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La �internacional piquetera� va a abrir una escuela de dirigentes

Organizaciones de Argentina, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay y México fundarán una escuela latinoamericana de líderes.

Por Laura Vales

Los piqueteros argentinos, junto a otras organizaciones sociales de América latina como los Sin techo del Brasil, los campesinos Sin Tierra del Paraguay y entidades de México, Uruguay y Bolivia pondrán en marcha una escuela latinoamericana de dirigentes sociales. Lo decidieron a principios de octubre, en Montevideo, en un encuentro de grupos vinculados a la lucha por el acceso a la tierra, la vivienda y el trabajo a lo largo del continente.
La reunión congregó a siete organizaciones que, aunque con características y objetivos propios, tienen en común el venir impulsando fuertes protestas, con un cuestionamiento central hacia los efectos de las políticas neoliberales. Los anfitriones del encuentro fueron los uruguayos de la Fucvam, la federación de cooperativas de vivienda por autogestión que agrupa a 300 asociaciones de base y conforma la organización social de mayor peso dentro de aquel país. Por Bolivia participaron representantes de la Coordinadora del Agua, que encabezó los levantamientos de 2000 ante el intento de privatización y el aumento al triple de las tarifas de ese servicio público. Desde Brasil hubo delegaciones de la rama urbana del Movimiento de los Sin Tierra, de México representantes del Movimiento Urbano Popular. Por la Argentina viajó una delegación de 150 integrantes de la Federación de Tierra y Vivienda (integrada a la CTA) y otra menor de los desocupados de la Corriente Clasista y Combativa, que en ambos casos tienen un origen muy ligado a las tomas de tierras y los asentamientos de mediados de la década del 80.
El diagnóstico de sus integrantes es que en toda la región estos movimientos están creciendo en número y necesitan fortalecer y acelerar la formación de dirigentes. Parten de la idea de que ninguna organización sobrevive sino se ocupa de formar a sus cuadros; a nivel local la mayoría ya desarrolló sus propias estrategias de capacitación, con cursos y programas de estudio y en algunos casos convenios con las universidades estatales. El objetivo que se plantean es ir ahora un paso más allá para establecer un espacio permanente de aprendizaje e intercambio entre los distintos grupos.
Para el argentino Néstor Jeifetz, del Movimiento de Ocupantes e Inquilinos de la CTA y uno de los encargados de desarrollar el proyecto, junto con la escuela se armará “un banco de datos donde queden registradas las experiencias que se están desplegado a lo largo de América latina, que conforman un capital social valioso”.
¿Qué materias y contenidos debería tener una escuela de estas características? Los dirigentes dicen que, básicamente, hay consenso en que los programas tengan un perfil “muy volcado a la formación política y de gestión”.
En lo que hace a lo segundo, explicó Jeifetz, “hay un conjunto de conocimientos que siempre resultan prioritarios: entender cómo funciona el Estado, de qué manera conseguir fondos tanto dentro del país como en el exterior, a aprender a armar y presentar proyectos, conocer modelos de organización interna para los propios grupos”.
En La Matanza, donde la Federación de Tierra y Vivienda da sus cursos desde 1992, los programas abarcan cuestiones que van desde el reconocimiento de las áreas de responsabilidad de los gobiernos nacional, provincial y municipales (que sirve, entre otras cosas, para saber a quién y cómo reclamar o pedir) a temas jurídicos y contables, pasando por técnicas de trabajo barrial.
Para Luis D’Elía, titular de la FTV, hay otro tipo de saber cuyo valor es estar anclado a la experiencia. “En La Matanza, por ejemplo, nos perjudicamos cuando la mayoría del asentamiento rechazó la idea demantener la propiedad colectiva de la tierra. Habíamos tomado el lugar en el ‘83 y conseguimos comprar toda la superficie donde se levantó el barrio El Tambo por un valor de 200 mil dólares, entre 719 familias, con un plan de cuotas a once años que cancelamos en cuatro. Al principio la propiedad se fijó como colectiva, es decir que cada uno figuraba como dueño de la 719ª parte del terreno”. Esta modalidad implicaba, entre otras cosas, que nadie podía vender su casa o usarla para tomar créditos sin la autorización de la asamblea de vecinos.
La propiedad colectiva, sin embargo, nunca terminó de convencer a todos; luego de un proceso de discusiones, en 1994 el tema se llevó a votación y ganó la postura de que cada cual tuviera su escritura. Seis años después, relata D’Elía, “el veinte por ciento perdió su casa a manos de los usureros. Lo que se había ganado de manera colectiva se perdió individualmente”.
La escuela comenzará a funcionar el año con viene, en base a cursos, un programa de intercambio a nivel regional y una estructura que permita ir adecuando las clases a las necesidades que planteen las distintas organizaciones. Duchos en gestionar fondos, los dirigentes acordaron que avanzar a la vez en cada país en busca de acuerdos con las gobernaciones e intendencias dispuestas a respaldar sus proyectos de capacitación.

 

 

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