Por Fernando Cibeira
Quieren crear una imagen
de desgobierno pero le vamos a dar pelea, decía un funcionario
que acababa de despedirse del presidente Fernando de la Rúa, quien
anoche voló a Nueva York. La referencia era a la postura hostil
que adoptaron algunos gobernadores justicialistas luego de varios días
de negociaciones infructuosas. En la tesis conspirativa del Gobierno varios
elementos sin conexión aparente buscaban el mismo objetivo desestabilizador:
Hugo Moyano pidiendo elecciones anticipadas, la Ctera negándose
a realizar el censo, el PJ votando junto al ARI en Diputados y Carlos
Ruckauf hablando de la separación de la provincia de Buenos Aires.
El objetivo oculto: provocar las condiciones que desemboquen en el gobierno
de unidad nacional del que viene hablando Eduardo Duhalde.
Cuando quedó confirmada la entrevista con George Bush, el Presidente
y su entorno imaginaron una víspera de viaje muy diferente. Creyeron
que estaría cerrado el acuerdo con los gobernadores, que las dudas
alrededor de la renegociación de la deuda se habrían extinguido
y que la situación en los mercados estaría aliviada. De
a una, esas condiciones ideales se fueron cayendo y hasta complicando.
Por ejemplo, no estaba en los cálculos oficiales previos que el
PJ avanzara decididamente hacia la presidencia del Senado, segundo escalón
institucional desde que el país se quedó sin vicepresidente.
Con los hechos consumados, en Gobierno sostenían ahora que, en
verdad, no era tan importante que De la Rúa llegara a la entrevista
con Bush con el frente interno arreglado. Que el apoyo exterior corre
por otro carril y que no hay que inflar demasiado las expectativas alrededor
de la cumbre.
Igual, los nervios se notaban. Los gobernadores intentan mostrar
que en la Argentina no hay gobierno. Para nosotros es difícil de
comprender, porque si bien perjudican al Gobierno también se perjudican
ellos, sostenía un hombre cercano al Presidente antes de
subirse al Tango 01. Ni siquiera el acuerdo firmado con los gobernadores
aliancistas y la convicción de que la mitad de los mandatarios
peronistas querían arreglar, servía para calmar los ánimos
de la Rosada en un día en el que todo parecía ir para atrás.
Un párrafo aparte en los enojos oficiales se lo llevaba Ruckauf,
quien hasta hace apenas unos días era la mayor esperanza de la
Rosada para arrimar voluntades al acuerdo. Dolido, un funcionario contaba
anoche que había hablado telefónicamente con el gobernador
bonaerense sobre las diferencias que persistían en torno a la negociación
durante la mañana en un ambiente de lo más amable y que
apenas una hora después debió digerir la durísima
salida de Ruckauf. Desde principios de semana, en el Ejecutivo percibieron
el cambio de actitud de Ruckauf, que adjudican a su intención de
profundizar la crisis de manera de anular en el terremoto la caótica
situación de su gestión. Le hemos arreglado la situación
del Banco Provincia, le hemos dado plata para que pague su deuda, no entendemos
qué más puede pedir, sostenían cerca de De
la Rúa.
Las críticas a Ruckauf se hicieron extensivas al resto de los gobernadores
justicialistas cuando calificaron como totalmente inaceptable
la última propuesta acercada por el Gobierno. Y que esos mismos
gobernadores cuando les tocó sentarse frente a De la Rúa
conversaron en forma de lo más civilizada, incluso amistosa. Si
uno compara las primeras exigencias que trajeron los gobernadores y la
propuesta que le presentamos ayer casi no hay diferencias. Casi que estatizamos
su deuda y le damos lo que querían de efectivo, no se puede creer
que hayan salido con esa declaración, seguía el funcionario.
Tantas malas noticias sin sentido, en el criterio del Gobierno, sólo
podían justificarse englobándolas en una gran movida conspirativa
que buscaba tumbarlos. Además de incluir a Moyano por insistir
en sus pedidos de pasos al costado, marcaban que el otro líder
de la CGT, Rodolfo Daer, había olvidado su postura dialoguista
de hasta hace nada. También que el díscolo Víctor
De Gennaro coincidía con los gobernadores que hasta hacepoco acusaba
de las peores cosas. Y que los seguidores de Elisa Carrió hubieran
votado acompañando a menemistas y duhaldistas.
Todos esos movimientos, siguiendo el razonamiento, no buscarían
otra cosa que instalar un gobierno de salvación nacional en el
que el peronismo ocuparía el poder y evitaría a sus gobernadores
hacer el ajuste. Cerca del Presidente prometían dar pelea a esta
improbable entente, pero no quedaba en claro de qué forma. El
cómo, todavía no lo sabemos, explicaban.
|