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HAROLD PINTER, DRAMATURGO, CRITICO DE LAS INTERVENCIONES OCCIDENTALES
“Al que molesta, el sistema lo calla”

Inglés, actor, director de teatro, escritor insoslayable, Pinter tiene una desconfianza por los medios y su uso por el poder que ya es proverbial. En este reportaje recuerda otras expediciones militares organizadas por EE.UU. y cómo se manipularon los medios para crear unanimidades y acallar a los disidentes.

Por David Edwards

–Me parece que la idea que tenemos de una prensa libre es, en realidad, una ilusión y lo que tenemos es una prensa corporativa, un medio de masas corporativo, que no es lo mismo.
–Hay una gran historia en el libro de Nick Cohen Cruel Bretaña sobre Monsanto y el tema de la manipulación genética. Dos reporteros de una compañía de televisión en EE.UU. descubrieron lo que ocurre realmente con los alimentos manipulados genéticamente y dijeron: “Tenemos que seguir esta historia y hacer un programa”. Los empujaron suavemente a un lado, no fue un no directo, fue solamente “no creo, no hay pruebas”. Sólo se les empujó fuera de todo el asunto cuando se irritaron mucho, mucho, y dijeron “tenemos que hacerlo, es responsabilidad de la compañía que se haga.” Y el jefe terminó por decirles: “Escuchen, las noticias son lo que nosotros decimos que son noticias. Y, para nosotros, esto no es noticia”. ¡Y los despidieron! Tratan de no decir algo así, pero si los empujan demasiado, admiten que noticia es lo que ellos dicen que es noticia.
–¿Le ha pasado algo parecido? Parte de su material es verdaderamente ofensivo según los estándares convencionales, pero logra pasar. Y no es muy común que este tipo de material logre pasar.
–Así es, así es. En realidad fui censurado, aparte de mi poema “Fútbol estadounidense”, que considero como un acto de censura durante la Guerra del Golfo sin duda alguna. Fuera de eso, no me ha ocurrido. La manera en la que me manejan es distinta. Le daré dos ejemplos. Una fue cuando escribí esa “Carta abierta al primer ministro,” a Tony Blair. Como usted sabe el Guardian aceptó publicarla, pero cuando tomé el Guardian al día siguiente y abrí el periódico, ¡lo que leí fue “Escritor indignado” en vez de “Carta abierta al primer ministro”! Le cambiaron el título.
–¿Qué importancia tiene el título?
–Significaba “algún escritor idiota está indignado. Este tipo está siempre indignado. No es como el lechero o el conductor del autobús: es un escritor –esos escritores–; usted no puede tenerles ni un poco de confianza, está siempre indignado”. Así que llamé al tipo, se llama David Leigh, el editor de esa página, y le dije “¿Por qué lo tituló ‘Escritor indignado’?”. Y dijo, “Bueno, ¿no está indignado?”. Le dije: “ése no es el tema, porque el tono del artículo era de considerable ironía y burla, no había indignación, deje afuera la indignación”. Mi indignación y desprecio están implícitos en el artículo, pero yo estaba, en realidad, tomando el asunto bien a la ligera, todo el tono de voz era bien ligero e irónico. Así que llamarlo “Escritor indignado” significa que no es necesario leerlo. Y le daré otro ejemplo que creo que es realmente importante en este contexto. Hace un par de años, el Observer –al que he renunciado, a propósito, después de treinta y cinco, cuarenta años– colocó en su primera página una noticia sobre un desertor kurdo del PKK sobre el que decían que había revelado que el PKK iba a envenenar a todo el mundo, tenían todo el veneno necesario. ¡Esas sí son noticias para primera plana! Así que escribí una carta diciendo “¿Quién es este tipo? ¿Qué pruebas tiene? ¿De qué están hablando? ¿Conocen ustedes los hechos reales sobre la situación turco-kurda?”. Y mi carta fue publicada. ¿Pero sabe cómo la llamaron? Le pusieron un pequeño título: “Un dramaturgo despotrica”. Ya ve, así que es sistemático. Al que molesta, el sistema lo calla.
–También usan “Perdonen, pero ese tipo es un dramaturgo, ¿qué diablos está haciendo comentando sobre política?”
–Sí.
–Lo interesante es que Noam Chomsky se encontró exactamente con el mismo tratamiento. Durante mucho tiempo dijeron “Perdone, pero usted es un profesor de lingüística, ¿qué autoridad tiene para hablar de política?”. Y él dijo “soy un ser humano”. Y es el crítico más importante de la políticainterior y exterior de EE.UU. Es como si hubiera una especie de profesión de “crítico social”, y que sólo después de pasar algo como un examen, uno llegara a calificarse de crítico social. Es muy extraño. También ocurre, ¿no es cierto?, que digan “¿qué hace ese cómico indignado hablando de los bombardeos de Serbia?”
–Yo hice el único programa en toda la televisión británica que se declaró contra la guerra en Serbia, que analizó la situación y el problema en forma crítica. La BBC lo hizo, no tenían alternativa, pero pasaron tres cosas que consideré muy importantes. La primera fue que no hicieron ningún tipo de publicidad para el programa: uno no podía saber que lo mostraban sino fuera por accidente. Segundo, la prensa lo ignoró por completo. Lo que sí pasó, el reverso de la moneda, fue que recibí más cartas de la gente por ese programa, que las que había recibido en toda mi vida sobre cualquier tema.
–¿Cuántas?
–Bueno, entre 350 y 400 cartas. Hubo, diría, unas diez que me llamaron un verdadero, sabe, cabrón, y el resto, el resto, fueron cartas verdaderamente muy conmovedoras, porque demostraban la profundidad de la vergüenza de la gente en Gran Bretaña, su enojo, impotencia, frustración. Una proporción extraordinaria de ellos que simplemente renunció al Partido Laborista. Me impresionó mucho y me mostró que por debajo de lo que estamos diciendo de cómo los medios son controlados hay gente que verdaderamente repudió lo que estaba sucediendo.
–Los medios siempre dan la impresión de que la gente es totalmente indiferente a lo que sucede y que no les importa en absoluto lo que pasa...
–Eso en realidad son pendejadas.
–¿No le parece que Occidente no sólo no promueve la democracia en el mundo, sino que en realidad depende de dictadores para proteger “los buenos climas para las inversiones” contra los nacionalistas locales, para servir a las corporaciones occidentales?
–Sí. Pienso que siempre fue el caso. El término dictador, supongo, tiene que ser visto ahora de una manera diferente. Hay muy pocos dictadores obvios en la actualidad, sabe. Pero ha sucedido algo distinto. Estoy muy, muy interesado, por ejemplo, en el caso de Haití, que se me viene de inmediato a la mente, como un caso típico. Haití es un sitio que interesa un pepino a la mayoría de la gente, sabe. Pero la realidad es que el caso de Haití representa uno de los ejemplos más terribles de manipulación y abuso del poder de EE.UU. que el mundo haya visto. No hay mucha gente que sepa que EE.UU. –el capitalismo a la manera de EE.UU.-apoyó a los más atroces dictadores de Haití, los Duvaliers, durante años, y años y años. Y finalmente cuando, para decirlo en pocas palabras, el pueblo haitiano estuvo tan exhausto y harto de todo el maldito asunto, EE.UU. dijo “demasiada gente ha sido torturada y asesinada, mejor retiramos nuestro apoyo, un poquito, y veamos lo que sucede”. Y así tuvieron realmente elecciones democráticas y Aristide fue elegido –un 67 por ciento votó por él– y EE.UU. dijo “ésta es una elección verdaderamente democrática. El hombre fue elegido democráticamente de verdad”.
–No se supone que funcione de esa manera.
–Así que esperaron mientras Aristide estaba preocupado por hacer algo verdaderamente por el país y por la gente, y no someterse a la estrategia neoliberal y a toda la maldita manipulación total, financiera y económica. Y en 1991, cuando tenía ocho meses en el poder, un golpe militar, y ¡Bang! Fuera. Aristide escapa a EE.UU.: pretendieron darle asilo, pero en realidad el golpe lo causaron ellos mismos, la CIA asociada con los militares lo hicieron. Así que se lo llevan para allá y tratan de implantarle la idea de su verdadera responsabilidad hacia ellos, o seahacia el capitalismo. Mientras tanto los militares asesinan por lo menos 3000 personas, siguen tres años brutales y EE.UU. dice “ahora vamos a hacernos los buenos”. Así que invaden Haití bajo los auspicios de la ONU y establecen lo que es en apariencia un estado democrático “salvando el mundo para la democracia”. Lo que están diciendo en verdad es que la única manera de sacar adelante ese país es una estrategia neoliberal en la que el mercado controla todo. El nivel de pobreza en Haití es peor que jamás lo ha sido, absolutamente atroz; el país está prácticamente devastado. Ahora vuelvo al término dictador: no existe en la actualidad un dictador como el que había en Haití, pero existe una elite, y esa elite es extremadamente rica; la mayoría de sus miembros son empresarios, y ahí está la cosa: la nueva dictadura me parece que es una dictadura empresarial.
–¿Forma parte de la idea de que no es bueno para el turismo, ni para las inversiones, que parezca que hay una dictadura? Digamos en Argentina o Chile: Pinochet se mantiene al margen, pero en realidad sigue en el poder, o por lo menos el ejército sigue.
–El ejército está ahí, precisamente. Los tanques están a la vuelta de la esquina.
–Me parece que usan algunos trucos psicológicos muy básicos. Uno es cuando dicen “tenemos que hacer algo, hay un genocidio”. Cualquier persona cuerda piensa, “bueno, desde luego no podemos marginarnos, es como el Holocausto, tenemos que hacer algo”. Y entonces Tony Blair dice “lo siento, pero simplemente porque no podamos ayudar a todo el mundo, lo que no significa que no debiéramos ayudar a la gente a la que sí podemos ayudar”. Pero, desde luego, si uno mira a Irak, donde 800.000 niños han muerto como resultado de las sanciones occidentales, a Cuba donde los niños con cáncer no consiguen medicinas contra náuseas y vomitan 28 veces al día, cuando Blair dice que no podemos ayudar a esa gente, hay que considerar que lo que quiere decir en verdad es “no queremos sacarles la botas del cuello”.
–Muy bien formulado. Estoy totalmente de acuerdo. Realmente es repugnante. De verdad que se hace muy difícil encontrar palabras suficientemente fuertes.
–La distancia entre la realidad y la representación de la realidad se hace tan inmensa que uno casi no puede franquearla sin parecer absurdo. Es un verdadero problema, ¿no le parece?
–Sé lo que quiere decir, sí. Siempre dije que mis escritos políticos tienen que ver en su totalidad con hechos. No invento absolutamente nada. Una cosa que tiene EE.UU. es esa Ley de Libertad de la Información –no es realmente muy buena, porque borran casi todo, pero no pueden borrar todo– y hay que conceder que la tienen, está ahí, así que hay que utilizarla, mientras que en otros países, como el nuestro, todo el asunto es una farsa, una vergüenza. Pero por lo menos tenemos algo a disposición y hace un tiempo conseguí documentos estatales sobre la CIA, sobre la participación del gobierno de EE.UU. en el golpe militar en Chile. Está todo ahí, así que ¿qué están haciendo los demás escritores?
–¿Cómo explica el hecho de que haya tan poca gente dispuesta a decir realmente ciertas cosas? ¿Conoce gente que lo sabe, pero que no quiere hablar?
–Hace un tiempo, la gente en una escuela de verano, en Cambridge, gente de todo el mundo, de todas partes, me hizo varias preguntas muy interesantes. Una era ¿qué hacen los otros escritores en este país sobre los bombardeos de la OTAN? En primer lugar dije “no sé”. Y después lo pensé y dije dos cosas. Una es que los jóvenes escritores –hay muchos dramaturgos jóvenes, con inquietudes, en estos días– parece que guardan silencio sobre todo el tema de “lo que ocurre”. Se puede decir que comparten un cinismo básico sobre el mundo...
–Que no se puede hacer nada.
–Sí, así que les importa un pepino. “Es el mundo, así es el mundo. Hagan lo que les dé la gana con el mundo, no nos interesa.
–Los medios convencionales hacen lo posible por dar la impresión de que no hay ninguna esperanza, que no puede haber un cambio. Es un arma psicológica muy poderosa para que la gente no se comprometa ¿no es así?
–Exactamente. Hay otra cosa que tengo que mencionar: hay un montón de gente inteligente que no puede dejar de ver lo que está sucediendo en este maldito mundo y calla por razones como, por ejemplo, ser parte del sistema.
–¿Por las recompensas?
–Y por el status, supongo. Y por el hecho de que son amados, abrazados.
–Normalmente diría que es dinero, poder y prestigio. ¿Está diciendo que es porque necesitan algo como pertenecer a alguna parte?
–Pienso que es posible. No es una investigación científica, son sólo proposiciones.
–¿Qué sucede cuando se hace lo que hace usted? ¿Se convierte en un extraño total?
–Bueno, estoy en una posición extraña porque en un sentido soy indudablemente un extraño en la sociedad, simplemente porque utilizo mi inteligencia crítica. Pero al mismo tiempo, tengo que enfrentarme al hecho –no es algo malo– de que soy una parte importante del mundo en el que vivo, porque he sido parte de él durante mucho tiempo y he realizado un tremendo montón de trabajo, y mi trabajo se escenifica, y se interpreta, y yo soy parte de todo eso. De manera que pienso que también soy aceptado generalmente como un tipo idiosincrático, sabe, que sin embargo es parte del teatro contemporáneo, mis obras han sido representadas durante los últimos 45 años.
–¿Se siente políticamente solitario?
–Sí, he pasado por algunos pasajes muy, muy solitarios. Hay varios sitios, otros países, donde me siento mucho más en mi casa: Italia, Grecia y España. Quiero decir, un 95 por ciento de los griegos estuvo contra los bombardeos, ¡95 por ciento! Lo mismo en Italia, odiaron toda la maldita porquería. Pero incluso ahí el gobierno tuvo que adaptarse. Ese es el verdadero horror del poder de EE.UU.
–Así que lo que impide que la gente diga esto no es el dinero y el status, es el dolor psicológico que hay que sufrir cuando uno es marginado al afrontar lo que no debe ser afrontado. Si uno dice cosas como “no tenemos una prensa libre”, “tenemos que apoyar dictadores para proteger nuestras ganancias”.
–Pienso que es cuestión de asegurarse su sitio inseguro y precario en el mundo: lo mejor es no hacer demasiadas preguntas. Usted recordará que Mohammed Ali fue reclutado por el ejército y que hizo su famosa declaración: “¡Yo no tengo nada en contra de esos del Vietcong!”. ¡Eso es lo que dijo y le trajo tantos problemas! ¡Todo lo que trataron de hacerle! Es un tipo extraordinario. Así que pienso que en el caso de alguna gente hay un temor terrible a ser impopulares, pero de alguna manera siempre he sido vagamente impopular, así que ya estoy acostumbrado.

Por que harold pinter

Por D. E.

Un agente provocador

Harold Pinter es uno de los dramaturgos británicos más conocidos. Nació en Londres y en 1948 estudió durante poco tiempo en la Royal Academy of Dramatic Art. En los diez años siguientes fue actor en varias compañías de repertorio en gira por las Islas Británicas. Entre sus muchas obras se destacan La fiesta de cumpleaños, El portero, El amante, El retorno al hogar, Viejos tiempos, Tierra de nadie y Traición. También escribió muchas obras cortas para televisión, radio y teatro. Entre sus guiones cinematográficos se encuentran El sirviente (1963), Accidente (1967), El mensajero (1971), de Joseph Losey, El último magnate (1976), de Elia Kazan, y La mujer del teniente francés (1981), de Karel Reisz.
Como una segunda carrera, hace años que se transformó en un terrible crítico de la política de su país, de los medios de comunicación, de la OTAN y de las acciones de los Estados Unidos. Su estilo provocador les asegura ecos a sus declaraciones. Por ejemplo, este año, hablando a la Confederación de Analistas británica, comenzó su discurso diciendo que “Hubo una época en que yo pensaba que el primer ministro Tony Blair haría bien en consultar a uno, o incluso a dos, de ustedes, damas y caballeros, presentes aquí esta noche. Es que me impresionaba ese brillo guerrero y demencial en sus ojos. Pero ahora ya no estoy tan seguro de que esté realmente chiflado. He llegado a la conclusión de que su fervor y fanatismo moral son una mascarada”.
No hay datos acerca de cómo reaccionó esa audiencia de terapeutas junguianos ante la descripción del paciente potencial como “chiflado” –diagnóstico terapéuticamente incorrecto–, pero la conferencia de Pinter en realidad trababa sobre las acciones de la OTAN en Serbia. Aprovechando la presencia de varios profesionales yugoslavos en el auditorio, Pinter transformó la velada en un casi violento debate sobre la intervención occidental en la región, de la que sacó una conclusión: “La única manera en la que nos meten en estas intervenciones es por nuestra total ignorancia del asunto”.

 

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