Por Gabriel A.
Uriarte
Desde
Washington D.C.
El presidente George W. Bush
dio un discurso tan importante que los medios lo calificaron de histórico
aun antes de que tuviera la oportunidad de pronunciarlo al anochecer de
ayer en Atlanta, Georgia. Pero el adjetivo no era exagerado si se consideraba
que era la primera vez que hacía referencia al bioterrorismo al
que su país se enfrenta desde hace casi un mes. Habló desde
una sede de los Centros de Control de Enfermedades (CDC), que son ahora
la primera línea de la guerra contra el terrorismo. Y el eslabón
más débil. El voluntarismo civil (vigilancia)
que pidió Bush sería sin duda útil, pero no servirá
de mucho si no hay un sistema que pueda aprovechar la información.
Durante la semana pasada se celebró una serie de conferencias sobre
bioterrorismo que no sólo ilustra la pésima condición
del sistema de salud público norteamericano, sino que sugería
incluso que la administración republicana podría resistirse
a mejorarla.
El problema es la diferencia entre la lógica contradictoria de
la estrategia y la lógica de sentido común de la economía
civil. Tara OToole, directora del proyecto de biodefensa de la Universidad
de Johns Hopkins, enfatizó a Página/12 durante una conferencia
celebrada el martes que el sistema de salud no tiene redundancias, y por
tanto no puede manejar un influjo inesperado de pacientes. Desde
hace más de diez años los hospitales emplean el mismo concepto
just in time que usan las empresas: aquí mismo, en el hospital
de Johns Hopkins, la cantidad de enfermeras que usamos mañana está
determinada por el censo de pacientes de hoy. La eliminación
de capacidad ociosa, excelente en tiempos de paz, significó que
muchos hospitales se vieran abrumados por las multitudes de personas que
exigían hacerse pruebas de ántrax o conseguir recetas del
antibiótico Cipro.
El sistema público propiamente dicho (o sea el que está
controlado por el gobierno) está en aún peor condición.
En los laboratorios donde se realizan los exámenes para determinar
si una sustancia es ántrax el personal duerme en el piso; no estoy
exagerando, literalmente duerme en el piso, subrayó OToole.
También confirmó las versiones de que la mitad de los centros
de salud públicos no tienen máquina de fax, ni hablar de
Internet. Las instituciones militares no están mejor. En
1998 el presupuesto que manejaba en el laboratorio de Fort Dietrick, tras
descontar salarios, cuentas de luz y esas cosas, no pasaba los dos millones
de dólares, relató David Franz, director retirado
del programa de defensa químico-biológico del Ejército,
en un seminario en la Heritage Foundation.
Remediar todo esto requerirá cantidades muy sustanciales de dinero,
pero la administración ya da señales de querer frenar el
gasto cuanto antes. Anteayer, sin ir más lejos, el presidente se
enfrentó con los líderes demócratas del Senado cuando
recalcó que vetaría cualquier gasto que supere los 40.000
millones de dólares que ya se agregaron al presupuesto de este
año. Ayer los republicanos de la Cámara de Representantes
se mostraron renuentes incluso a otorgar los 5.000 millones de dólares
que el jefe del correo, Jack Potter, pidió para reparar el daño
causado por las cartas ántrax. En el tema de salud, parecen estar
dispuestos a financiar gastos puntuales (tales como los millones de dosis
de Cipro comprados a Bayer por 95 centavos cada uno), pero una reforma
fundamental del sistema de salud, especialmente una que aumentaría
drásticamente el papel del gobierno, bien podría ser anatema
para los muy ideológicos republicanos dela Cámara baja.
Su resistencia a federalizar la seguridad de los aeropuertos es por lo
menos sugerente.
La crisis es más alarmante aún dada la sencillez de desarrollar
armas biológicas. Son la bomba atómica de los pobres:
tienen la misma letalidad con solo una fracción del costo,
explicó OToole. Interrogado por Página/12 acerca del
cálculo de costo-eficacia de las cartas ántrax, Randy Larsen,
ex profesor de la Academia de Guerra y ahora director del Centro de Defensa
Nacional, es increíble, la ratio es absurdamente alta. Desarrollar
el ántrax no habrá costado más que unos cientos de
miles de dólares, mientras que acá gastamos miles de millones
sólo para lidiar con sus efectos. Larsen, a diferencia de
otros analistas que minimizan el efecto del ántrax citando el bajo
número de muertos, consideró que los atentados eran muy
serios por el efecto económico: Creo que Bin Laden busca
derrumbar nuestra economía con el ántrax, y no le va mal.
Si menos de diez cartas con ántrax fueron suficientes para jaquear
la economía de la potencia más rica del planeta, ¿qué
sucedería en países menos afortunados?. ¿Washington
tiene planes de contingencia? La respuesta es simple: no,
dijo OToole. ¿Pero hubo algún tipo de consultas, al
menos con los aliados europeos? Estamos diciendo hace más
de dos años que tenemos que crear una red internacional, pero si
apenas podemos hacerlo en Estados Unidos.... Interrogada sobre América
Latina, uno de los soft targets por excelencia del terrorismo
islámico, OToole dijo no estudié mucho el tema.
Sé que Brasil está mejor que otros, ya que tienen experiencia
con campañas de vacunación y emprendimientos similares.
Prefirió no especular sobre la Argentina.
EL
ELEMENTO QUIMICO PODRIA ESTAR EN LAS MANOS DE BIN LADEN
En busca del uranio perdido en Italia
Por Philip Willan
Desde Roma
La policía italiana lanzó
una cacería tras siete barras de uranio enriquecido que se cree
que están en manos de la mafia y que se teme que puedan haber sido
vendidas a los terroristas islámicos. Las barras de uranio enriquecido
235 y 238 eran parte de un stock de ocho kilos de uranio vendidos al gobierno
de la ex Zaire (hoy República Democrática del Congo) por
una compañía norteamericana, la General Atomic de San Diego
en 1971, informó el diario La Repubblica. Fueron vendidas como
parte del programa de átomos para la paz y la intención
era usarlas en un reactor experimental en Kinshasa. Pero el uranio no
apareció durante cuatro años, siguiendo al colapso del régimen
de Mobutu.
Las barras reaparecieron en Europa en 1997, cuando un grupo de traficantes
estaba involucrado en un tiroteo con la policía en Francia y aparecieron
nuevamente en Italia la primavera siguiente. La policía supo que
estaban en manos de un grupo del crimen organizado compuesto por mafiosos
de Sicilia y Calabria y miembros de una banda clandestina de Roma conocida
como la Magliana. A un oficial de finanzas de la policía italiana
se le dio una falsa identidad y antecedentes criminales falsos por manipular
propiedad robada y se acercó al grupo con una oferta para comprar
las ocho barras en nombre de un país árabe no identificado.
El oficial encubierto, actuando como el contador, ofreció
pagar 9.300.000 a la cuenta de un banco suizo por las ocho barras, la
mitad de la cifra que originalmente buscaban los mafiosos. La transacción
tuvo lugar el 20 de marzo de 1998, pero los vendedores trajeron sólo
una barra, código numerado 6910GA. Contenía 40 gramos de
uranio 235, 150 gramos de uranio 138 que estaba enriquecido en un 20 por
ciento y estaba contenido en un cilindro encapsulado de acero de 90 centímetros.
Los investigadores determinaron que la barra no estaba lo suficientemente
enriquecida para usarse en la fabricación de una bomba nuclear,
pero podía ser usada con explosivos convencionales, o aún
una lata pequeña de gas, para crear una bomba sucia.
Si los terroristas hacen explotar una bomba sucia en los jardines
de Villa Borghese, podrían crear poco más que un gran hoyo
en el suelo, pero el centro de Roma estaría contaminado durante
un siglo, le dijo a La Repubblica el capitán Roberto Ferroni,
de la sección finanzas de la Policía. Trece sospechosos
fueron arrestados y el mes pasado una corte en la ciudad de Catania en
Sicilia los sentenció a prisión con condenas que vas de
dos a cuatro años y seis meses. Las nuevas leyes antiterroristas
no pudieron ser invocadas y fueron convictos sólo por intentar
exportar materia de uso dual. La policía no tiene ninguna
idea de lo que sucedió con las otras barras de uranio y no saben
si aún están en Italia. Es como si hubieran desaparecido
en el aire, le dijo a La Repubblica el capitán Ferroni. Teníamos
algunos indicios de su presencia aquí en Roma. Las mediciones fueron
hechas (con un medidor Geiger) y en ciertas zonas mostró picos
anómalos de radiación.
El capitán Ferroni dijo que los investigadores no podían
decir si las barras habían caído en manos de Al Qaida. Lamentablemente
no sabemos, dijo. Pero puedo decir que cuando llevamos a cabo
la operación clandestina, nuestro hombre el contador
se introdujo como un intermediario de un país árabe. Y nuestros
compradores no parecieron alterados. Por el contrario, la credibilidad
de nuestro contador hizo que el mundo árabe, que siempre
ha buscado materia nuclear, no desconfiara de él. Los investigadores
creen que uno de los traficantes de uranio convictos, Domenico Stilitano,
podría brindar una pista sobre el destino del material nuclear.
Pero se ha negado a hablar y como tiene una sentencia de sólo cuatro
años y seis meses para cumplir, las autoridades no tienen mucho
margen para convencerlo.
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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