Por
Pablo Rodríguez
La
realidad inmediata de la guerra contra el terrorismo apunta
a dos o tres actores principales (Estados Unidos, los talibanes, quizás
Pakistán), otros secundarios (la Unión Europea, los países
musulmanes moderados, Rusia) y temas colaterales significativos (el conflicto
en Medio Oriente). Sergio Cesarín, especialista en Asia, profesor
de la Universidad Torcuato Di Tella y del Instituto del Servicio Exterior
de la Nación (ISEN), prefiere fijar otros temas y otros actores.
Los temas: cuánto de todo esto tiene que ver con la mentada globalización,
dónde están las negociaciones políticas detrás
de los gritos de guerra, cuáles son los equilibrios buscados por
la lucha sin cuartel. Los actores: China, los países musulmanes
del sudeste asiático, las ex repúblicas soviéticas.
Creo que hay más negociación de lo que parece y que,
aunque suene extraño, todo esto conducirá a una reconsideración
positiva de las relaciones de Estados Unidos con el mundo, señala.
Asia Central es un polvorín y ahora está interviniendo
allí Estados Unidos. ¿Qué pasará de aquí
en más?
Además de la situación de Afganistán, Pakistán
e India, en Asia Central hay que tener en cuenta la situación de
las ex repúblicas soviéticas y también de China.
Estas ex repúblicas, que no pueden ser consideradas Estados en
el sentido pleno del término, pasaron a ser de la noche a la mañana
potencias nucleares de segundo y tercer orden luego de la caída
de la Unión Soviética, que por su rivalidad con China había
instalado una buena parte de su potencial allí. China se vio obligada
a negociar en busca de estabilidad con estas ex repúblicas. Y no
hubiera habido ningún problema si no fuera porque la cuestión
musulmana es muy difícil en la región, al punto de que en
los 90 se agudizaron varios de los conflictos existentes: el de
Kashmir, la influencia geopolítica de Irán y, sobre todo,
el separatismo musulmán en la provincia china de Xinjiang. Los
uygur, musulmanes chinos, son una pequeña minoría en China,
pero comenzó a ser relevante por dos razones: la explosión
del radicalismo musulmán en la zona, y las reservas petroleras
de Xinjiang, una de las principales de China. A comienzos de los 90,
China se convirtió en un neto importador de petróleo, porque
los pozos del nordeste del país se están secando. Y teniendo
en cuenta que China está en plena fase de crecimiento económico,
la mirada de Pekín se dirigió a Xinjiang. Los separatistas
musulmanes comenzaron a atentar contra las instalaciones que se construían
allí. Entonces había que negociar. Esto llevó a que
China negociara con las ex repúblicas soviéticas y con los
separatistas. Por el petróleo, China tiene una relación
muy buena con Irak, Arabia Saudita y Yemen. Hubo más desarrollo
en Xinjiang y los uygures tienen hoy más poder en China.
¿Y esto cómo influye en Afganistán? ¿Qué
relación hay entre China y el régimen talibán y qué
se puede esperar de aquí en más?
Bueno, Estados Unidos ha manifestado su enojo con China porque indirectamente
apoya la consolidación de los talibanes. Ahora bien, tanto China
y Rusia tienen como interés principal controlar el terrorismo en
Asia Central, y en eso están juntos. El tema del escudo antimisiles
acentuó una cooperación de seguridad que venía siendo
grande.
Si China apoya a los talibanes y a la vez pretende reprimir al terrorismo,
¿es porque los talibanes eran una garantía de seguridad?
A través de Pakistán y de contactos directos no tan
conocidos, China apoyó a los talibanes por razones pragmáticas.
China quiso comprar la seguridad en su frontera con Afganistán
y con la región en general.
Sin embargo, los talibanes son la corriente más extremista
del Islam sunnita y su constitución es la de un movimiento guerrillero.
¿No sería más lógico que el régimen
talibán fuera un exportador de problemas, como por ejemplo con
los campos de entrenamiento terrorista de Bin Laden?
No. Los talibanes tienen un objetivo claro y concreto que es el
control del Estado afgano. El experimento talibán fue muy traumático
porlas razones que todos conocen: los derechos de las mujeres, la destrucción
de los Budas de Bamiyán, etcétera. Pero hablando en concreto,
hablando de dinero y de estabilidad geoestratégica, casi todas
las potencias intervinientes en Asia Central instaban a la consolidación
del régimen talibán. Otra cosa es Bin Laden. Mi impresión
es que los talibanes y Bin Laden tienen intereses parecidos, pero no son
lo mismo.
¿Cómo cambia todo eso ahora que Estados Unidos está
interviniendo en la región y que apunta a la remoción del
régimen talibán?
Me parece que hay que distinguir el discurso para consumo masivo
de lo que realmente está haciendo Estados Unidos. Aunque parezca
difícil de pensar, Estados Unidos seguramente tendrá que
negociar con los talibanes.
Bush no parece conformarse con menos que la cabeza de Bin Laden.
Bin Laden es apenas un emergente y la Casa Blanca lo sabe. Es obvio
que Estados Unidos apoyará a sectores moderados dentro de Afganistán,
como la Alianza del Norte, pero no lo es tanto que vayan a destruir a
Bin Laden y a Afganistán. La Casa Blanca sabe que enfrente tiene
al mundo árabe. Sabe que Arabia Saudita y Pakistán están
muy tironeados y que el sudeste asiático puede estallar. Hay más
espacio de negociación que el que parece. Creo que habrá
un status de convivencia en el futuro, porque la escalada de este conflicto
es mucho más peligrosa de lo que podemos imaginar.
Sin embargo, más allá de la inteligencia demostrada
por Osama bin Laden y por los talibanes, ¿son actores tan racionales
como para considerarlos parte de una negociación por la estabilidad?
¿No hay algo de irracional en la racionalidad de los atentados?
No. En absoluto. Bin Laden demostró que maneja el capital
y los medios. Su fin es igualmente claro: alterar la ecuación política
interna en los países islámicos moderados. Bin Laden no
quiere negociar con Estados Unidos como si fuera una superpotencia; más
bien, está usando a Estados Unidos para posicionarse dentro del
Islam.
Pero es obvio que no podrá hacerlo si se convierte en el
enemigo público número uno de Occidente. Allí fallaría
la racionalidad.
No tanto, porque Bin Laden sabe que el Islam está a punto
de estallar. Si Bin Laden se convierte en el enemigo público número
uno, habrá muchos en su lugar para tomar la posta de la radicalización
del Islam. Acá no importa demasiado si es Bin Laden u otro quien
capitalice este proceso. Lo que importa es cómo detener este proceso.
¿Y cómo se detiene el proceso?
Me parece que, tanto para el caso de esta radicalización
como para la situación puntual del Afganistán después
de la intervención norteamericana, lo que se requiere es algo que
suena a expresión de deseos: multipolaridad y coalición
de Estados centrales. ¿Alguien se imagina a un Afganistán
con el rey a la cabeza, con 250 mil soldados norteamericanos, en una zona
sin estructuras de seguridad y al lado de Irán? No. ¿Alguien
piensa que Estados Unidos dejará que estalle el sudeste asiático?
Indonesia es el primer país musulmán del mundo. Malasia
es una gran muestra del equilibrio entre distintas etnias y religiones.
En el sudeste asiático hay una versión abierta y flexible
del Islam, pero, por otro lado, ambos son países (y en el caso
de Filipinas es aún más claro, con un movimiento separatista
musulmán) importantes en la red de terrorismo internacional. Entonces,
la situación en estos países es muy delicada. No es casualidad
que uno de los primeros líderes en reunirse con Bush haya sido
la presidenta indonesia Megawati Sukarnoputri. Entonces, por todo esto,
Estados Unidos tiene que concebir un sistema de alianzas donde intervengan
las potencias centrales, Rusia y China, y las secundarias, Pakistán,
India e Irán. Los contactos entre Estados Unidos e Irán
se intensificaron en el último mes. A su vez, Bush habla de un
Estado palestino. A esto hay que prestarle atención: a los signos
de una reorientación de la política exterior norteamericana.
Y creo que en el marco amplio, el de la radicalización del Islam,
el cambio pasa por una reconsideración de la globalización
tal como se ha producido.
Esto es algo así como decir que un multimillonario astuto
obliga a la reconfiguración del mapa mundial.
En todo caso, empecemos por Washington. Más allá de
lo que pueda parecer, es Colin Powell y no Donald Rumsfeld quien ha estado
ascendiendo hasta ahora. Incluso Rumsfeld no está ya en la posición
dura que se le conocía. Estados Unidos tiene que reconstituir su
imagen de poder agresor e interventor. Esto parece de Perogrullo, pero
Estados Unidos ha cometido muchos errores en materia diplomática
en Asia Central y con el Islam en general y no los va a enmendar militarmente.
Los va a enmendar diplomáticamente. En este sentido, y contra lo
que se puede pensar en principio, a la larga todo esto va a ser beneficioso.
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