Por Raúl Dellatorre
Hizo referencia, por lo menos, en cuatro oportunidades a �los miedos�: el de la �gente� que, aunque tenga ingresos, no se atreve a comprar; el de los trabajadores a perder su empleo; el de los desocupados a no poder salir nunca del pozo; el de los empresarios, a la quiebra o al cierre de sus empresas. Domingo Cavallo le habló ayer a una sociedad temerosa, con cuarenta meses de recesión y ninguna flor de esperanza. Habló de los miedos de casi todos, pero no de los propios: los del Gobierno, los del equipo económico. En definitiva, lo que quedó en claro es que su suerte -la de ambos� no se juega ni siquiera en una mesa de negociación: tiró su propuesta desesperada ahí mismo, a la espera de que banqueros, inversores institucionales y administradores de fondos la recojan. No tiene, dijo, otra cosa que ofrecer.
Los cavallistas aparentan tranquilidad, como si ya no les quedara nada por perder. Disimulan la desesperación, y en tanto demuestran capacidad para lanzar iniciativas y esperar las reacciones. Es lo que hizo ayer el ministro de Economía: lanzó su propuesta de canje de títulos, le puso precio (7 por ciento anual de interés), fecha (prórroga de tres años para los vencimientos de 2002 a 2011) y la condición de no negociable, sin alternativa. Si Cavallo hubiera elegido un tono más dramático para plantear lo mismo, hoy se estaría diciendo que ayer �quemó las naves�.
Cavallo en cambio usó el dramatismo para describir a la sociedad y sus miedos, y eludió a los de sí mismo. No mencionó, por ejemplo, que él y su entorno estiman muy probable salir airosos de esta primera prueba, el tramo local del canje de títulos. Calculan que entre bancos, AFJP, compañías de seguros y tenedores institucionales suman más de 30 mil millones de dólares en bonos de la deuda. Imaginan que esas compañías evaluarán que es un buen negocio el canje propuesto y lo aceptarán. Pero Cavallo también sabe que, inmediatamente después, vendrá una nueva etapa de turbulencias, cuando deba salir a ofrecer el mismo canje a escala internacional.
Los cavallistas ya piensan en esa etapa y las tareas de entonces. Lograr de los organismos internacionales los fondos de garantía que sustenten los nuevos títulos, que nunca alcanzarán para cubrir todo el capital. Ello obligará, imaginan hoy los cavallistas, a ofrecer mañana un fondo de intervención, con el que el Banco Central saldrá al mercado a sostener el precio de los nuevos bonos si estos se caen. Habrá resistencias, rechazos, días de nerviosismo financiero, nuevamente rumores, temores de cesación de pagos.
Los cavallistas se imaginan otra vez frente al mismo escenario de los últimos días, esa sensación ambigua entre resignarse a la caída estrepitosa del Gobierno o dar el golpe de audacia de declarar la cesación de pagos, la dolarización o cualquier otra forma de huida hacia adelante, sin saber qué es lo que espera adelante.
El entorno íntimo del ministro �tan íntimo que ya ni participa el viceministro� va templando el espíritu para los días por venir. La adhesión de banqueros y administradores de fondos al canje no será el símbolo de la unidad nacional detrás del equipo económico, lo saben. La otra batalla, la del tramo internacional, sienten que deberán volver a darla solos, confiando únicamente en su capacidad y su audacia. Mientras tanto, seguirán hablando del miedo, pero el de los otros.
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