Por Javier Lorca

Los estudiantes de la UBA son cada vez más. En casi diez años, la matrícula aumentó un 50 por ciento: de 168 mil pasó a 253 mil alumnos. Mientras tanto, la cantidad de docentes apenas creció: hoy es un 12 por ciento mayor. Y peor es la relación si se tiene en cuenta a los profesores, los verdaderos responsables frente a una clase. Ellos aumentaron sólo un 6 por ciento. ¿Conclusión? Los docentes y profesores tienen cada vez más alumnos a cargo. La situación varía según las unidades académicas y las carreras. Las más perjudicadas son las facultades de Psicología y Ciencias Económicas. Pero el caso extremo lo sufre el Ciclo Básico Común (CBC), donde cada profesor se las tiene que ver con 177 estudiantes. La secretaria académica de la UBA, Alicia Camilloni, dijo a Página/12 que “se corren serios riesgos académicos en la medida en que, por la falta de presupuesto, no se cuenta con los recursos necesarios para resolver este problema”.
Los datos surgen de la comparación de los censos de docentes y de estudiantes de la UBA realizados en 1992 y 2000. En el ‘92, había en la universidad 168.808 alumnos y 20.971 docentes (de los cuales, 6550 eran profesores). Para el 2000, la matrícula había explotado hasta sumar 253.260 estudiantes, frente a 23.500 docentes (7510 profesores). Cabe aclarar que la planta docente de la UBA se divide entre profesores y auxiliares: los primeros son, estatutariamente, quienes están a cargo de las cátedras, dirigen investigaciones y dictan las clases teóricas. Los auxiliares pueden dar clases prácticas, bajo la supervisión de los profesores, que son los responsables de todas las clases.
La relación global arroja que por cada docente de la UBA hay 11 estudiantes, cuando hace casi una década era de 1 a 8. La ecuación cambia cuando se hace foco en la relación profesor/alumno: de haber un profesor cada 25 alumnos se pasó a uno cada 34. “Ahí se observa que la relación está muy deteriorada, por una razón muy clara: no hay fondos para nombrar docentes”, dijo la subsecretaria de Planificación, Olga Pisani. “Pero ese promedio general es tramposo –aclaró Pisani–, porque hay mucha dispersión según las facultades. En algunas hay una muy buena relación docente/alumno, como en los talleres de Arquitectura, los laboratorios de Ciencias Exactas y las carreras del área de la salud. Pero eso contrasta mucho con la situación que se da, por ejemplo, en Ciencias Sociales, donde hay teóricos con más de 400 personas.”
El CBC concentra la peor situación, aunque ya lo hacía en 1992. Cada profesor tenía 143 alumnos a cargo y ahora tiene 177. Su matrícula estudiantil pasó de 46.345 a 76.788. Y la planta de profesores, de 324 a 434. Otro caso extremo es el de Psicología: la cantidad de alumnos se duplicó (de 7159 a 14.277), mientras que el número de profesores creció poco más de un tercio (de 241 a 332). Entonces, un profesor es responsable de 43 alumnos, trece más que en 1992. Algo similar ocurrió en Sociales (especialmente, en la carrera de Comunicación) y en Ciencias Económicas. En esta última, los estudiantes de grado pasaron de ser 22.485 a sumar 41.073. Los profesores, de 805 a 1110. La primera tasa de crecimiento fue del 83 por ciento y la segunda fue del 38 por ciento.
“En algunos casos se trata de un verdadero problema, pero en otros no -explicó Camilloni–. En todas las grandes universidades del mundo es típico que, en las materias iniciales de muchas carreras, haya profesores frente a centenares de alumnos. Pero eso no puede ocurrir en carreras que requieren una enseñanza más personalizada.” Las facultades de la UBA que tienen una mejor relación profesor/alumno son las de Ingeniería, Agronomía, Odontología, Farmacia y otras. Por ejemplo: en la Facultad de Medicina la relación casi no varió entre 1992 y el 2000. De haber 1107 profesores y 19.141 alumnos (1/17) se pasó a 1194 y 21.489 (1/18). Un caso inverso al del promedio de la UBA se dio en Ciencias Exactas, donde la relación mejoró. En el ‘92 había 399 profesores y 5524 estudiantes (1/14),mientras que en la actualidad hay 440 profesores para menos alumnos, 4774 (1/11).
Pese al riesgo académico que se corre, Camilloni advirtió: “No necesariamente hay que lograr que la planta docente crezca al mismo ritmo que los estudiantes. En muchos casos, lo que hace falta es reorientar la matrícula. El país necesita muchos graduados en ciencias básicas y los estudiantes no se vuelcan hacia ellas. Hay que estimular que se formen en esas áreas”.

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