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ENTREVISTA AL ESCRITOR MEXICANO CARLOS FUENTES,
 QUE PRESENTA AQUI �INSTINTO DE INEZ�
�Publico un libro sólo cuando se cae de maduro�

�Hay gente, como Paulo Coehlo o Sthepen King, que tiene muy claro para quién escribe�, plantea. �Yo no lo tengo. El lector puede amar una novela mía y detestar la siguiente. No tengo un lector cautivo.�


La novela que Fuentes acaba de publicar tiene un aire onírico y es un elogio al instinto femenino.
�Estoy seguro de que los sueños que no se recuerdan son los que informan a la imaginación literaria�, cuenta.

Por Verónica Abdala

Carlos Fuentes lleva casi la mitad del lunes sentado en un silloncito de estilo francés del hotel que lo hospeda en Buenos Aires, pero no se le escapa gesto alguno de fastidio. El día que espera completar es largo: entrevistas, protocolo, lobbies y una presentación en público de su nueva novela Instinto de Inez, por la noche en el Museo de Arte Latinoamericano

(Malba). En los momentos libres, dice, repasará algunas de las ideas que piensa exponer en el Encuentro México-Argentina, organizado por la Cátedra Libre de Estudios Mexicanos Alfonso Reyes y la cátedra latinoamericana Julio Cortázar. (Hoy a las 19 integrará, junto a Tomás Eloy Martínez, Luisa Valenzuela, Seatiel Alatriste, Noé Jitrik y Gonzalo Celorio la mesa redonda "La escritura: encuentro y memoria", en la Biblioteca Nacional. Mañana, a la misma hora y en el mismo lugar, clausurará el ciclo reflexionando sobre "El amor, la amistad y la experiencia".) Esta rutina suele ser su vida, en los meses en que uno de sus libros le recuerda al mundo hispanoparlante la existencia de uno de los grandes escritores de su historia, este mexicano con aspecto diplomático al que nada parece afectar, ni siquiera el paso del tiempo. Fuentes tiene 72 años.

  --¿Su novela se llama Instinto de Inez? ¿Cómo surgió la idea de aludir a un instinto en el título?

  --La protagonista de mi libro, Inez, es una mujer con capacidad para relacionarse con lo otro, con lo onírico. Las mujeres tienen muy desarrollado los instintos. Y los hombres muy atrofiados. Los hombres somos muy brutos: para nosotros dos por dos es inevitablemente cuatro. Para una mujer, dos más dos puede ser cien. Inez sabe que su amor es en cierto modo imposible, porque se enamora de un hombre de otro tiempo a través de una fotografía, pero también sabe que ese amor es posible si ella sueña, se entrega, y de ese modo trasciende las barreras del tiempo. Su hombre existe en otro tiempo, y ella lo irá a buscar. Viajará hacia otro mundo, a encontrarse con el hombre que desea.

  --Un mundo que no se sabe si existe en el pasado primitivo del mundo o en un futuro inminente...

  --¿Ve? Eso es instinto. Yo no especifico en qué tiempo transcurre el encuentro.

  --El plano temporal al que corresponde ese encuentro es uno de los aspectos que usted deja a criterio del lector. ¿Qué lugar le da al lector en el proceso de construcción del sentido?

  --Un lugar primordial. El es el que finalmente concluye y completa la novela. Si el libro no está abierto a la imaginación del lector, si no le permite completar ese sentido, para mí no vale.

  --¿Qué razones lo motivan a seguir escribiendo si se tiene en cuenta que publicó su primera gran novela a los 30 y hoy tiene 72?

  --¿Tanto tiempo ha pasado? En fin, le diría que los libros maduran como los frutos, y cuando ya están listos caen por su peso. Gringo viejo, fue una novela que comencé a escribir a los 15 años, y la publiqué recién en 1980. Llega un momento en que los libros caen como manzanas o peras de un árbol. Este libro tiene su origen en el Buenos Aires de la Segunda Guerra, días en que yo estudiaba en esta ciudad. A ese tiempo se remonta mi amor por la ópera. La condenación de Fausto, de Berlioz, y su sonido escandaloso, que aparece con recurrencia a lo largo de la novela, me interesaba especialmente. Representa de algún modo mi interés por crear disonancias en el campo literario, desobedeciendo las reglas clásicas de la escritura.

  --El lector tiene la sensación clara de que hay una simbiosis entre el ritmo de La condenación..., y el de la prosa. Hay una suerte de romance entre la energía de esa ópera y la manera en que usted escribe sobre la relación que une al protagonista, el director de orquesta Gabriel Atlán Ferrara, europeo, de 93 años, y la cantante mexicana Inez Rosenzweig.

  --Ese efecto fue buscado. Escuché miles de veces la ópera, mientras escribía. Mi amor por la ópera se remonta a los años de la Segunda Guerra. Yo vivía y estudiaba en Buenos Aires, y me sorprendía la cantidad de músicos y cantantes europeos que huyendo de la guerra se presentaban en esta ciudad. La mayoría recalaba en el Teatro Colón.

  --¿El personaje de Gabriel Atlán Ferrara está inspirado en Celibidache?

  --Sí, creo que lo odié siempre, porque él se me adelantaba y ganaba más chicas.

  --Este personaje --el del viejo director-- sostiene, entre otras cosas, que América latina nunca accederá a la posibilidad del verdadero progreso. Encarna, en ese sentido, un fuerte eurocentrismo... Aunque dice también que valora la lucha por la libertad, porque ella es la libertad en sí misma.

  --Sí, comparto esa idea: la libertad --que nunca es posible en su totalidad, porque somos seres contingentes en un mundo contingente-- es esa búsqueda. Respecto de lo otro, por supuesto que no estoy de acuerdo. El representa un pensamiento subconsciente muy evidente de los europeos que no comprenden a Latinoamérica.

  --¿Qué cree que esperan de usted los lectores? ¿El hecho de ser uno de los escritores contemporáneos más prestigiosos lo condiciona en alguna medida?

  --Creo que no y la verdad es que no sé qué es lo que se espera de mí. Y creo sinceramente que escribir novelas es tirar mensajes al mar en una botella. La verdad es que uno no tiene la menor idea de quién lo irá a recibir. Hay gente, como Paulo Coehlo o Sthepen King, que tienen muy claro para quien escriben, porque tienen un público predeterminado, prefabricado. Yo no lo tengo. Es más, creo que el lector puede amar una novela mía y detestar la siguiente. No tengo lectores cautivos. Los míos son libros que buscan lectores posibles.

  --¿Hay aspectos de este libro, de sus otros libros, que para usted permanecen incomprendidos, que no revelan su misterio?

  --Uf, ¡casi todos! Yo creo que el misterio alcanza el 80 por ciento de mis novelas. Son como sueños no recordados, que mantienen su sentido oculto. Estoy seguro de que los sueños que no se recuerdan son los que informan a la imaginación literaria. En general, yo tengo perfectamente diseñado el plan de trabajo de cada día, y sin embargo... cada vez que me dispongo a escribir, surgen cosas que ni hubiera soñado, y que no sé de dónde vienen. Muchas veces, incluso, desconozco además lo que significan.

  --Me imagino que esas cosas son las que lo llevan a volver a sentarse al día siguiente en el mismo lugar...

  --Claro, es la excitación propia de la escritura. Sin ella, nada de esto tendría sentido.

  --¿Sigue empeñado en no utilizar la computadora?

(Fuentes saca una estilográfica del bolsillo, la mira, la muestra, la guarda.)

  --¿Por qué la prefiere?

  --Porque si no pierdo el contacto entre mi cabeza, mi corazón, mi mano y el papel. Y si pierdo esa conexión...

  --¿Pierde la fluidez?

  --Casi lo mismo que me ocurre cuando hago el amor con condón. (Ríe.) Hablando en serio, voy a citar a Max Weber, que decía que la tecnología le quita magia al mundo.

  --¿Sigue siendo metódico a la hora de escribir? ¿Mantiene sus horarios preestablecidos, sus rutinas?

  --En Londres sí: me levanto a las seis, y no me despego de la silla hasta el mediodía. Y después leo tres horas cada día. En México no: allí le doy a los tacos, las enchiladas, el tequila y las fiestas.

  --Ahora queda más claro porqué para trabajar necesita volver a Londres...

  --Sí, ahí me vuelvo un puritano calvinista. Y un hombre que aspira a ser un buen escritor. En México, ya no podría.

  --Su obra es inmediatamente identificada con una identidad, la mexicana. Usted, que vive en dos sitios a la vez, y que ha sido educado en la Argentina, Chile y los Estados Unidos, que se ha pasado, además buena parte de la vida viajando y que incluso a representado a su país como embajador en Francia, se siente representando en algún sentido a esa cultura?

  --No. De la misma manera, a la obra de Borges se la identificaba como la de un argentino por excelencia, aunque él no se sentía argentino. Pidió, sin ir más lejos, que lo enterraran afuera, bien lejos de aquí. Y su temática, nadie podría decir que es una temática argentina, es cosmopolita, en todo caso. De manera que me atrevo a decir que los escritores deseamos representar a la literatura, y nada más.

  --¿Quiénes son sus amigos, en el mundo de las letras?

  --Juan Goytisolo, Gabriel García Márquez, Harold Pinter, en Inglaterra. Son amistades, lealtades diría. Aunque de ningún modo podrían compararse con aquel espíritu de cuerpo que teníamos los escritores del boom.

  --¿Cuál fue el último libro que lo sorprendió?

  --Uno de Joseph Conrad. Y El Quijote.

  --Muy gracioso.

  --Bueno, estoy muy conforme con una nueva generación de escritores mexicanos de 30 años, los de la generación del Crack. Dos de ellos son Volpi y Palau. Excelentes, muy prometedores.

  --¿Lo angustia la posibilidad de no llegar a escribir todo lo que le gustaría?

  --Sí, por supuesto, es una de las cuestiones que íntimamente más me preocupan. Uno se enfrenta diariamente a elecciones muy dolorosas. Uno sabe que cuando elige escribir éste libro, está dejando de lado éste otro.

Quisiera tener mil años para escribir mil y un libros. En este momento, tengo seis o siete proyectos en danza, pero hay uno que está quemándome las entrañas desde hace décadas: una novela sobre la muerte de Emiliano Zapata. Cuando no aguante más deberé volver a mi silla para dejarlo que salga. Porque también los libros se pudren, si uno no los deja nacer. Piense solamente en la cantidad de novelas que se pudrieron en charlas de café --la gran tragedia de la intelectualidad latinoamericana-- y se dará una idea de lo que se dejó de hacer. No quiero que me pase lo que le pasó a Balzac, que dejó tantos proyectos sin poderlos concretar, porque murió a los 50 años. De todos modos, de eso se trata todo esto: de hacer elecciones, de tomar decisiones, Nuestro trabajo es casi un espejo de la vida: todos nos iremos de ella con algún asunto pendiente, con algo que no pudimos cumplir.

  --¿Y en qué se basa para cada elección? ¿Planifica también su obra como un inmenso libro al que va añadiéndole capítulos, y en virtud de ese gran proyecto se inclina por escribir una u otra?

  --Sí, también eso planifico. Es como un gran rompecabezas al que voy agregándole piezas. No creo que lo llegue a terminar. La vida nos da la libertad de escoger: es esta mujer o aquélla. No se puede todo, debemos elegir. Eso no es tan malo, después de todo: si tuviéramos una libertad absoluta viviríamos en perpetua anarquía, en un estado permanente de confusión y por ende de insatisfacción. La verdad, es que seremos esto y no aquello, viviremos aquí y no allí. Dejaremos cosas sin hacer o sin terminar, y mientras tanto pasarán los años, pasará el tiempo. Como dicen los jugadores de ajedrez: en cada posible jugada hay diez mil movimientos posibles. Y hay que escoger uno. La vida es un poco así.

  --¿No está cansado de la rutina de las entrevistas, Fuentes?

  --No, me gusta hablar.

  --Entonces debe haber algo que todavía no haya dicho

  --Creo que ya lo he contado casi todo, pero todavía confío en el ingenio de los periodistas. En eso soy optimista.

LOS ATENTADOS Y EL PAPEL DE LOS ESTADOS UNIDOS
Demasiados millones en cosméticos

Por V. A. 
Hay un tema del que Carlos Fuentes se resiste a hablar: la situación política argentina. �No espere que diga lo que pienso, porque no lo diré� advierte. �Soy un huésped y me comportaré como tal mientras esté pisando suelo argentino.� Accede, en cambio a dar su opinión sobre la situación Internacional. �El atentado a las torres, detonante de esta guerra incipiente, fue un acto absolutamente criminal, y por lo tanto es condenable. El tema ahora es cómo se responde a esa agresión. Las represalias de Estados Unidos no me parecen convenientes: Afganistán es un país indestructible, pero por el hecho de que allí no hay nada por destruir. Es probable que no logren destruir a Bin Laden ni a Al Qaeda, pero que sí consigan avivar la efervescencia del odio de muchos seguidores de la ideología de Bin Laden�, analiza. �Además, la inseguridad no se resolverá mientras no se resuelva el foco de conflicto entre Israel y Palestina: esa es para mí la cruz del Medio Oriente. La causa más profunda de la guerra, entretanto, es la terrible y creciente desigualdad entre los que tienen y los que no tienen. Una diferencia bárbara, humillante, injuriante para las víctimas de la desigualdad.� 
Para Fuentes, además, hay otro factor de rispidez: �Los Estados Unidos y los medios de comunicación les muestran a los más pobres un mundo fantástico, de rubias y descapotables y parecen decirles: �Resígnense, nunca llegarán a tener esto. No tienen nada ni lo van a tener�. Por supuesto que esa gente, que muere por no tener un pedazo de pan o un plato de comida, no se va a resignar, porque se siente injuriada. Yo hago un llamamiento público, a través de este medio, para que cuatro presidentes latinoamericanos sin alianzas militares, Argentina, México, Chile y Brasil, se unan en una lucha por la paz, el desarrollo, la igualdad y la justicia, en un programa compartido de desarrollo, de cooperación. Lo que nos queda, sino, es la catástrofe, la violencia en escalada.�
�Es un llamado utópico. 
�Sí, es utópico. Pero Latinoamérica puede aportar ese mínimo de ayuda necesaria. Debemos unirnos, en ese sentido tenemos una gran oportunidad. 
�¿Cree que EE.UU. modificará en el mediano o largo plazo su política exterior?
�Estados Unidos gasta anualmente 13 mil millones de dólares en cosméticos. Con ese dinero se podrían salvar los problemas de salud, educación y alimentación básicos de toda la niñez del tercer mundo.
�Argentina se alineó desde la primera hora con EE.UU.
�Todos lo hicieron: era un gesto de solidaridad básico. Sin embargo, ya se están notando distancias entre Europa y América Latina respecto de estas represalias estadounidenses que no parecen conducir a ningún lado.

Radiografía de un grande

Carlos Fuentes nació en México en 1928, en el seno de una familia aristocrática. Su padre era diplomático, su madre ama de casa. Pasó parte de su infancia en Los Estados Unidos, Chile y Argentina. Estudió Derecho y Economía en Suiza. Vive en Londres y México. En los ' 60, fue considerado en el mercado editorial europeo una de las figuras centrales del llamado �boom latinoamericano�, junto a Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Entre 1975 y 1979 se desempeñó como Embajador de México en Francia. Al tiempo que se consolidaba como uno de los intelectuales más influyentes del mundo, recibió los premios literarios más importantes de la lengua castellana: el Cervantes en 1987, y el Príncipe de Asturias de las Letras, en 1994. Entre sus obras más destacadas pueden nombrarse La región más transparente (1958), La muerte de Artemio Cruz (1962), Terra nostra (1975), La cabeza de la hidra (1978), La frontera de cristal (1995) y Los años de Laura Díaz (1999). Su nueva novela está dedicado a su hijo, muerto en 1999, a los 26 años.

 

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