Por Santiago Rodríguez
Les agradezco mucho la
confianza y la participación en este momento decisivo para la vida
de la Nación, les dijo ayer el presidente Fernando de la
Rúa a los gobernadores de la Alianza y no era para menos: después
de un mes de arduas negociaciones, los mandatarios firmaron finalmente
el pacto fiscal y le dieron, al menos, la posibilidad de partir rumbo
a los Estados Unidos con algo bajo el brazo. Aunque no consiguieron todo
lo que deseaban, los aliancistas emprendieron el regreso a sus provincias
satisfechos, convencidos de que dentro de lo posible, se firmó
lo mejor.
El trato con los gobernadores de la Alianza al que se plegó
el neuquino Jorge Sobisch estaba, en verdad, cerrado desde el miércoles
a la mañana. En el acercamiento de las posiciones mucho influyó
Raúl Alfonsín, cuando el martes por la noche les advirtió
a los mandatarios radicales sobre la inconveniencia de dejar solo
en este momento al Presidente. Lo que demoró la firma del
acuerdo fue su redacción, pero básicamente los esfuerzos
del Gobierno y de los mismos aliancistas por sumar a los peronistas, quienes
finalmente le negaron a De la Rúa la posibilidad de exhibir en
su reunión con George Bush un frente interno plenamente alineado
con su plan para la renegociación de la deuda externa.
El convenio permitirá el canje de la deuda pública provincial
con una reducción de las tasas de interés a un máximo
del 7 por ciento anual e implica la postergación por tres años
de los vencimientos de capital de las deudas de las provincias. Una vez
finalizado ese plazo, esas obligaciones serán canceladas con recursos
del fondo fiduciario que se integrará con la recaudación
del impuesto al cheque. En cuanto a la coparticipación, el acuerdo
dispone la cancelación de los montos que la Nación adeuda
a las provincias con Lecop durante los próximos 15 días
y la reducción en hasta un 13 por ciento del piso de 1364 millones
de pesos que se giran a las provincias a partir de 2002. También
establece que no se transferirá más del 40 por ciento de
la coparticipación en Lecop.
Breve resultó el acto de rúbrica del acuerdo en el Salón
Sur de la Casa Rosada formalmente denominado Segunda Addenda
al Compromiso Federal por el Crecimiento y la Disciplina Fiscal
para lo prolongadas que fueron las negociaciones. Por la Nación
firmaron De la Rúa; el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo; y los
ministros de Economía, Domingo Cavallo, y de Interior, Ramón
Mestre. Por las provincias estamparon su firma los gobernadores Angel
Rozas (Chaco), Jose Luis Lizurume (Chubut), Sergio Montiel (Entre Ríos),
Oscar Castillo (Catamarca), Roberto Iglesias (Mendoza), Pablo Verani (Río
Negro), Alfredo Avelín (San Juan); el interventor de Corrientes,
Oscar Aguad; y el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra,
además del neuquino Sobisch.
De la Rúa destacó que el pacto implica la solidaridad
entre Nación y provincias para superar estos momentos difíciles
e impulsar este proceso de desarrollo del país y, en alusión
a los peronistas, señaló que vamos a seguir trabajando
con los demás gobernadores porque aquí está en juego
el interés del país. A los aliancistas, además
de agradecerles, les recalcó que ustedes han hecho viable
el acuerdo para sus provincias con beneficios inmediatos para ellas.
El acuerdo es satisfactorio y, sobre todo, para las provincias altamente
endeudadas, subrayó Rozas a Página/12, y si bien opinó
que hubiera sido bueno la firma de todos los gobernadores,
le restó dramatismo a la negativa de los peronistas y no descartó
que en unos días decidan adherirse.
Este es el mejor acuerdo posible, declaró Iglesias
también a este diario. Y lo que destacó el mendocino es
que por primera vez en la historia decidimos en conjunto rediscutir
la deuda y no hacer recaer el ajuste en las espaldas de la gente.
Aguad apuntó que fundamentalmente termina con la asfixia
del alto endeudamiento y expuso el caso de Corrientes: Viabilizó
su futuro porque no habrá que pagar más el capital de su
deuda, por la cual pesaba un embargo del 66 por ciento de la coparticipación.
Optimistas, pesimistas y
resignados
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Eduardo Duhalde, senador
electo por Buenos Aires: Yo siempre soy optimista. Naturalmente
depende de los gobernadores, pero lo central es que el Gobierno garantice
los recursos que son legítimamente de las provincias.
Alfredo Avelín,
gobernador aliancista de San Juan: Firmamos el acuerdo, aunque
discrepamos en parte, por la necesidad de la reactivación que
tiene la Argentina.
Pablo Verani, gobernador
radical de Río Negro: El acuerdo es muy ventajoso y el
PJ debería llamarse a reflexión en este tema. (El proyecto
para hacer coparticipable el impuesto al cheque votado en Diputados)
demuestra la falta de reflexión que hubo en las mayorías
del Congreso de la Nación.
Carlos Juárez, gobernador
justicialista de Santiago del Estero: No hay acuerdo porque
no podemos aceptar estas condiciones. El Gobierno debe mostrar otra
actitud.
José Luis Lizurume,
gobernador radical de Chubut: El Gobierno ha incorporado un
nuevo artículo por el cual se compromete a realizar gestiones
ante empresas para que reciban las Lecop y las reemplacen por dinero
en efectivo, para ser adelantado a las provincias que tienen acreencias
por disminución de la coparticipación. Por lo tanto,
creemos que el acuerdo es positivo.
Hugo Moyano, titular de
la CGT disidente: Los gobernadores se mantienen firmes en su
postura de no aceptar el acuerdo que les propuso el Gobierno. El presidente
Fernando de la Rúa se irá a visitar la madre patria
(por Estados Unidos) sin el documento firmado. Es hora de que empiece
a gobernar para la gente. El ultimátum de (Juan Pablo) Baylac,
el guapo del 900, no va a tener resultado. |
OPINION
Por Eduardo Aliverti
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Por favor
Hay un hilo conductor que une todas las medidas económicas
conocidas en los últimos días: están atadas,
sin excepción, con el alambre de prenderle a cada santo una
vela.
Que por favor los especuladores acepten. Que por favor haya reactivación
para no sumarse más deudas. Que por favor los que aportan
a las AFJP aprovechen las chirolas de más para consumir algo.
Y que todo eso, por favor, sirva para sembrar una confianza capaz
de revertir la depresión general. Punto. Significa, en pocas
palabras, que no se está ante decisiones políticas
de fuste, ante capacidad de mando, ante si te gusta bien y si no
también, sino frente a tirame un hueso. O dicho de otro modo,
los dueños de la economía siguen mandando a los dueños
de la política institucional.
Es así que puede pasar una de tres cosas:
A)Que los especuladores se apiaden y acepten una quita
de la deuda para cobrarla con mayor seguridad, hasta que sobrevenga
una nueva crisis porque la Argentina seguirá
sin producir lo suficiente y, mientras tanto, la ausencia de oposición
y organización populares les garantice no sufrir amenazas
peores. En esta opción, nada cambia sustancialmente respecto
de la actualidad. Todo sigue como está pero con la alucinación
de que puede cambiar.
B)Que los patrones financieros digan minga, pagame todo lo que está
firmado, seguí ajustando, reprimí, lo que sea pero
me pagás todo. Esta opción termina con De la Rúa
y Cavallo renunciantes y pre o post elecciones anticipadas, con
el peronismo en el gobierno, lo que más les convenga: devaluación,
dolarización, ambas cosas o lo que sea. O con el actual jefe
de Estado terminando su mandato pero en condiciones de acefalía
total.
C)(La más improbable) Que la Argentina ya haya sido considerada
como definitivamente incorregible e inviable y que por lo tanto
se dispongan a esperar que haga lo que se le antoje. Porque no ocupa
un lugar estratégico en el mundo; porque lo que importa ahora
y por largo rato es una guerra asaz funcional a los intereses del
capitalismo; porque el patio trasero termina en Brasil; porque...
En esta opción, lo que vaya a ser de este país excede
a Nostradamus. Es la más improbable porque, a la corta o
la larga, el capital y el imperio no abandonan sus negocios.
El final es, de nuevo, un hilo conductor que ata a las tres hipótesis.
Nadie en su sano juicio debe esperar que los gerentes contraríen
a la empresa.
De los pobres, de los excluidos, de la clase media groggy, de los
dirigentes con vocación de cambio, se encargan ellos mismos
o no se encarga nadie. Es una utopía complicada, pero no
tan estúpida como creer que Cavallo o De la Rúa se
convirtieron de la noche a la mañana en burgueses sensibles.
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