parte del interés se fijó fuera de la pista y muy lejos de la punta de la carrera. Ganó Raúl Sinelli, el undécimo vencedor del año, con un Ford, pero la atención bailoteó lejos de la vanguardia.
Para que eso sucediera, una serie de episodios insólitos se encadenaron en una secuencia apasionante:
9.40. El Ford del puntero del campeonato, Omar Martínez, se cruza en la pista a la salida del Curvón Salotto, la curva más veloz del Autódromo porteño. Rubén Salerno no puede esquivarlo y lo choca. Al Ford se le rompe el radiador, pero Martínez prefiere seguir en la pista para intentar clasificarse para la final. Craso error. El motor se rompe tras una vuelta.
“Pagué caro el riesgo que asumí –reconoció el piloto entrerriano–. Toqué el pianito, el auto se me fue, me quedé sin pista y seguí acelerando en lugar de levantar”. Sin buzo ni casco, ya de civil, el Gurí reconocía el que seguramente fue su más flagrante error en la temporada.
10.20. El Chevrolet del subcampeón Guillermo Ortelli, tan pesado y lento como para clasificarse 26º el sábado, crucereaba en el séptimo puesto de la segunda serie, pensando que la mala suerte había cambiado con el abandono de Martínez. Hubo que desterrar rápidamente el pensamiento: la cubierta trasera izquierda del Chevrolet se desinfló de repente, y Ortelli terminó muy lentamente la serie. En el 15º lugar. En el umbral de la clasificación para la carrera por los puntos importantes.
Fue después de la tercera serie –en la que Christian Ledesma sacó absurdamente de pista a Marcos Di Palma– cuando se supo: Ortelli largaba en el 44º y último lugar, Martínez era el cuarto suplente. No podía largar. ¿No podía? Jorge Silva, el fabricante de las tapas de cilindros que equipa a, entre otros, el motor de Martínez, habría comenzado a visitar a varios de sus clientes corredores, con alguna propuesta: en la medida en que, a cambio de algún favor, los consultados decidieran no largar la carrera, le harían el hueco a Martínez...
Los rumores se cocían en el hornillo asfaltado de la mañana que se estiraba. Para el mediodía, Silva había conseguido, según las radios, tres adeptos; para otros, sólo había cosechado rechazos. Martínez, en su motorhome, mandó a su mujer Patricia a buscar a su preparador, Alberto Canapino. Y le comunicó su decisión:
–Se está hablando mucho del tema y a mí los campeonatos me gusta ganarlos en la pista. Me voy a Paraná ahora mismo para parar con esta especulación y que no queden dudas –le habría dicho al preparador.
¿Cuánta eficacia habría reportado la costosa operación? Para largar, Martínez tenía que cambiar el motor, penalizando con una carga adicional en el Ford de 60 kilos, además del lastre de 180 kilos que ya porta: el coche habría debido correr con 240 kilos de lastre –como correr un remise de casamiento con novia, novio y los padrinos a bordo– un disparate que, castigando en exceso motor y gomas en una hora (de 14 a 15) en la que el apriete del calor exacerba el sacrificio, no le habría permitido avanzar mucho.
En el box de Ortelli repasaban lo que se podía. El inconveniente técnico desconocido que había acomplejado la función sabatina no podría ser identificado hasta llegar al taller de Salto. Una fuente del equipo sugirió un problema con el motor. Pedersoli lo desmintió y por eso lepidió a su piloto que le trajera de vuelta el coche entre los diez primeros clasificados.
–¿Te deja más tranquilo saber que Martínez no larga? –le preguntaron a Ortelli antes del semáforo, retrasado para las 14.
–No, porque estoy muy atrás –dijo el campeón.
Cuando la carrera se puso en marcha, la atención jugaba a dos puntas. En la delantera, donde el pergaminense Raúl Sinelli conducía un pelotón de seis Ford en la vanguardia, y en la retaguardia, desde donde el Chevrolet del campeón iba a moverse a diestra y siniestra para subir en el marcador. Y mientras Sinelli contenía a Verna, que a su vez contenía a Occhionero, que miraba por el espejito lo que hacía Iglesias, Ortelli subía y subía:
Largada: 44º
Vuelta 2: 30º
Vuelta 4: 27º
Vuelta 5: 24º
Vuelta 8: 23º
Vuelta 9: 20º
Vuelta 11: 19º
Vuelta 13: 18º
Vuelta 14: 17º
Vuelta 15: 15º
A esa altura, Verna se envolvía en otra distracción, haciendo un trompo en el Curvón, y le entregaba a Occhionero la delicada tarea de asediar al inconmovible Sinelli. Un giro más tarde, Ortelli conseguía pasar al recalcitrante (pero lícito) Minervino, colocándose 13º, y otro despiste, el de Maxi Fernández, obligaba al ingreso del pace-car y a neutralizar la carrera.
Una vuelta más quedaba en la guantera. En el relanzamiento, mientras Occhionero se confundía también en Salotto y perdía allí su última chance de ganar la carrera, varios coches se cruzaban en la chicana de Ascari delante de Ortelli. Y así como Salerno no pudo evitar a Martínez en la tercera vuelta de la mañana porteña, Ortelli pasó limpito, sin un rasguño, por el medio del desastre, autos como trompos y plástico quebrado, en la última vuelta de la jornada.
El campeón terminó undécimo. Desde el 44º puesto ganó 33 lugares. Sumó 3,5 puntos para el torneo y achicó la diferencia de 12 unidades que le llevaba Martínez a sólo 8,5. En 24 horas, su suerte, pese a todo, había cambiado.
–Perdoname –parece que le dijo el campeón a Pedersoli tras la carrera-. No te pude cumplir. Me faltó un lugar.

 

 

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