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De rodillas
Por Antonio Dal Masetto

Esta noche en el bar somos doce, igual que los apóstoles. Se abre la puerta y entra un tipo desplazándose de rodillas. Se acerca a la barra y uno de nosotros saca la billetera para darle algo.
–Tenga mano compañero, no he venido a pedir sino a dar –dice el arrodillado–. No soy un discapacitado sino un hombre que descubrió las ventajas de vivir de rodillas. Y quiero transmitírselas a ustedes.
Por supuesto, la propuesta despierta inmediatamente nuestro interés y le pedimos que nos cuente.
–Queridos amigos, analicemos una mínima circunstancia cotidiana que a todos nos aflige muy a menudo: cuando se les cae una moneda, ¿sacaron la cuenta cuánto tardan en ubicarla, agacharse y recogerla? En cambio, si uno ya se encuentra de rodillas, la moneda está siempre al alcance de la mano. Y bien cerca del ojo. Imposible que se oculte.
–Buena observación, maestro, nunca se nos había ocurrido –decimos los doce.
–Voy a enumerar algunas otras ventajas al azar. Por lo pronto, no hay más desgaste de calzado. Ese lindo par de mocasines con el que uno se encariñó, no se verá obligado a abandonarlos nunca. Tema llaves: basta de andar sufriendo porque no le acierta a la cerradura, haya o no copetines traicioneros de por medio, la cerradura estará siempre delante de la nariz de uno. Y hablando de eso, ya que estamos, qué mejor posición que la del arrodillado para espiar por el ojo de la cerradura. He visto cada cosa. Pero no voy a detenerme en detalles, no quiero mancillar la honra de algunas damas.
–De acuerdo, maestro, díganos más.
–Para el que le gustan las mascotas, qué mejor que estar a su altura, establece un vínculo afectivo con perros y gatos que ninguno de los que andan parados podría llegar a tener jamás. ¿A quién le gusta la primavera?
–A todos nos gusta –contestamos los doce.
–Cuando llega ese momento en que en los canteros revientan los pimpollos, uno está exactamente a la altura que corresponde para poder apreciar su perfume y color. La facilidad para calmar la sed con el agua fresca de los bebederos de los parques y las plazas, el chorro siempre a tiro. Y puedo seguir con múltiples ventajas de la vida cotidiana. Prender el cigarrillo directamente de la hornalla de la cocina, tener bien cortitas a las cucarachas y a las hormigas que están siempre en la mira del arrodillado, encontrar rápidamente lo que está perdido en el fondo de los cajones de los escritorios, el contacto directo con llaves de encendido y controles de equipos musicales, televisores, computadoras, videograbadores y cuanta parafernalia electrónica haya en una casa. Todos esos minúsculos y recónditos botoncitos a la altura de los ojos. No más salpicaduras en el lavado de los dientes y el enjuague bucal porque se está exactamente a la altura del lavatorio. Y para los golosos, en las reuniones, estar junto a la altura de las fuentes de los bocadillos en las mesas, canapés, sandwichitos, bombones.
–Todo eso es fantástico y lo podemos entender perfectamente, pero nos asalta una duda. ¿Andar de rodillas es bueno para la salud? –preguntamos los doce.
–No sólo es bueno sino que es lo más recomendable. Olvídense de las várices, el lumbago, los callos. La caja torácica se expande con el ejercicio de desplazarse de rodillas. Para la belleza femenina las ventajas son innumerables, fortalecimientos de los muslos, desarrollo de glúteos y firmeza del busto, y además no se le hinchan los pies.
–¿Andar de rodillas no nos limitaría un poco la velocidad? –No puedo creer que ustedes sean de los locos que quieren correr sin ton ni son. ¿Cuál es el sentido de semejante agitación? Andar de rodillas es la postura ideal para la concentración y la meditación. Como dice el sabio proverbio italiano: Chi va piano va sano e va lontano.
–Nos convenció –decimos.
Nos arrodillamos y empezamos a dar vueltas entre las mesas, guiados por el maestro, quien de tanto en tanto nos pregunta:
–¿Cómo se sienten?
–Es buenísimo, lo estamos disfrutando mucho –contestamos los doce.

 

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