Por Martín
Granovsky
El brindis fue con bombones
repartidos entre los colegas. Esa fue la forma elegida por la senadora
Beatriz Raijer para festejar, anoche, la media sanción de la Cámara
alta al proyecto de Ley de Inteligencia que por primera vez penaliza las
escuchas ilegales y fija el control parlamentario de los gastos secretos.
Las presiones del Ejecutivo no fueron suficientes para frustrar ocho meses
de consenso en las comisiones del Senado. Ni el ministro de Defensa José
Horacio Jaunarena ni el jefe de la Secretaría de Inteligencia del
Estado Carlos Becerra consiguieron dejar una puertita abierta por donde
pudiera colarse la recuperación de funciones de espionaje interno
para las Fuerzas Armadas.
Tampoco fue aceptada una modificación sugerida por el radical Luis
Molinari Romero. En el texto original, tal cual salió del dictamen
de comisión, el Presidente puede llamar al consejo encargado de
la inteligencia e invitar a quien crea conveniente. Luego, cuando termina
la crisis, puede hacer cesar el trabajo del consejo. Molinari recomendó
que el consejo fuese permanente, pero los senadores insistieron en el
texto original para no generar una burocracia que, al buscar la autojustificación
de su existencia, terminara extralimitándose.
Es un adelanto para la democracia, dijo a Página/12
la senadora Raijer, una justicialista de Córdoba encargada de pilotear
las negociaciones. Yo rescato el importante trabajo entre todos
los bloques y entre los colegas de todos los partidos, que tuvieron la
disciplina de reunirse una vez por semana durante ocho meses, porque la
media sanción da vuelta una página sombría de la
historia, dijo.
Si los diputados completan la sanción, será la primera vez
que la Argentina tenga una ley pública de inteligencia.
Nos estábamos manejando con decretos de la época de
la dictadura de Juan Carlos Onganía, recordó Raijer,
y afirmó que aprobar el proyecto fortalecerá la democracia.
Cuando internacionalmente aumentan el riesgo y la amenaza, la Argentina
da muestras de que hay cosas que se pueden hacer eficazmente y en favor
de la libertad, opinó.
Entre los asesores que discutieron el detalle de la ley figuraron Jaime
Garreta, Luis Tibiletti y Juan Carlos Frías. Algunos de ellos habían
trabajado en las leyes de Defensa y de Seguridad Interior, y se preocuparon
porque el nuevo sistema no traicionara el principio de que las Fuerzas
Armadas no deben hacer inteligencia interna ni actuar ante cualquier tipo
de amenazas externas, aun cuando esas amenazas no provengan de un aparato
militar. La ruptura de la capa de ozono es una amenaza, pero yo
no usaría a las Fuerzas Armadas para combatirla, fue uno
de los argumentos esgrimidos, por ejemplo, por Tibiletti, que asesora
al senador bonaerense Jorge Villaverde. Definir cualquier amenaza
como objeto de la defensa nacional por el solo hecho de ser amenaza, es
volver a la Doctrina de la Seguridad Nacional, explicó.
El proyecto consensuado, y aprobado ayer, define la inteligencia estratégica
militar como la que busca conocer el potencial militar y los eventuales
teatros de operaciones. El Ejecutivo quiso incluir el análisis
de las potenciales amenazas, puesto con ese nivel de vaguedad.
Según el nuevo texto la Secretaría de Inteligencia, como
pasaría a llamarse, no podrá contratar personal que haya
cometido crímenes contra la humanidad o violaciones a los derechos
humanos.
DIFERENTES
TESTIGOS RELATARON EL DIA DEL ATENTADO EN LA AMIA
Ese día escuché un helicóptero
Por Irina Hauser
Daniel Gutesman vivía
a tres cuadras de la AMIA y tenía su oficina al lado. Antes del
atentado le llamó la atención el sonido de un helicóptero
que sobrevolaba la zona, según relató ayer ante el Tribunal
Oral 3. Es el primer testigo que habla del tema de los helicópteros
en el juicio oral por el ataque a la mutual judía, aunque ya fue
mencionado por al menos cerca de una decena de testigos durante la instrucción.
Según los datos oficiales de la causa, eran vuelos que la Policía
Federal realizaba usualmente en áreas claves de la ciudad. Pero
hay otras hipótesis: que eran piloteados por gente de la Side que
venía investigando células terroristas, sabía que
el atentado podía ocurrir y rastreaba la Trafic que se usaría
como coche-bomba; o bien, que se trataba de un reconocimiento del lugar
que hacían los propios terroristas. Son, ambas, teorías
dudosas.
Ese día escuché un helicóptero, dijo
Gutesman. La mañana del 18 de julio de 1994, al salir cerca de
las 9.30 de su oficina, también reparó en el ruido de un
volquete, como a lata, cerca de la AMIA. Le pareció
que lo estaban acomodando. Caminó hasta Pasteur y Corrientes y
allí, mientras conversaba con alguien, oyó la explosión.
El ruido del helicóptero se sentía, es innegable,
contó a su turno José Mario Gesualdi. El lo escuchó
en la madrugada previa al atentado, relató. Vivía a pocas
cuadras del edificio de la mutual israelita y acababa de comprar un departamento
en la esquina de Pasteur y Tucumán. Una de sus nuevas vecinas,
María Josefa Vicente, declaró en la causa que había
visto la noche previa a la voladura un helicóptero volando bajo,
cerca de la terraza de la AMIA.
Gesualdi dice que se salvó de casualidad. Justo había ido
a comprar materiales para su nueva vivienda y tardaron en atenderlo. El
estallido lo sorprendió caminando por Lavalle. Cuando volvió,
encontró todo destrozado. Lo que más le impresionó,
dijo, fue encontrar en la calle la pierna de una mujer, sin el cuerpo
y en su balcón masa encefálica.
La historia de los helicópteros es un punto poco claro de la investigación.
Había sido mencionado por cerca de una decena de testigos cuando
la causa tenía 250 cuerpos, pero recién el año pasado
el juez Juan José Galeano pidió datos a la Policía
Federal. La fuerza explicó que tranquilamente podía haber
helicópteros monitoreando y filmando el área, una explicación
que el magistrado y los fiscales han tomado como válida. Lo llamativo
es que las filmaciones desaparecieron: la Federal informó al juzgado
que las cintas habían sido reutilizadas. También
fueron citados expertos de Control de Tráfico Aéreo, que
dejaron en claro que una nave volando bajo pudo escapar a los controles
sin lugar a dudas.
Los abogados de Memoria Activa, Alberto Zuppi y Pablo Jacoby, son los
que más insisten en que hay que poner el tema de los helicópteros
bajo la lupa. Sospechan que, antes del ataque, la Side seguía pistas
terroristas y que incluso pudieron haber estado rastreando la Trafic en
helicóptero y se les escapó. Otros allegados a la pesquisa
han deslizado la posibilidad de que los helicópteros fueran piloteados
por terroristas que estudiaban el lugar, una idea con poco asidero teniendo
ya que los grupos terroristas se mueven con suma cautela. Sería
demasiado evidente que alquilen un helicóptero para organizar un
ataque que sería cometido al día siguiente.
Otros dos testigos de ayer generaron comentarios. León Benezra,
que vivía enfrente de la AMIA, cuestionó: La seguridad
que había en la sede era muy mala, entraba y salía
cualquiera. Osvaldo Pérez, técnico en telefonía,
despertó risas por la espontaneidad de su relato. Pérez
introdujo, además, un dato novedoso: casi en la puerta de la AMIA,
había una caja con líneas de teléfono que desapareció
con el estallido.
¿Un paseo de
Ribelli?
Una testigo que declaró en el juzgado de Juan José
Galeano hace tres meses dijo que vio al ex comisario Juan José
Ribelli un acusado central cerca de la AMIA un día
antes del atentado terrorista. La mujer, una maestra de la zona,
aportó el dato espontáneamente cuando se presentó
en el juzgado por cuestiones relativas al subsidio que le correspondía,
según informaron a este diario funcionarios de la causa.
La existencia de ese testimonio llevó a José Manuel
Ubeira, abogado de Ribelli, a reavivar una polémica en plena
audiencia: pidió al Tribunal Oral y se le sumaron el
resto de los defensores y los abogados de Memoria Activa que
ponga fin a las investigaciones de Galeano sobre la conexión
local mientras se sustancia el juicio oral. Es que los elementos
que se van agregando pueden complicar o cambiar la situación
de los acusados. En el mismo sentido, cuestionaron que ayer declarara
José Mario Gesualdi, quien surgió como testigo hace
apenas dos meses. Los jueces Gerardo Larrambebere, Miguel Pons y
Guillermo Gordo tomaron nota, pero aún no contestaron.
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