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OPINION
Por qué ganó Braden
Por Claudio Uriarte


Históricamente, el vozarrón del Departamento de Estado y la manipulación de mano pesada de la embajada local a favor de un candidato y en contra de otro tienen un mal antecedente en las elecciones de América latina: las argentinas de 1946, donde el intervencionismo descarado y arrogante del embajador Spruille Braden sólo ayudó a catalizar el triunfo resonante del Juan Domingo Perón, quien astutamente aprovechó los destrozos del elefante en el bazar proclamando como consigna de campaña la dicotomía �Braden o Perón�. El antecedente se repite en Europa: la histeria de la primera administración Reagan no impidió sino más bien reforzó la entrada de los comunistas. en plena Guerra Fría, al primer gabinete de Mitterrand en 1981; las alarmas de la Unión Europea �y las ridículas sanciones que impuso después� sólo consolidaron la llegada del partido del xenófobo filonazi posmoderno Joerg Haider a la coalición de gobierno con los conservadores clásicos en Austria en 2000, y, este año, la arremetida editorial contra Silvio Berlusconi de un pool de medios británicos encabezados por The Economist y The Financial Times �con respaldo en las fuerzas americanas en el Pacífico de The Los Angeles Times� fue resonantemente contestada con un meridional �Va fangulo�.
Pero en países más débiles, el vozarrón y la mano pesada son actores decisivos. Un caso es Paraguay. donde la abierta toma de partido de La Embajada en contra de la mafia del ex general Lino Oviedo y a favor de la mafia de la familia stronista de los Argaña fue el peso que ayudó a desequilibrar la balanza político militar en contra del militar nacionalista carismático de derecha, hoy preso en Brasil y esperando que se resuelva el caso de extradición planteado en su contra por las autoridades paraguayas (si esto último no es un oxímoron).
El segundo caso se reveló ayer en Nicaragua. Los liberales habían gobernado por 11 años con resultados desastrosos. No sólo que la ayuda de EE.UU. imaginada tras la evaporación del demonio sandinista nunca se materializó, sino que el gobierno �democrático� se hundió en una corruptela digna de la mejor republiqueta bananera. Frente a esto, el sandinismo creció, atemperando al mismo tiempo sus aristas más inquietantes.
Pero en el final, fue La Embajada la que terminó decidiendo, junto a un Departamento de Estado lleno de veteranos de la guerra �contra�. Apretaron y amenazaron sin asco y el que triunfó en las elecciones del domingo fue el miedo a una nueva guerra con el Imperio Americano.


 

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