Por Rory McCarthy
y Richard Norton-Taylor *
Desde
Islamabad y Londres
La antitalibana Alianza del
Norte dijo ayer que estaba preparando su muy esperado ataque a la ciudad
clave de Mazar-i-Sharif en el norte, mientras la aviación norteamericana
continuaba bombardeando los blancos en todo Afganistán. Estados
Unidos está desplegando una amplia gama de armas, desde las bombas
corta margaritas de 6800 kilos la bomba convencional más
grande del mundo, con un poder explosivo cercano al de un arma nuclear
táctica nuclear a pequeñas bombas guiadas por láser,
a medida que incrementa los ataques aéreos en el comienzo del invierno
y del Ramadán el 17 de noviembre.
Las fuerzas de la Alianza, que según se informó estaban
cerrando sus pinzas sobre Mazar, atacarían la ciudad desde el sudeste
y el sudoeste, dijo el vocero Ashraf Nadeem. También dijo que los
soldados estaban a sólo ocho kilómetros del aeropuerto de
la ciudad y acercándose al desfiladero de Shifa, a 48 kilómetros
de Mazar. Nadeem dijo que la oposición había capturado ayer
el distrito cercano de Sayyat, aunque los talibanes, que opusieron una
fuerte resistencia, negaron la afirmación. El miércoles,
la Alianza declaró que había usado 2000 caballos para tomar
tres distritos al sur de Mazar. El general Abdul Rashid Dostum, señor
de la guerra uzbeko, que gobernó Mazar como su feudo antes de que
los talibanes lo capturaran hace tres años, ayer se reunió
con altos comandantes cerca de la ciudad, incluyendo a Ustad Attah para
planear el ataque. El general Dostum comanda 5000 hombres.
Los residentes de Mazar dijeron a la agencia de noticias Reuters que los
jets norteamericanos habían estado bombardeando el área
y los talibanes estaban enviando cientos de combatientes para reforzar
el norte. Camiones y automóviles cargados con talibanes se
dirigen hacia el norte noche y día, dijo por teléfono
un residente. Un grupo de militantes paquistaníes dijo ayer que
85 de sus combatientes fueron muertos en un ataque de bombas sobre posiciones
talibanas cerca de Mazar. Los militantes estaban desplegados al sur de
la ciudad, en Dara-i-Suf, reforzando la línea de frente talibana
y fueron alcanzados por ataques en los últimos dos días,
dijo un vocero del grupo.
Se cree que cientos de pakistaníes han ido a Afganistán
a unirse a los talibanes desde que comenzaron los bombardeos, pero este
último grupo, Harkat-e-Jihad-e-Islami, es una organización
poco conocida. Se dijo que su líder Qari Saifullah Akhtar estaba
en Kabul en camino a recoger los cuerpos para el entierro. Dijo que los
hombres muertos incluían a un alto líder de la organización,
Tabassum Nazir. Si las muertes se confirman, marcarían el único
ataque importante conocido sobre fuerzas protalibanas desde que comenzaron
los ataques militares. El mes pasado un grupo militante pakistaní
mucho más grande, con lazos conocidos con los talibanes, Harkat
ul-Mojahedin, dijo que perdió 22 combatientes cuando una bomba
impactó a un edificio en la capital Kabul.
Si la Alianza puede tomar la ciudad, abriría una vital ruta de
abastecimiento desde Uzbekistán, cuya frontera está a unos
pocos kilómetros de Mazar. El general Tommy Franks, jefe norteamericano
de la campaña militar, dijo anoche en una conferencia de prensa
en el Pentágono que la captura de la ciudad le daría a los
aliados una útil cabeza de puente. Franks evitó
comentar sobre el despliegue de las fuerzas especiales en tierra, aunque
se cree que 100 ya están ahí. También se cree que
unas 100 tropas de elite británicas SAS están en Afganistán
o en las cercanías.
Mientras, la aviación norteamericana continuó bombardeando
objetivos alrededor de la ciudad de Kandahar en el sur, un fuerte bastión
descripto por Christopher Langton, alto analista de defensa del Instituto
Internacional de Estudios Estratégicos, como el gran premio.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
SURGEN
LAS PRIMERAS DIFERENCIAS BUSH-BLAIR
Son primos cada vez más lejanos
Por Ewan MacAskill
y R.N.T.
Desde
Londres
Ministros británicos
expresaron frustración en privado ayer en relación con el
manejo por Estados Unidos de la guerra contra el terrorismo, en la primera
señal de diferencias serias entre Londres y Washington desde los
ataques del 11 de setiembre. Aunque Tony Blair encaró su rápido
viaje a Washington esta semana como una oportunidad para consolidar la
posición de Gran Bretaña como el aliado número 1
de Estados Unidos, la incomodidad está creciendo en Londres. Hay
preocupación tanto en el frente militar como en el diplomático
sobre el conflicto palestino-israelí, la estrategia de bombardeos,
la percepción de que Estados Unidos no consulta a sus aliados y
la insuficiente focalización en la crisis humanitaria. El gobierno
británico está también interesado en oponerse a la
expansión de la guerra más allá de Afganistán
y está horrorizado ante funcionarios del Pentágono que alientan
un ataque masivo a Irak.
El manejo del conflicto israelo-palestino es la principal fuente de disputa,
con Londres preocupado porque las vacilaciones de Washington en su manejo
del proceso de paz alienen el apoyo, que es vista como fundamental para
la coalición contra el terrorismo. Blair que vivió
en carne propia el alcance del enojo árabe la semana pasada durante
su viaje por Medio Oriente instó a Bush anteayer en Washington
para que presione a Israel a volver a las conversaciones de paz. Pero
Blair sufrió un desaire ayer cuando supo que el secretario de Estado
Colin Powell no daría un discurso largamente anunciado en la Asamblea
General de la ONU este fin de semana en apoyo a la creación de
un Estado palestino. El discurso había sido proclamado como un
cambio histórico en la política norteamericana hacia Israel,
lo que representa un acercamiento a la posición palestina. Se lo
esperaba desde hace dos meses. Incluso el miércoles, mientras Blair
estaba camino a Washington, Londres estaba diciendo que Powell estaba
dispuesto a ponerse firme frente a Israel. Un ministro británico
dijo que el contenido del discurso de Powell no era lo que estaba en discusión,
sino el momento de emitirlo.
También en círculos militares y de defensa hay frustración.
Funcionarios de defensa británicos admiten que Washington está
decidiéndolo todo. Pero hay una creciente impaciencia acerca del
atraso de EE.UU. en las órdenes y el despliegue de tropas terrestres,
incluyendo cerca de 100 tropas de elite británica SAS que se cree
están en Afganistán o en su cercanías. Un ministro
de alto rango incluso habló despectivamente del general Tommy Franks,
comandante de la operación Libertad Duradera al describirlo
como un hombre de artillería que se niega a comprometer
la infantería.
Traducción: Giselle Cohen.
OPINION
Por Claudio Uriarte
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Septiembre 11, noviembre
10
Por lo general, es el torneo oratorio más tedioso y fútil
de los que jalonan periódicamente la rutina de las relaciones
internacionales, pero esta vez, la Asamblea General de las Naciones
Unidas, convocada en Nueva York para pasado mañana, promete
albergar definiciones diplomáticas y desbloqueos políticos
como no se han visto en muchos años. O es Yasser Arafat quien
proclama unilateralmente un Estado Palestino alternativa que
hasta ahora ha descartado en público o es el secretario
de Estado Colin Powell (o George W. Bush) quien impulsa públicamente
la iniciativa aunque eso tampoco es seguro, dejando
a Ariel Sharon, jefe de una heteróclita coalición
de gobierno en Israel, en una posición incómoda.
El imperativo obedece a que los atentados de Osama bin Laden del
11 de septiembre contra Nueva York y Washington han tenido el efecto
paradójico de potenciar la globalización, obligando
a la negligente y siestera administración aislacionista y
unilateralista de George W. Bush a plantear su respuesta bajo la
forma de una construcción imperial. Bajo esta forma, el interminable
y rencoroso conventillo de israelíes y palestinos en el Medio
Oriente molesta, y es menester ponerle fin bajo el diktat
de una suerte de pax americana: Arafat deberá cesar el terror
y abandonar la idea utópica de un derecho de retorno
de los refugiados palestinos a Israel lo que liquidaría
a Israel como Estado judío; Israel, retirarse de la
mayoría de sus colonias y aceptar alguna suerte de internacionalización
de los Lugares Santos en Jerusalén, cuya parte Este pasaría
a ser la capital del futuro Estado Palestino.
A ninguno de los antagonistas le gusta demasiado este paquete, pero
Henry Kissinger observó famosamente una vez que el mejor
acuerdo es el que deja levemente insatisfechas a cada una de las
partes comprometidas, ninguna de las cuales habría logrado
su programa máximo. En este punto, los medios de presión
de EE.UU. se reducen al palo de la amenaza de reducir la ayuda norteamericana
a Israel y a la zanahoria de ofrecerle gran ayuda a los palestinos.
Es difícil saber si tendrá éxito: casi 12 meses
de Intifada han potenciado el odio entre las dos poblaciones, y
Ariel Sharon siempre tiene como aliado táctico a los extremistas
del lado opuesto cuyos atentados sin tregua polarizan al país
en torno suyo, dándole la razón en sus posiciones.
Y los palestinos entran en el juego, porque en el fondo su conducción
está demasiado fragmentada e indecisa para asumir la responsabilidad
de construir un Estado.
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