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�Me gusta tirarme a la pileta, sin complejos�

Por Cecilia Hopkins

No es común que una actriz de la generación de Alicia Berdaxagar, que inició su carrera profesional a mediados de la década del 50, trabaje en la escena comercial y en el circuito alternativo simultáneamente. El caso es que esta actriz interpreta de jueves a domingo a la mítica Sarah en La Bernhardt, de John Murrell (en el Multiteatro, junto a Jorge Suárez, bajo la dirección de Eduardo Gondell) en tanto que los miércoles, en el Teatro Callejón, integra el elenco de Nadar en tierra, la obra del joven dramaturgo Walter Rosenzwit que dirige Alejandro Mateo. Allí compone un curioso personaje que mantiene algunas similitudes con la diva francesa, al margen de que ambos están “trabajados con el mismo compromiso y rigor”, según aclara la actriz en una entrevista con Página/12. “Son dos mujeres que están reviendo su pasado y que también se encuentran en el final de sus vidas... pero a mí no se me entreveran para nada, porque cada una está vista desde dos estéticas muy diferentes.”
Nadar en tierra fue estrenada el año pasado en una primera versión (que se llamó Partir de la Odisea) durante el Ciclo Nueve, una propuesta que integró nueve obras breves llevadas a escena por nueve directores. En una y otra versión, el autor contrapone las figuras del mítico Ulises y el poeta Homero, imaginando que fueron hermanos gemelos. Cada uno representa un modo diferente de concebir la vida, uno desde la aventura y el movimiento, el otro a partir de la quietud y la reflexión. La madre de los hermanos se llama Odisea y es, precisamente, el rol a cargo de Berdaxagar: “Se trata de una mujer que mientras lee la obra que lleva su propio nombre, recupera su vida y sus pensamientos. Cuenta con crudeza y distancia cómo crió a sus dos hijos: Homero, que escribió la Odisea, y Ulises, que fue quien la vivió... y de esto cada espectador hará su lectura”. Su personaje se encontraba casi inmovilizado en una silla de ruedas en la primera versión. Ahora interactúa con los demás y ocupa un trono que la eleva. Algo que se mantuvo es el vestuario, una cascada de tules y encajes blancos. No obstante los materiales elegidos, la imagen de esta Odisea no trasunta refinamiento: parece más bien una reina destronada hace siglos o una indigente endomingada con desechos de cotolengo. “En realidad ese personaje puede hacerse vestida de Dior y con boquilla como revolviendo los tachos de basura”, aclara.
De ambas posibilidades, la actriz aceptó la solución menos elegante, y tal vez haya sido porque ni la fealdad ni la desprolijidad la amedrentan. Baste recordar la composición del babeante Lucky de Esperando a Godot de 1998, con dirección de Leonor Manso. “Con pasmoso dominio de la máscara y el movimiento corporal -dijo en su momento el crítico Gerardo Fernández, ya fallecido-, compone allí un guiñapo desgreñado y harapiento.” Su monólogo fue “uno de los momentos de teatro más electrizantes de los últimos tiempos”. Aclara la actriz: “A mí siempre me gustó ser otra... disfrazarme, pero si una observa a su alrededor, la realidad nos sobrepasa en todos los sentidos”.
En su larga carrera, Berdaxagar integró los elencos del Cervantes y el San Martín, pero también hizo teatro al aire libre y en espacios no convencionales. La propuesta de integrar el elenco de Nadar en tierra y organizarse en cooperativa (“la primera vez que lo hago”) tuvo que ver con su interés por probar nuevos horizontes. “Me gusta tirarme a la pileta sin complejos, cambiar, pelearla, meterme en algo diferente... será porque a esta altura de mi vida no tengo nada que perder”, resume. Es el mismo interés por el cambio que la llevó a tomar clases con Ricardo Bartis, luego de ver Postales Argentinas, a principios de los ‘90. “Lo hice porque me deslumbró la obray porque quería sacudir un poco el polvo y enriquecer la máquina, que es uno mismo, el instrumento del actor.”

 

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