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Secretos bien guardados del cine francés, develados en dos semanas

Desde hoy y hasta el lunes 19, la muestra “Cine francés inédito” permitirá acceder a películas del nuevo cine galo, hasta el momento no estrenadas comercialmente en las salas porteñas.

Maurice Pialat, Nicole Garcia, Benoît Jacquot, Isabelle Huppert... Son nombres de primera línea del cine francés, como directores e intérpretes. Aun así, muchas de sus películas no llegan a la cartelera local. Para cubrir ese vacío, el Teatro San Martín, con la colaboración del Servicio de Acción Cultural de la Embajada de Francia, han organizado una muestra denominada “Cine francés inédito”, que se llevará a cabo a partir de hoy y hasta el lunes 19 de noviembre, en la Sala Leopoldo Lugones. El ciclo estará integrado por doce films pertenecientes a la producción más valiosa del nuevo cine francés, que no han tenido estreno comercial en la Argentina, a pesar del prestigio de los cineastas involucrados.
Abre el fuego El hijo preferido (1994), ópera prima de Nicole Garcia, sobre un hombre acorralado, lleno de deudas y comprometido con empresas en el límite de la legalidad. Para salir de esta situación debe apoyarse en sus dos hermanos, y sobre su padre. Pero es reconstruyendo la unidad familiar que el protagonista descubrirá el secreto de su propio destino. Mañana va Los enamorados (1994), de Catherine Corsini: cuando Viviane regresa a su pueblo de las Ardenas, ella representa para Marc, su hermano menor, una experiencia de libertad y una personalidad fascinante. Junto a ella, Marc toma dolorosamente conciencia de su homosexualidad, asfixiada en la hipocresía y el aburrimiento de provincia. “Una película que gana una fuerza y una vivacidad espléndidas”, escribió Pascal Mérigeau en Le Monde. El miércoles se proyecta Bar des rails (1991), de Cédric Kahn:
Richard, 16 años, vive con su madre en un pueblo de provincia. Espía con fascinación a Marion, su vecina, y se involucra en una historia de amor insólita y efímera. “El éxito de esta película pertenece enteramente a su director, que decide ir hasta el final de un deseo difícil de saciar” (Olivier Assayas en Pariscope).
El jueves 8 está programada Como ella respira (1997), de Pierre Salvadori: Jeanne es una joven feliz y extrovertida. Pero miente. Miente... como respira y no puede impedirlo. El viernes 9 va Pequeños arreglos con los muertos (1994), de Pascale Ferran, sobre tres personajes marcados por la muerte de alguien próximo. Y el sábado 10 y el domingo 11 el Van Gogh (1991) de Maurice Pialat, con Jacques Dutronc. Para Serge Toubiana, de los Cahiers du Cinéma, “una forma de ver Van Gogh como un film profundamente político es medir en él la ausencia de toda religión. Ni religión del arte, ni visión ideal del artista sobre la cruz: eso apenas le interesa al cineasta. Por el contrario, es un punto de vista moral y materialista el que guía su obra”.
Para el martes 13 está programa Una cuestión de gustos (2000), de Bernard Rapp: un industrial en la cumbre de su éxito, refinado, original y fóbico, conoce en un restaurante a un mozo, el cual le ofrece trabajar para él como “probador” particular. El miércoles 14, Sólo Dios me ve (1998), de Bruno Podalydes, la historia de un indeciso que conoce a tres mujeres de carácter fuerte, que lo ayudarán a encontrarse a sí mismo. El jueves 15, Voyous voyelles (1999), de Serge Meynard, sobre las desventuras de tres chicas de los suburbios de París. El viernes 16, La separación (1994), de Christian Vincent, con Isabelle Huppert y Daniel Auteuil, la historia de un desgarro, detrás del cual quedará solamente la sombra de una antigua felicidad. El sábado 17 y domingo 18, La falsa confidente (2000), de Benoît Jacquot, también con Isabelle Huppert, adaptación de la obra teatral homónima de Marivaux, desconocida hasta ahora en Argentina. El director y la actriz de La escuela de la carne (basada en una novela de Yukio Mishima) vuelven a reunirse en un proyecto insólito, que parecía impensable en ellos. En el cierre de la muestra, el lunes 19, se podrá ver Decime que sueño (1998), de Claude Mouriéras, “un milagro de sensibilidad”, según consignó Jean Roy en L’Humanité.

 

 

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