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�Tenía armado mi mundo y 
tuve que empezar de cero�

Osvaldo Bayer es a la vez la figura y el relator del documental de Oscar Montes Bradley �Los cuentos del timonel�, que se estrena el jueves y cuenta su rica experiencia de vida, hasta el exilio del �75.

Bayer se fue del país luego de la publicación de �Los vengadores de la Patagonia trágica�, amenazado.
�Tuve que partir al exilio por un libro donde se descubría la verdad histórica�, recuerda.

Por Ana Bianco

¿Quién es Osvaldo Bayer, cómo llegó a afrontar el exilio alemán, cómo era su vida cotidiana en esos primeros años lejos de la tierra natal, cuál su relación con otros escritores contemporáneos? Esas y otras preguntas son las que plantea �e intenta responder� el documental Los cuentos del timonel, de Eduardo Montes Bradley, que revela aspectos nada conocidos del escritor, y lo hace con un narrador de lujo: el propio Bayer. El film describe su vida en Europa, muestra su cotidianidad y sus caminatas por los bosques alemanes y lo lleva con sus historias en un ida y vuelta de Alemania a su natal Argentina, en un relato que llega hasta 1975.
Bradley es autor de los documentales Harto de Borges y Soriano, pero este trabajo sobre Bayer tiene la singularidad de abordar a un intelectual vivo. Nacido el 18 de febrero de 1927 en Santa Fe, Bayer puede considerarse un �animal político� que atravesó parte de la historia del último siglo. Es autor entre otros libros de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia(1970) y La Patagonia rebelde (Los vengadores de la Patagonia trágica, 1972�1976). Como guionista cinematográfico, participó en más de diez películas, entre ellas La Mafia (1972) y La Patagonia rebelde (1974). Este film provocó una lluvia de amenazas de la llamada Alianza Anticomunista Argentina, y lo condujo al exilio. En su casa de Belgrano, bautizada �el tugurio� por Osvaldo Soriano, Bayer habla sobre el homenahe. 
�No son habituales los documentales sobre personas vivas. ¿Qué lo atrajo de la propuesta?
�Bradley ya había trabajado sobre Soriano y Borges, y me sorprendió que quisiera filmar mi vida. Conversamos durante varias jornadas, tomó apuntes y se llevó algunas fotos. Y ahí empezó con su visión sobre la película. La filmación se hizo en Alemania, algo que yo en realidad no quería porque soy realmente mucho más argentino que alemán. Alemania me remite al exilio y a los tiempos de descanso, pero mi actividad está acá. El estaba empecinado en filmar en Alemania. Alli, mi vida transcurre en una pequeña aldea a orillas del Rin. En mi casa de Buenos Aires llevo una vida distinta. Ruido de motores y bocinas, gente que grita y chicos que salen de la escuela, telefonazos y viajes al interior invitado por las Universidades o por los clubes culturales. El documental refleja mi vida en Alemania, mi adolescencia y juventud y mis experiencias, porque fui un hombre de muchos oficios. 
�Su hermano Franz lo introduce como aprendiz de timonel. ¿Fue una vocación frustrada? 
�En esa época, si alguien quería ser escritor debía ser marinero, y por eso lo fui. Mi tristeza fue enorme cuando me echaron del barco �Madrid� por haber encabezado la huelga. Mi hermano era oficial de buques de mar. En esa época lo único que me interesaba era escribir literatura y navegar. Me gustaba esa vida marinera, aunque era dura. Sufrí mucho cuando el prefecto me rompió la libreta de desembarco y me dijo: �Usted nunca más va a navegar en los buques de la patria� y quedé en tierra, vagando en esos nuevos horizontes. El horario mío era de cero a cuatro y desde las doce del mediodía hasta las cuatro de la tarde. El horario nocturno era un verdadero paraíso. No sé como las empresas turísticas no hacen viajes para enamorados, con esas lunas enormes que nacen al borde del río y se van para arriba.
�¿Por qué eligió Alemania para su primer exilio en 1952?
�Empecé a estudiar Medicina pero no con la idea de ser médico: quería estudiar filosofía, y empecé por conocer el cuerpo. Estudié un año de Medicina y luego me fui a Filosofía, pero con el peronismo durante esos años no aguanté y me fui a la Alemania de posguerra. Elegí ir a Alemaniaporque allí estaba mi novia, que se había ido un año antes. En realidad quería hacer un viaje, un periplo, y me quedé con mi futura mujer. Tuve una experiencia interesante con el estudiantado alemán después de la guerra, con las ciudades tiradas por el suelo. Recuerdo que comíamos una sola vez al día, pero había una especie de épica por querer mejorar el mundo, después de esa enorme derrota y después de la experiencia del nazismo. Me afilié a la Liga de Estudiantes Socialistas y tuve como maestro a Willy Brandt, un personaje discutible, pero de gran atracción para los estudiantes. Empecé a escribir artículos para Argentina, con muchas ganas de volver.
�La película lo presenta como antiperonista.
�A veces en el cine se exacerban los términos y donde se traen dos o tres anécdotas me presentan como un antiperonista feroz. No fui peronista. Siempre consideré al peronismo un populismo que no nos iba a llevar a nada pero que mientras el país fuese rico iba a servir para vivir bien, como pasó. Como todo populismo iba a terminar en la extrema derecha desde el punto de vista económico. Soy enemigo de los autoritarismos. Viví intensamente ese período siendo obrero en la huelga Marítima. En el gremio había socialistas y anarquistas y no aceptábamos una ley por la cual se nos descontaba un porcentaje para la Fundación Eva Perón... 
�En el film se asegura que el éxito del libro �Severino Di Giovanni...� se debe a Julio Cortázar. ¿Por qué?
�En el �62 fui a París, toqué el timbre de su casa, me hizo pasar y nos quedamos charlando como dos horas. Como yo era periodista, le interesaba la charla. Después nos vimos en Berlín y después en Buenos Aires. Cuando Osvaldo Soriano en una entrevista le preguntó a Cortázar qué autores había leído, él respondió que a Paco Urondo y a mí. Al otro día me llamó Tomás Eloy Martínez, que era el director del suplemento cultural del diario La Opinión y me comentó que iba a almorzar con Cortázar y que me invitaba porque él me había nombrado. Ahí me pidió disculpas de una forma muy tímida y me confesó que no me había leído. Pero eso sirvió enormemente para el éxito del libro.
�El tema del exilio parece central en el relato que el documental hace de usted.
�La injusticia del exilio... Con Olivera y Ayala teníamos el plan de llevar las investigaciones históricas que yo había realizado al cine. Nuestra segunda película iba a ser Radowitzky en Tierra del Fuego. Eso quedó en la nada. En ese momento, yo había logrado independizarme del periodismo y escribir mis propias cosas. Vivía de mis libros y de las películas. Ya habíamos filmado La Mafia y La Patagonia. Tenía armado mi mundo y de pronto tuve que empezar todo de nuevo, a los 49 años, en el exilio y viviendo de traducciones. Todo por un libro donde se descubría la verdad histórica. Había hecho esfuerzos por quedarme, y para ello convoqué a los historiadores militares a debates públicos en la Biblioteca Nacional, con su documentación, cosa que nunca aceptaron. Al irme, claro, mi vida cambió radicalmente. Lo primero que hice fue sacar a mi familia al exterior.
�¿Por qué cree que el documental termina en 1975? 
�Habría que preguntárselo al director. Inclusive hemos hablado de acontecimientos posteriores a esa fecha. El período posterior al �83 fue diferente. No conseguí trabajo acá en ningún diario, en ninguna Universidad. En general el gobierno de Alfonsín fue enemigo de los intelectuales exiliados. Uno se sintió extranjero. Mis libros habían estado prohibidos, nadie de las nuevas generaciones los había leído. Trabajaba en Alemania durante seis meses y con esas divisas vivía acá. Poco a poco la cosa fue cambiando, sobre todo a partir de que Página/12 me ofreció en 1989 ser columnista. Luego, la Facultad de Filosofía me ofrecióla Cátedra de Derechos Humanos. Después, mi vida cambió otra vez totalmente con mi enfermedad y las dos operaciones. 
�¿Continúa sus charlas con el muñeco de trapo de Pepe Gallo, como en el film? 
�Ibamos caminando en Alemania con mi mujer, me gustó y lo compré. Está en la cocina y como yo me levanto a las cinco de la mañana converso de Filosofía con Pepe Gallo. Sobre El Imperativo Categórico de Kant y todas esas cosas.

Las relaciones familiares

�En el film se lo presenta como tironeado, de niño, entre personalidades disímiles las de su padre y su madre.
�Yo escribí La Patagonia rebelde para vencer un gran problema interno. Mis padres habían estado en Río Gallegos cuando las grandes guerras patagónicas, hace casi 80 años. Mi padre contaba esa experiencia. Era un hombre muy sensible, había sufrido por los fusilamientos y ver cómo se castigaba a los peones a latigazos y las palizas que les daban en la cárcel, que estaba a doscientos metros de su casa. Escuchaba esto cuando tenía siete años, pero cuando mi padre se iba al trabajo, mi madre decía: �Bueno, pero no fue tan así. Me acuerdo cuando el jefe de policía nos decía que no saliésemos de la casa porque los huelguistas venían a violar y a robar a las mujeres�. Eran dos versiones completamente diferentes. El deseo por descubrir la verdad y muchos años de investigación dieron como resultado los cuatro tomos de La Patagonia.... Comprobé que mi padre no había mentido.
�Su familia no aparece en el documental. Sólo su esposa en algunas escenas. ¿A qué se debe? 
�Tengo cuatro hijos, tres varones y una mujer y diez nietos. El mayor es arquitecto, el segundo ingeniero en construcción de barcos, el tercero es periodista, trabaja en la agencia DPA en Hamburgo y mi hija es pintora y vive en un pueblo cerca de Venecia. Con mi mujer Marlies nos juntamos cuando ella tenía 17 años. Quizá hubiera sido bueno que apareciesen en el documental mis hijos contando lo mucho que sufrieron por abandonar definitivamente la Argentina. El destino de ellos cambió, vivíamos todos juntos en Martínez en una casa grande. Pero no me quejo. A otros amigos le mataron sus hijos, como a David Viñas.
Los años de la lucha armada

�En el documental, usted afirma que ERP y Montoneros habían tomado su libro sobre Severino Di Giovanni como una especie de obra de cabecera. ¿Cómo evalúa hoy esa época?
�Fue un período que viví intensamente. Mucho de mis mejores amigos estaban metidos en la guerrilla. Paco Urondo trabajó al lado mío durante dos años, en la redacción de Clarín. En mis encuentros con Rodolfo Walsh yo le decía que ellos eran los mejores, pero que los iban a matar. Que la represión era diez veces mayor en fuerzas, y que era necesario cuidar a la juventud argentina. Otros, que no eran mis amigos, me llamaban �el burguesito�, acusándome de ser responsable de una interpretación libertaria de la vida que no podía llegar jamás a la revolución. Desgraciadamente, los hechos me dieron la razón y no porque yo viera tan claramente esa época. Con Rodolfo nos habíamos conocido en Cuba. Por eso quiero escribir una segunda novela, que se va referir a finales de los �60 y principios de los �70. No puedo contar mis polémicas con Paco ni con Rodolfo, porque ellos no están. Tampoco puedo reproducirlas y adjudicarles expresiones, con lo que lo voy a hacer a través de personajes que el lector pueda reconocer. Teníamos hermosas discusiones, eran realmente de lo mejor. Paco Urondo era lo menos parecido a un guerrillero. Yo no sabía que había tomado esa línea. En un encuentro en Berlín con Manuel Puig, el novelista, recibimos la noticia de su muerte, en Mendoza. Puig me contó, con algo de indignación: �Tengo que contarte, Osvaldo, que las crónicas dicen que Paco era Montonero�. Yo, para tranquilizarlo, porque sabía que le podía dar un ataque de nervios, le dije que no que estaban mal, que Paco era del ERP. Puig me dio un gran abrazo y me dijo: �Que alegría que me das�. Es que Puig era muy antiperonista.

 

 

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