Ni
dolarización, ni megacanje, ni devaluación, ni combinatoria
de las tres u otras opciones maximalistas pueden remar contra la
corriente de una realidad de hierro: no hay plata en los bolsillos,
no se consume, cae la recaudación impositiva, no se paga,
no se cobra.
Si se lo ve desde una perspectiva progresista, las medidas que deberían
adoptarse, con sus matices, ya casi pueden recitarse de memoria:
meter mano en las cuentas de quienes más tienen, impuestos
extraordinarios a los sectores del privilegio, activación
del consumo, fuertes políticas de Estado. Un gobierno como
éste jamás hará cosas como ésas, aunque
hay algunas ortodoxias con las que llegado el caso se limpian el
trasero. Allí están los patacones, que por su origen
bonaerense son la versión mediáticamente impactante
de los papeles pintados circulantes, hace décadas, en las
provincias más pobres. Maquinita. Emisión monetaria
en estado puro que sirve como medio de pago para sostener la economía
con respirador artificial, pero con cierta vida al fin. Nada de
horrorizarse. Al fin y al cabo, vendría a ser una variante
bizarra de las decenas de miles de millones de dólares que
los norteamericanos se inyectaron, en medio de su recesión
y aprovechando los atentados, sin más respaldo monetario
que su fortaleza industrial, militar y cultural. Si hay que emitir
se emite, si hay que salvar a las compañías aéreas
se las salva, si hay que bajar los impuestos se los baja.
Como la derecha canalla de estos pagos jamás aceptaría
desviaciones heterodoxas semejantes, mantiene sus trece
de asegurar(se/les) el cobro de acreencias con la asfixia popular.
Problema: los presupuestos sociales no pueden recortarse más
so pena de incendios varios; crecen los grititos populistas de un
peronismo que vive para pensar en (el) poder; la izquierda avanza
algunos casilleros... En este punto es donde sienten que necesitan
una conducción política firme, capaz de amortiguar
el conflicto social y la represión, con las armas que De
la Rúa no tendrá nunca: decisión, convocatoria,
muñeca, virtudes de liderazgo.
Se las van a arreglar, ni duda que quepa. En política, entendida
a lo grande, no hay nada que se caiga mientras algo no lo empuje.
Y la bronca desorganizada y sin objetivos, que fue vencedora el
14 de octubre, no empuja nada. Al contrario: es funcional a los
intereses del modelo.
Mientras no haya una fuerza popular auténticamente alteradora,
la gran preocupación de la derecha seguirá siendo
preguntarse por qué no tiene algo mejor que De la Rúa.
Es decir, una preocupación insignificante.
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